Un capitán de la Revolución de Abril contra el revisionismo histórico de la derecha en Portugal
Vasco Lourenço, único superviviente de la dirección del movimiento militar que acabó con la dictadura en 1974, se rebela en sus memorias contra la reinterpretación del pasado del actual Gobierno conservador
La historia tiene dos grandes depredadores: el desconocimiento y la manipulación. El coronel Vasco Lourenço (Castelo Branco, 83 años) se ha rebelado en sus memorias contra ambos. El militar es el último superviviente del triunvirato que dirigió el Movimiento de las Fuerzas Armadas, que derrocó la dictadura portuguesa el 25 de abril de 1974. Vítor Alves y ...
La historia tiene dos grandes depredadores: el desconocimiento y la manipulación. El coronel Vasco Lourenço (Castelo Branco, 83 años) se ha rebelado en sus memorias contra ambos. El militar es el último superviviente del triunvirato que dirigió el Movimiento de las Fuerzas Armadas, que derrocó la dictadura portuguesa el 25 de abril de 1974. Vítor Alves y Otelo Saraiva de Carvalho, los dos restantes miembros de aquel secretariado, fallecieron en 2011 y 2021. Lourenço es también el hilo que ha cosido toda la historia de los militares rebeldes, desde que comenzaron a conspirar contra el régimen hasta la fundación de la Asociación 25 de Abril, heredera del legado cívico de aquellos oficiales que se conjuraron para democratizar, descolonizar y desarrollar el país. Ha estado en todos los ajos y se ha metido en todos los charcos.
El último, contra el actual Gobierno conservador que preside Luís Montenegro, que se ha empeñado en agrandar los acontecimientos militares y políticos de una jornada (25 de noviembre de 1975) que acabó con la Revolución de los Claveles, evitó que el país derrapase hacia un modelo socialista y lo encarriló hacia el de las democracias occidentales. En aquellos 19 meses el país fue un caos inevitable: había que reconstruir un nuevo modelo político en sustitución de la dictadura y cada organización tenía el suyo. Se dividieron los militares, los políticos, la sociedad. Hubo intentonas de golpe de Estado, nacionalizaciones de empresas y bancos, ocupaciones de latifundios y surgieron grupos terroristas de extrema derecha que mataron y asaltaron sedes de la izquierda.
Lo que no comparte el presidente de la Asociación 25 de Abril es que puedan equipararse ambas fechas. “Es una tentativa de revisionismo histórico ponerlas al mismo nivel. El 25 de noviembre fue una etapa de consolidación del 25 de abril”, afirma. La sesión conmemorativa celebrada hace una semana en la Asamblea de la República imitó la dedicada al día que cayó la dictadura y dejó algunos momentos histriónicos, como la pugna entre diputados para colocar o retirar claveles rojos de un estrado decorado solo con rosas blancas. “El 25 de noviembre no fue un episodio secundario, fue la afirmación de la soberanía del pueblo y el punto de partida para la democracia liberal”, defendió Pedro Alves, diputado del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha), principal fuerza de la coalición de Gobierno.
Curiosamente, muchos de los militares responsables de aquello, como Vasco Lourenço y la cúpula de la Asociaciación 25 de Abril, boicotearon el acto por considerar que es una manipulación política de los hechos. “Contesté la payasada iniciada el año pasado con los 49 años del 25 de noviembre y ahora se ha reforzado con la creación de una comisión conmemorativa”, reprochó durante la presentación en Lisboa de su libro Memórias de um Capitão de Abril, publicado en portugués por Áncora.
Lourenço, que era jefe de la Región Militar de Lisboa, fue uno de los dirigentes del operativo de tropas orquestado entre los moderados y el presidente de la República, Costa Gomes, para acabar con algaradas revolucionarias en varios cuarteles. “Se debe conmemorar lo que efectivamente ocurrió y no lo que algunos pretenden hacer creer que ocurrió”, escribe en su libro.
