La entrada en vigor de las sanciones a Rosneft y Lukoil deja en el limbo millones de barriles de petróleo ruso
La India, China y Turquía reducen sus compras y buscan proveedores alternativos. Entre ellos, los propios Estados Unidos
Algo más de tres millones de barriles diarios de petróleo, casi la mitad de las exportaciones totales de Rusia, virtualmente sin dueño. De un día para otro. La entrada en vigor este viernes de las sanciones sobre el crudo que ponen en el mercado las dos mayores petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, amaga con provocar una impor...
Algo más de tres millones de barriles diarios de petróleo, casi la mitad de las exportaciones totales de Rusia, virtualmente sin dueño. De un día para otro. La entrada en vigor este viernes de las sanciones sobre el crudo que ponen en el mercado las dos mayores petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, amaga con provocar una importante reconfiguración en los flujos globales de combustibles fósiles. China y la India, primer y segundo clientes de crudo ruso desde que Vladímir Putin optó por invadir Ucrania, a principios de 2022, empiezan a dar signos de reducir sus compras para evitar que caiga sobre ellos el yugo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Y Turquía, tercero a gran distancia del resto, está diversificando sus compras a buen ritmo. A la fuerza ahorcan.
A la espera de qué sucederá en los días y semanas posteriores al 21 de noviembre, la fecha marcada en rojo en el calendario, son varios los indicios que refrendan esa reducción en los flujos de barriles rusos hacia los países que estaban aprovechando la toxicidad del crudo de ese país en Occidente para aprovisionarse en condiciones ventajosas. La mayor de esas señales es el precio: incluso antes de entrar en vigor, el mero anuncio de las sanciones ha hundido el precio de la mezcla Urales ―el nombre que recibe en el mercado de materias primas― a su nivel más bajo en dos años y medio. Los exportadores rusos, en fin, se están viendo obligados a aplicar descuentos de más de 20 dólares (17 euros) por barril vendido respecto al precio de las referencias más comunes en Occidente: el Brent y el Texas.
“Lo mejor que podría hacer es dejar de comprar petróleo y gas rudo”, le espetó el presidente estadounidense, Donald Trump, a su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, en la Casa Blanca. Eran mediados de septiembre, y aún no había anunciado estas sanciones sobre Rosneft y Lukoil, pero el republicano ya parecía saber cuál sería su próximo disparo para tratar de sentar a Putin, de una vez por todas, a negociar.
En aquel encuentro con Trump, Erdogan acordó la compra de gas licuado estadounidense durante 20 años e incrementar la cooperación en energía nuclear con EEUU (Rusia construye actualmente la hasta ahora única central atómica de Turquía). En cuanto al petróleo, en cambio, no se anunció nada. Sin embargo, la cuestión de las sanciones siempre ha estado pendiente. Desde hace un año, el flujo de barriles desde Rusia se ha ido reduciendo. Pero el acelerón final desde el anuncio de las sanciones: a principios de noviembre, ya con la fecha límite del día 21 a la vista, las empresas propietarias de las principales refinería turca, Tupras y la azerbaiyana Socar, anunciaron que incrementarían el número de países de procedencia. Abrir el abanico, claro, es sinónimo de reducir el crudo ruso que emplean para producir carburantes.
Socar, cuya refinería turca ha funcionado en los últimos meses prácticamente solo con crudo ruso ha empezado a comprar a Kazajistán. Y, según la prensa del país, Tupras ya ha suspendido las compras a Rosneft, incrementando las compras de crudo a Irak, mucho más cerca, a lo que ha contribuido la resolución del conflicto sobre el petróleo kurdoiraquí, pendiente desde hace años. También ha adquirido, por primera vez, crudo de Brasil y Angola.
Algunos analistas, con todo, creen que el suministro ruso continuará a través de terceras empresas y terceros países. Sea como fuere, ya hay una cosa clara: las nuevas sanciones han afectado al precio de los combustibles en las estaciones de servicio turcas, que se anota subidas notables en las últimas semanas. Otro indicio más de que el movimiento sobre las dos joyas de la corona petrolera rusa pueden estar funcionando en su meta de reducir los ingresos de ese país.
