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Descubierta por primera vez en Egipto una fosa común con posibles víctimas de ejecuciones del ejército

La Fundación Sinaí para los Derechos Humanos estima en más de 300 los cadáveres encontrados

Unos 12 kilómetros al sur del aeropuerto de Al Arish, la capital de la gobernación egipcia del Sinaí del Norte, y a escasa distancia de una carretera que lleva al cruce de Abu Agila, yacen dos grandes hoyos de los que hasta 2010 se extraía arcilla para fertilizar terrenos agr...

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Unos 12 kilómetros al sur del aeropuerto de Al Arish, la capital de la gobernación egipcia del Sinaí del Norte, y a escasa distancia de una carretera que lleva al cruce de Abu Agila, yacen dos grandes hoyos de los que hasta 2010 se extraía arcilla para fertilizar terrenos agrícolas. Recientemente, sin embargo, un grupo local de derechos humanos halló restos humanos en la superficie de una de las fosas, así como decenas de cadáveres enterrados de manera muy superficial y con una distribución que sugería que el lugar se usó durante años. La mayoría de los cuerpos parecían haber sido sepultados de forma apresurada y clandestina, sin respetar costumbres religiosas y sociales. Es la primera vez que se tiene constancia de una fosa común en Egipto.

El equipo de la Fundación Sinaí para los Derechos Humanos, que accedió al lugar pese a las severas restricciones y al enorme riesgo de ser detenido, encontró prendas de ropa y objetos junto a los cadáveres que indicaban un uso civil cotidiano, y no halló ni uniformes militares ni artículos que apunten a que se trataba de combatientes. Algunos de los cráneos localizados aún conservaban trozos de tela atados alrededor de los ojos. En total, obtuvieron documentación visual de los restos de al menos 36 personas, pero las pruebas recopiladas les llevaron a estimar que solo una de las fosas contiene los restos de más de 300 personas.

Es la primera vez que se descubre y documenta en Egipto la existencia de al menos una fosa común de este tipo, hasta ahora desconocida incluso para activistas locales. La Fundación Sinaí cree que cientos de personas fueron enterradas en los últimos años, muchas de ellas ejecutadas de forma extrajudicial en el marco de operaciones militares del Estado en el norte del Sinaí. La organización dispone, además, de pruebas sobre al menos otra fosa situada en el centro del Sinaí, a la que no ha tenido acceso.

Desde 2013, tras el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi por parte del ejército, las operaciones militares en el norte del Sinaí, principalmente contra un grupo que luego juró lealtad al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), se intensificaron hasta que el Estado recuperó en gran medida el control en 2022. Grupos de derechos humanos documentaron graves violaciones contra civiles cometidas durante el conflicto ―por fuerzas estatales y milicias tribales aliadas, así como por el Estado Islámico―, incluidas detenciones masivas, desapariciones, torturas y ejecuciones.

La Fundación Sinaí localizó las fosas a partir de las indicaciones de dos antiguos miembros de milicias tribales aliadas del ejército que decidieron filtrar la información para que las familias del Sinaí pudieran comenzar a conocer el destino de sus allegados. La fosa de Al Arish, que pudieron visitar en dos ocasiones, se encuentra a unos 20 kilómetros del cuartel general del Batallón 101, que asumió el mando central de las operaciones militares contra el Estado Islámico en la región y cuyas instalaciones contaban con un centro de detención extraoficial.

La investigación señala que la fosa de Al Arish yace próxima a un puesto militar equipado con cámaras de vigilancia avanzadas. Durante la última década, además, el ejército bloqueó una carretera adyacente y, hasta 2023, la fosa permaneció rodeada por múltiples puestos de control conectados por barreras de arena. Estas obstruían la visibilidad, haciendo casi imposible detectar el sitio. En 2014, el ejército también desalojó a la fuerza a los residentes de pueblos cercanos, que posteriormente demolió, e impuso un toque de queda nocturno hasta 2021.

La Fundación Sinaí considera que las ejecuciones extrajudiciales pueden constituir crímenes de lesa humanidad y subraya que, si tienen lugar en un conflicto armado —como sostienen— y afectan a personas no combatientes, son crímenes de guerra. La organización pide a Egipto que revise la situación de los detenidos en el norte del Sinaí, que investigue los casos de desapariciones forzadas y ejecuciones, y que indemnice a las familias afectadas. Asimismo, solicita que la ONU establezca una comisión de investigación independiente.

Además del hallazgo de la Fundación Sinaí, el grupo de investigación Forensic Architecture analizó imágenes de satélite históricas de la zona y detectó una militarización significativa en las inmediaciones de la fosa de Al Arish entre 2013 y 2016, incluidos nueve puestos militares en un radio de 8 kilómetros, así como la destrucción de edificios e infraestructura civil. También observó marcas de vehículos militares y signos de alteración del terreno, sobre todo entre enero de 2015 y junio de 2017, coincidiendo con el momento álgido del conflicto.

Uno de los testimonios recogidos en la investigación de la Fundación Sinaí habla de Ahmed Rashid, detenido y desaparecido en octubre de 2016. “Fue un día que nunca olvidaremos, nadie puede imaginar lo que pasamos”, relata su madre. Su esposa asegura que, después de que irrumpieran en su domicilio y se lo llevaran, siguió preguntando: “Me dijeron [que eran] solo trámites, no hay nada contra él. Dijeron que lo liberarían. Envié telegramas a la Fiscalía y al Ministerio del Interior, no una, sino varias veces. No pasó nada, nadie respondió”.

Tiempo más tarde recibieron la mala noticia. “Su tío se enteró primero y, cuando vino a vernos, nos dijo que en internet se decía que el Ministerio del Interior había emitido un comunicado en el que afirmaba que habían matado a diez ‘terroristas’ y que el nombre de Ahmed figuraba entre los diez”, evocó su madre. La esposa lamenta: “Hasta el día en que me enteré de su muerte seguía allí sentada, esperando que Ahmed llamara a la puerta en cualquier momento”. “Entonces algunas personas me dijeron que la noticia no era cierta, que no había cadáveres”. “Algunos insistían en que era verdad, otros lo negaban”, desliza, “y yo no sabía qué creer”.

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