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Nancy Pelosi anuncia su retirada del Congreso de Estados Unidos tras cuatro décadas en el Capitolio

La primera presidenta de la Cámara de Representantes de la historia, una de las demócratas más influyentes de Washington, no se presentará a la reelección en las legislativas de 2026

La congresista demócrata Nancy Pelosi, una de las políticas más famosas e influyentes de Estados Unidos, lo deja. Será en enero de 2027, dado que no piensa presentarse el año que viene a la reelección como representante por San Francisco. El anuncio, hecho por sorpresa este jueves, pone fin así a cuatro décadas en el Capitolio, durante las que rompió uno de los techos de cristal más duros de Washington, al convertirse en la primera mujer de la historia en ser presidenta de la Cámara de Representantes. Lo fue en dos periodos separados, dos tiempos convulsos en los que ejerció el cargo de speaker, que incorpora además la responsabilidad como tercera autoridad del país, por detrás del presidente y el vicepresidente.

“No me presentaré a la reelección al Congreso. Con el corazón lleno de agradecimiento, encaro con ilusión mi último año de servicio como vuestra representante”, dijo Pelosi, de 85 años, en un vídeo dirigido a sus electores en San Francisco, que repasa los momentos más importantes de su abultada carrera. Dura unos seis minutos, de los cuales los dos primeros son un canto en imágenes a la ciudad californiana que la ha votado en las urnas 20 veces seguidas. La gran noticia se hace esperar hasta el final de la grabación.

No es casual el momento en el que Pelosi lo deja; dos días después de que California aprobara la Proposición 50, que sometía a referéndum los esfuerzos para redibujar los distritos de votación del gobernador Gavin Newsom y garantizar así a los demócratas cinco escaños en las cruciales elecciones legislativas de 2026. Su salida adelante asegura que los esfuerzos de Pelosi por afianzar el poder y la representación liberales de su Estado en Washington no serán en balde en mitad de una campaña republicana por cambiar las reglas en su favor.

Pelosi hizo también historia al convertirse en la primera speaker en dos periodos distintos desde los años cincuenta. No fueron mandatos fáciles ninguno de los dos, pese a lo cual acumuló más poder que cualquiera de sus pares hombres en el Capitolio debido, en buena medida, a una personalidad fuerte y exigente y a su fama de mandar a base de amenazas.

El primero (2007-2011) vino marcado por la Gran Recesión; el segundo, que entre 2019 y enero de 2023, por los dos procesos de impeachment (juicio político) al entonces (y ahora) presidente, Donald Trump, que celebró este jueves la noticia de su retirada como “un gran día para Estados Unidos”, y desaprovechó la oportunidad para mostrar nobleza en la victoria al llamarla “malvada y corrupta”, según Fox News. En ese segundo periodo, le tocó lidiar con la mayor crisis de la democracia estadounidense de la historia moderna, el asalto al Capitolio por una horda trumpista el 6 de enero de 2021, además de con la investigación del comité especial, formado por demócratas y republicanos, sobre el ataque.

El anuncio de su adiós también resucita —dos días después del triunfo en la alcaldía de Nueva York de un jovencísimo Zohran Mamdani, de 34 años— el debate sobre la urgencia de un relevo generacional en el poder de Washington, ciudad que en los últimos años se ha regido por las dinámicas propias de una gerontocracia, empezando por los dos últimos inquilinos de la Casa Blanca: Donald Trump, de 79 años, y Joe Biden, de 82.

El Capitolio también está lleno de ancianos y ancianas, más allá de Pelosi: desde los senadores Chuck Grassley (92 años) o Bernie Sanders (84) a los representantes Maxine Waters (87) y Steny Hoyer (86) o la delegada del Distrito de Columbia, Eleanor Holmes (88). Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado y el político con más responsabilidad del lote, tiene 74 años.

En 2022, vestida de blanco como las sufragistas, emocionada y nerviosa, anunció, después de que su partido perdiera el control sobre la Cámara, que seguiría como diputada, pero sin aspirar al liderazgo. “Es hora de dar paso a una nueva generación de demócratas”, dijo.

No fue del todo una sorpresa. Entonces, el futuro de esta antigua ama de casa californiana, factótum de la vida legislativa estadounidense, pendía de un hilo, por razones no solo electorales. El violento ataque sufrido por su esposo, Paul Pelosi, el 28 de octubre de 2022 lo mandó al hospital con fractura de cráneo, y pesó a todas luces más en su decisión que la suerte demócrata en las urnas.