En el caso de la India, lo que no consiguieron las sanciones secundarias estadounidenses sobre ese país ―que cesase o, al menos, redujese sus compras de crudo ruso― sí llevan camino de conseguirlo las medidas punitivas sobre Rosneft, Lukoil y quien se avenga a comerciar con ellos. Pese a que los envíos parecen haberse acelerado en los últimos días, antes de que se hagan efectivas las sanciones, cinco de las siete mayores firmas de refino del país ―entre ellas Reliance, la más grande de todas― han anunciado que dejarán de comprar crudo ruso a partir de este viernes. Las dos restantes, en el recuento de Bloomberg, son la estatal India Oil y Nayara, que hoy por hoy depende íntegramente del petróleo procedente del país euroasiático.
El diario indio The Economic Times ha publicado que la entrada de crudo ruso al país asiático en la primera mitad de noviembre se redujo un 66% respecto a octubre.
China, el mayor comprador de crudo ruso y el principal importador de petróleo del mundo, se ha colocado de perfil. No existen pronunciamientos oficiales. No hay una estrategia pública definida por el Gobierno, actor clave del sector energético. Pero los indicios también apuntan a que, al menos en un primer momento, el gigante asiático está reduciendo sus importaciones desde Rusia.
Al poco de entrar en vigor el golpe de Washington, que siguió al que había dado previamente Reino Unido, las principales petroleras estatales chinas (PetroChina, Sinopec, CNOOC y Zhenhua Oil) suspendieron las compras “a corto plazo” de petróleo ruso transportado por mar, según múltiples fuentes anónimas del sector citadas por Reuters, debido a la preocupación por las sanciones. El bocado sería considerable, pero no inmenso: el flujo total de crudo por mar suma 1,4 millones de barriles diarios, aunque la mayor parte lo compran refinerías independientes, incluidas pequeñas operadoras conocidas como “teteras” en China; la parte correspondiente a las compañías nacionales baila entre los 250.000 y los 500.000 barriles diarios, según la fuente que se consulte.
China se ha convertido, desde el inicio de la invasión a Ucrania, en el principal aliado económico y diplomático de Rusia: ambos países declararon una “amistad” sin límites semanas antes de que los tanques rusos cruzaran las fronteras ucranias. China nunca ha condenado la guerra. Y en este tiempo, los intercambios comerciales han alcanzado cotas nunca vistas. Los líderes, Xi Jinping y Vladímir Putin, se ven a menudo, se llaman “viejo amigo” y hablan de pilotar juntos un mundo sacudido por “cambios no vistos en 100 años”. El gas y el petróleo son una pieza esencial del puzle para la gran fábrica del planeta.
Hasta la fecha, las compañías del gigante asiático han ignorado en gran medida las sanciones occidentales al crudo ruso por mar. En 2024, los volúmenes procedentes de Rusia, incluidos los suministros por oleoducto y por mar, ascendieron a 108,5 millones de toneladas métricas, según la Administración General de Aduanas de China, lo que equivale a 2,17 millones de barriles diarios. Supone un aumento del 1% y un máximo histórico. A la vez, las compras procedentes de otros países, como Arabia Saudí descendieron un 9%.
China compra sobre todo crudo del Pacífico de Siberia Oriental (ESPO, en la jerga del sector) exportado desde el puerto ruso de Kozmino, en el Lejano Oriente, debido a su proximidad. También recibe a través del ramal del oleoducto Skovorodino-Mohe, de 4.070 km (2540 millas), que forma parte del oleoducto ESPO, lo que le permitía hasta la fecha eludir cualquier restricción en materia de buques y fletes. Además, Rusia ha tratado de aumentar sus exportaciones a la República Popular vía Kazajistán.
La situación podría estar cambiando, según sugieren análisis del sector, sobre todo con la ampliación de las sanciones a puertos y refinerías chinas, que están ahogando los flujos de petróleo ruso -y también iraní- hacia el primer importador mundial. Aunque las soluciones emergentes entre los operadores chinos sugieren que esta desaceleración puede ser pasajera. Washington ha incluido en sus sanciones la terminal petrolera de Rizhao, que gestionaba aproximadamente una décima parte de las importaciones de crudo de China.
