Édouard Philippe: “No hay otra solución para Francia que la dimisión de Macron”
El ex primer ministro y antiguo macronista dialoga con el presidente del Grupo PRISA, Josep Oughourlian, sobre la crisis que atraviesa su país y la responsabilidad del jefe del Estado
Francia atraviesa una de las crisis políticas más graves de las últimas décadas. Tres primeros ministros en menos de un año, cuatro gobiernos (uno de ellos duró apenas 836 minutos). Una deuda pública galopante, un Parlamento fracturado y el fulgurante ascenso de la ultraderecha, cada día más cerca del Palacio del Elíseo. Los interrogantes cada vez son mayores. Y, para muchos, la respuesta lleva el nombre de Édouard Philippe. El ex primer ministro, actual alcalde de Le Havre y viejo colaborador de Emmanuel Macron, es hoy el candidato más nítido para hacer frente al Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen en una hipotética segunda vuelta de las elecciones de 2027.
Philippe, político moderado y gran conocedor de las instituciones, sorprendió a toda Francia hace dos semanas cuando pidió la dimisión de Emmanuel Macron para salir de la crisis actual. Algo que solo hizo antes el general Charles De Gaulle, en 1969. A Philippe le acusaron de ingratitud, de romper el orden y funcionamiento de la V República. También de oportunismo, al ser él mismo aspirante a ese puesto de presidente. Pero el líder del partido Horizons se ha reafirmado en su idea este martes, durante una conversación con el Presidente del Grupo PRISA, Joseph Oughourlian, en el foro World in Progress (WIP), donde ha analizado la crisis francesa y el futuro de Europa.
“Sé que pedir la dimisión del presidente suscita en comentarios negativos por parte de los partidos instalados. El presidente es el garante de las instituciones, así se estableció en 1958. Acusarle de estar en el origen de la crisis, señalar que debería organizar una marcha organizada, por no decir dimisión, es como hablar en misa: no se hace. Sin embargo, y no lo digo con agresividad hacia él, no veo otra solución creíble”.
La crisis francesa lleva años larvándose en distintos frentes. Y según dio a entender Philippe, comienza a tener el aspecto de una tormenta perfecta. “Hemos conocido crisis políticas graves. Pero nunca un momento en el que la Asamblea Nacional no era capaz de determinar una mayoría. Lo que ocurre ahora es algo que no veíamos desde hace mucho tiempo. Una compleja conjunción entre crisis política muy profunda y una crisis económica duradera. Unidas, crean un conjunto inestable e indeterminado”, apuntó.
La inquietud crece. También en los mercados, que mandan desde hace semanas mensajes a través de los costos de financiación del país. “Los franceses ven que no va bien. El país se debilita, y los socios mundiales lo ven y no les gusta”, alertó, interrogado por Oughourlian sobre las consecuencias inmediatas de esa incertidumbre, que empieza a inquietar a los vecinos europeos.
Philippe es una criatura política surgida de los mejores años del macronismo, cuando aquel movimiento de centro radical encandilaba al mundo. Fue el jefe del Estado quien le nombró primer ministro en 2017, para ejercer el cargo durante tres años y medio: una eternidad vista el fulgurante desfile de ejecutivos, como el mismo explicó en la conversación. Pero hoy es un verso libre y ha cortado definitivamente ese cordón umbilical, situando a su mentor en el origen de esta crisis y abogando por la dimisión. “La disolución de la Asamblea Nacional [que implica convocar elecciones legislativas] podría parecer lo evidente ahora. Pero Macron provocó la situación actual con la disolución de 2024, que es un desastre. Él es el responsable. Si lo vuelve a hacer y regresamos a un Parlamento todavía menos gobernable, con un gran bloque de extrema derecha, uno de extrema izquierda y otro pequeño más central, nos encontraremos en una crisis institucional grave, enorme. Y ya no podrá volver a disolverse hasta al cabo de un año [la Constitución solo permite disolver las cámaras cada 12 meses]. De modo que ni siquiera ya una dimisión de Macron podría solucionar el problema”.
El ruido, la inestabilidad y la imparable fragmentación del centro político favorecen a los extremos. Especialmente al Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, alertó Philippe, que hoy es el mejor colocado para ganar las elecciones. “No sabemos quién será el candidato de extrema derecha [Le Pen espera un recurso de apelación a la sentencia que la inhabilitó para presentarse a las elecciones de 2027]. Pero será el favorito. Es el partido mejor organizado ahora, con mayor base electoral, más dinero y en condiciones de ganar la batalla cultural. ¿Ganará? Pueden pasar muchas cosas. No es inevitable, pero es el favorito”, insistió.
El actual primer ministro, Sébastien Lecornu, sobrevivió la semana pasada a dos mociones de censura tras aceptar la exigencia del Partido Socialista de suspender la polémica reforma de la ley de pensiones. Quizá la única gran transformación estructural de la era Macron, que elevaba la edad de jubilación de 62 a 64 años. Oughourlian le preguntó a Philippe por esa marcha atrás y por la sombra que persigue a Francia, la de un país imposible de reformar. “Francia, como todas las grandes democracias, tiene sus problemas. Pero es gobernable. Nuestro gran problema son las pensiones. Lo vimos venir desde hace 45 años, se arregló en todos lados, menos en Francia. Reconozco que es difícil. Pero no se puede deducir que es irreformable. Hemos reformado la educación, el sistema fiscal… El problema es que el cuadro jurídico aprieta y no hay estrategias. El debate público no es de calidad, no hay propuestas claras”, señaló el candidato.
Philippe, candidato mejor situado hoy para competir con la extrema derecha en las Presidenciales de 2027, reafirmó en el WIP su voluntad de convertirse en un actor principal de esa transformación. Pero, sobre todo, alertó de la urgencia para Europa de recuperar una Francia fuerte. Especialmente ante escenarios como el “aterrador” acuerdo comercial entre la UE y EEUU. “Europa ha renunciado a un debate en igualdad de fuerzas. Hay muchos países que tienen miedo a librarlo, y es normal. Pero cuando Francia es débil no logra convencerles”, analizó. “El debate era si Europa debía ser una potencia o un mercado. Pero no hicimos ni una, ni la otra. Una potencia defiende sus intereses, mide sus fuerzas. Y la integración del mercado europeo, como han dicho Enrico Letta y Mario Draghi, es insuficiente”, advirtió al final de la conversación.