Mientras que los hechos del 25 de abril de 1974, “el día inicial, entero y limpio”, descrito por la poeta Sophia de Mello Breyner Andresen, son claros, los del 25 de noviembre de 1975 aún encierran secretos medio siglo después. Lo ocurrido ese día enterró el Proceso Revolucionario en Curso (PREC), que se radicalizó en respuesta a un golpe de Estado fallido del general António de Spínola en marzo de aquel año y que buscaba un modelo de democracia socialista. De nuevo fueron los militares, aliados a los partidos moderados, los que frenaron los excesos de los revolucionarios de izquierdas, incluidos los de Otelo Saraiva de Carvalho como jefe supremo del Comando Operacional del Continente, y de los grupos de extrema derecha que habían pasado el verano poniendo bombas en el norte del país.
Lourenço cree que estuvieron al borde de la guerra civil y la creación del Grupo dos Nove, los militares moderados a los que pertenecía y que salieron a la calle el 25 de noviembre para atajar revueltas revolucionarias en varios cuarteles, fue vital para detener la espiral de la violencia y retomar el espíritu democratizador de abril. La derecha acusó al Partido Comunista (PC) de urdir un golpe aquel día para implantar una dictadura totalitaria, algo negado por otros protagonistas y el líder de la formación de entonces, Álvaro Cunhal.
Nuevo ciclo conservador
El nuevo ciclo político iniciado en Portugal en 2024, con el ascenso fulgurante de la extrema derecha y la llegada al poder de una coalición conservadora, está alimentando una nueva interpretación histórica que trata de agrandar el significado del 25 de noviembre de 1975 y empequeñecer el día de abril de 1974 que abrió la puerta a la libertad. Una ola también favorecida por el tsunami internacional que arrasa con todo lo que consideran legados contaminados por la izquierda. Otra de tantas guerras culturales.
En general, los políticos portugueses, a derecha e izquierda, han escatimado el papel de los militares en la llegada de la libertad, pese a que fue el éxito de su golpe de Estado el que dio paso a una revolución popular. Lourenço siempre destaca que hicieron algo único en la historia: conquistaron el poder de forma pacífica y, en lugar de apropiarse de él, como acostumbran los militares golpistas, se lo devolvieron a la sociedad portuguesa para que decidiera sobre su destino.
Esa legitimidad histórica que conquistaron, pese a los errores que luego pudieran cometer como individuos o colectivo, les ha convertido en una suerte de Pepito Grillo de la democracia. Son una voz política que denuncia los desvíos del espíritu de abril y no se calla ante las alteraciones de la historia. Son, para el poder, incómodos.
En Portugal se ha celebrado la Revolución de los Claveles, que acabó con una dictadura de casi medio siglo en 1974, como uno de los momentos culminantes de su historia. Un motivo de orgullo patriótico convertido en pilar fundador de la democracia, que los portugueses consideran más trascendental que las navegaciones que a partir del siglo XV les llevaron a adueñarse de territorio en todos los continentes. Alrededor del 25 de abril de 1974 había un consenso casi unánime. Hasta ahora.
Chega, el partido de ultraderecha, arremete contra la fecha a menudo y el PSD, fundado pocos días después del golpe de Estado de los capitanes, ha tenido una relación oscilante con la Revolución de los Claveles. “El PSD de hoy tiene poco que ver con el de 1975, está en una deriva hacia la derecha, pactando medidas con Chega”, observa el presidente de la Asociación 25 de Abril.
A la tirantez actual de las relaciones de los capitanes de abril con el Gobierno también ha contribuido la paralización del proyecto para construir un Centro de Interpretación 25 de Abril en Lisboa, pese a que fue aprobado por el primer ministro Montenegro y el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Un proyecto que, según el jefe del Estado, debería culminarse mientras aún están vivos algunos protagonistas de su historia.