Mientras, la UE y el Reino Unido han incluido en su lista negra a Shandong Yulong, una de las denominadas “teteras”, y uno de los principales compradores de petróleo ruso. Bruselas la incluyó en su último paquete punitivo contra Moscú, el decimonoveno, en el que golpeó también a otra refinería y al operador Chinaoil. La situación es incierta. Es probable que algunas refinerías chinas estén solo “a la espera” respecto a las compras a Rusia, para ver con qué rigor se aplican las sanciones, aseguraba Jianan Sun, de la consultora Energy Aspects, en declaraciones a Bloomberg.
Para Emma Li, analista de Vortexa, plataforma que estudia los mercados energéticos, las recientes sanciones en las entidades chinas han tendido un impacto más tangible e inmediato en la logística convencional del crudo que en los flujos de petróleo sancionados. Las refinerías buscan “rutas de importación alternativas” para aprovisionarse, escribe en un reciente artículo en el que asevera que a China sigue llegando crudo sancionado: el de Venezuela, Irán y Rusia sumó en octubre un 30% de las importaciones por mar, según sus estimaciones.
El conjunto de sanciones de octubre (a las petroleras rusas y a las refinerías chinas) habrían interrumpido los flujos principales de crudo de China y creado retos en la cadena de suministro para las empresas petroleras nacionales chinas, concluye Li. Mientras, las refinerías independientes siguen siendo resistentes y se benefician de mayores descuentos. Augura “una posible reanudación más amplia de las compras de crudo ruso” en las próximas semanas.
La fuerte caída de la demanda de petróleo por parte de los dos mayores clientes de Rusia supondrá una carga para los ingresos petroleros de Moscú y obligará a los principales importadores mundiales. La lógica económica invita a pensar en que, en cualquier otra circunstancias, debería presionar al alza los precios internacionales del crudo. Pero no parece que ese vaya a ser el caso: el mercado chapotea en crudo, con capacidad ociosa en la mayoría de grandes productores.
La caída en la exportación de hidrocarburos merma la maquinaria bélica rusa, pero no es crítica para el Kremlin. El Gobierno ha diversificado las fuentes de financiación de sus presupuestos y prevé que los ingresos por hidrocarburos representen el 27% del total este año, aunque espera reducir su peso hasta el 22% en 2026. A cambio, aumenta la presión fiscal sobre las empresas y ciudadanos.
Puertas afuera, el Gobierno ruso actúa como si las nuevas sanciones de Estados Unidos no existieran. El viceprimer ministro ruso y exresponsable de Energía, Alexánder Nóvak, ha subrayado este miércoles que el Kremlin mantiene su previsión de producción petrolera. Con todo, su flota acumula petróleo en alta mar a la espera de que sus clientes aclaren qué harán tras las sanciones. El tiempo dirá quién tiene razón.
El paso dado por Washington aboca a Lukoil a ser troceada, deshaciéndose de sus activos internacionales, dada su exposición al exterior. No ocurrirá lo mismo con Rosneft, más centrada en el mercado interno ruso. Según los medios rusos, la compañía prefiere vender sus activos en un único lote y así sacar más rentabilidad de ellos. Sin embargo, los aspirantes han mostrado interés en algunos negocios concretos. Entre las compañías interesadas figuran las petroleras estadounidenses Chevron y Exxon, así como el fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos. Lukoil tiene tres refinerías en Europa, varios yacimientos en Ghana, Egipto, Irak, Kazajistán, Nigeria, México y Uzbekistán, y gasolineras por todo el mundo. También en EE UU.
Las sanciones de Trump se unen a la campaña de bombardeos ucrania contra las refinerías rusas. Aunque estas provocaron la disrupción del abastecimiento en algunas regiones, Moscú ha sorteado hasta ahora la amenaza de una crisis mayor gracias a que la capacidad de sus plantas supera sus necesidades. Según una estimación de la agencia Reuters, la producción de derivados de petróleo será apenas un 3% menor de lo previsto este año.
“El Gobierno está registrando descensos de precios en las gasolineras independientes”, proclamó este miércoles Novak. El Kremlin, no obstante, mantiene hasta finales de año su prohibición a la exportación de gasolina.