Los negociadores comerciales de China y Estados Unidos se citan en Malasia para resolver la disputa de las tierras raras
El encuentro entre los equipos de Pekín y Washington será determinante para salvar el encuentro entre Trump y Xi previsto para finales de mes
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y su contraparte china, el viceprimer ministro He Lifeng, se verán las caras la semana que viene en un intento de encauzar, de nuevo, las tensas relaciones comerciales. Su...
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y su contraparte china, el viceprimer ministro He Lifeng, se verán las caras la semana que viene en un intento de encauzar, de nuevo, las tensas relaciones comerciales. Su cita, que tendrá lugar en Malasia, buscará rebobinar el tiempo dos semanas, cuando la tregua entre las dos mayores economías del planeta parecía bien cocinada, antes de que China aprobara un nuevo mecanismo de control de exportaciones de tierras raras que ha enfurecido a la Casa Blanca.
El encuentro entre los principales negociadores comerciales de Washington y Pekín, muñidores de la frágil tregua forjada durante los últimos meses, servirá además como termómetro para observar si sus respectivos jefes, Donald Trump y Xi Jinping, deciden finalmente cancelar o mantener el encuentro de alto nivel previsto para finales de mes en Corea del Sur, y para ver si el republicano cumple o no su amenaza de imponer aranceles adicionales del 100% sobre la República Popular.
Bessent, que lleva toda la semana combinando el mensaje conciliador y los garrotazos verbales contra China ―“Esto es China contra el resto del mundo”― ha anunciado el encuentro con He, después de la videollamada que ambos han mantenido este sábado (hora de Pekín; la noche del viernes en Washington). “Hemos mantenido conversaciones francas y detalladas sobre el comercio entre Estados Unidos y China”, ha explicado Bessent en un mensaje en la red social X. “Nos reuniremos en persona la próxima semana para continuar nuestras discusiones“.
Pekín ha explicado que el intercambio entre Bessent, He y el representante comercial estadounidense, Jamieson Greer, ha sido “constructivo” y se ha centrado en “la implementación del importante consenso alcanzado en todas las conversaciones previas entre ambos jefes de Estado este año”, según una breve nota publicada en la agencia oficial Xinhua. Los negociadores “acordaron celebrar una nueva ronda de consultas económicas y comerciales entre China y Estados Unidos lo antes posible”, señala.
El Gobierno chino considera que Washington ha vulnerado en las últimas semanas el espíritu de la tregua sellada por ambos países desde mayo a lo largo de varios encuentros en Ginebra, Londres, Estocolmo y Madrid, y los compromisos alcanzados entre Trump y Xi en dos conversaciones telefónicas en junio y septiembre. Las negociaciones lograron poner en suspenso una disputa arancelaria que se disparó en abril, cuando ambos países llegaron a imponerse barreras comerciales cruzadas de tres dígitos. Esa tregua, decretada por Trump en mayo y prorrogada en agosto, termina el 10 de noviembre.
El pasado 9 de octubre, Pekín aprobó una batería de medidas para restringir el comercio de tierras raras y de materiales críticos vinculados a la producción de baterías de litio y de otros procesos industriales de alta tecnología. Bessent aseguró que no entendía el motivo: “No sabemos por qué los chinos han decidido hacerlo ahora”, dijo en una entrevista en Fox.
Pero Pekín se ha encargado de dejar claro que el origen de su disgusto se encuentra en varias disposiciones “restrictivas” aprobadas por Estados Unidos desde el último encuentro de los equipos negociadores en Madrid en septiembre. El Ministerio de Comercio ha acusado a Washington de “doble rasero”, y ha protestado por la incorporación de empresas chinas en la lista de control de entidades estadounidenses por falta de transparencia fiscal y nuevos recargos en las tarifas portuarias a los buques chinos.
Quizá la disposición más relevante de todas fue la actualización, el pasado 29 de septiembre, de las normas de control de las exportaciones estadounidenses. Esta añadía automáticamente a la lista a cualquier compañía que sea propiedad en más de un 50% de una empresa incluida previamente en la lista negra. China, con un buen puñado de organizaciones en esa relación de empresas sujetas a restricciones comerciales, puso el grito en el cielo.
“¿Cómo podían esperar los funcionarios estadounidenses que Pekín ignorara la inclusión de hasta 10.000 empresas chinas en la lista de entidades o que no generara una reacción exagerada por parte de Pekín?“, se preguntaba en un reciente artículo Paul Triolo, experto en China y cuestiones tecnológicas, y socio de la consultora DGA-Albright Stonebridge Group.