Aquel ataque de un ultra conspiranoico, que venía a por ella, y que blandió el martillo contra su marido al no encontrarla, fue la consecuencia de años de demonización de su figura desde el mundo MAGA (Make America Great Again). El núcleo duro de fieles de Trump siempre está dispuesto a lanzar sus dardos cargados de misoginia contra Pelosi, una de las políticas que ejemplificó la resistencia al magnate republicano durante su primera presidencia con un teatral gesto. Fue en febrero de 2020 cuando la entonces speaker rompió las hojas del discurso sobre el estado de la Unión del nuevo presidente después de que este lo dictara, y como reacción a su contenido, con el que el mandatario “destrozó la verdad”, según advirtió ella.

Un salto adelante

Cuando dos años después dijo que se apartaba del liderazgo, la política hizo memoria sobre las dificultades que tuvo para abrirse paso en un mundo de hombres. “Cuando llegué a la Cámara, en 1987, había 12 mujeres demócratas, hoy son más de 90″, dijo entonces.

Aterrizó en Washington a los 47 años. Ronald Reagan, otro californiano, era presidente, y ella decidió dar el salto a la política tras haber criado a sus cinco hijos. Tuvo claro que no sería una representante más de un grupo de 435 políticos que, en su mayor parte, pasan desapercibidos.

Se convirtió en 2002 en líder de la minoría de la Cámara de Representantes. Cuatro años después, tras la victoria de su partido en las elecciones de medio mandato de 2006, que marcaron la recta final de la presidencia de George Bush hijo, se hizo en enero del año siguiente con el martillo de speaker. Acompañó la primera legislatura de Barak Obama, durante la que se apuntó el tanto de sacar adelante la Ley de Sanidad Asequible (ACA son sus siglas en inglés; Obamacare, su sobrenombre).

En su segunda vuelta, tuvo enfrente a Trump y empujó como nadie la presidencia de Biden (2017-2021), pese a contar con una magra mayoría en la Cámara Baja. Su capacidad para navegar en esa marea adversa consolidó su imagen de política severa y convincente, pero capaz de dialogar con el adversario para lograr sus objetivos. No se puede decir lo mismo de su sucesor actual, el representante Mike Johnson, que ha decidido clausurar las actividades en el hemiciclo mientras dura el que ya es el cierre del Gobierno más largo de la historia.

La retirada de Pelosi pone fin, por tanto, a una abultada hoja de servicios, en la que los críticos del ala progresista señalan un punto ciego: su escepticismo ante los dos procesos de impeachment a Trump, a los que ella se resistió por temor a sus consecuencias. Pelosi sospechaba que estos abrirían la caja de los truenos y que se llevarían por delante la menguante colaboración entre bancadas en un país cada vez más polarizado. Visto lo visto, no se equivocaba.

Pese a dejar de ser la speaker, Pelosi mantuvo durante el resto de la presidencia de Biden una notable influencia sobre su partido. Para empezar, porque logró colocar a su candidato, el demócrata de Nueva York Hakeem Jeffries en su lugar. Jeffries no lo tenía fácil para trabajar a la alargada sombra de la veterana política. En este tiempo, el político, carente del carisma de su predecesora, no ha logrado afianzar su control dentro del Capitolio. Tampoco, su imagen en Washington.

Después, durante la crisis por las dudas sobre la capacidad de Biden de presentarse a la reelección, Pelosi ejerció una considerable presión a puerta cerrada sobre su viejo aliado, que desembocó en la renuncia del candidato demócrata y en su sustitución por Kamala Harris, otra destacada política proveniente de la bahía de San Francisco, que acabaría perdiendo, este miércoles hizo un año, contra Trump.

En la segunda presidencia del republicano, Pelosi no ha sido esa personalidad siempre dispuesta a conquistar titulares por sus maniobras parlamentarias o sus declaraciones de alto voltaje. Eso cambió este jueves, por supuesto, cuando el anuncio de su retirada sumió a Washington en un tono elegíaco, como de fin de una época que llega con adiós de una de las políticas que mejor ha definido la ciudad como espacio geográfico y gran teatro de poder.

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