Groenlandia, el foco más caliente en la disputa de las grandes potencias por el Ártico
Trump insiste en anexionar la gigantesca isla danesa a Estados Unidos para contrarrestar la creciente influencia de Rusia y China en la región
En las colinas alrededor del puerto de Nuuk, decenas de pequeñas viviendas coloridas, construidas en madera y con los techos cubiertos de nieve, dominan la escena. Una de ellas, roja y diminuta, alberga la sede diplomática más septentrional de Estados Unidos. Inaugurado en 2020, a finales del primer mandato de Donald Trump en la Casa Blanca, el consulado de la potencia norteamericana en la capital de Groenlandia refleja ...
En las colinas alrededor del puerto de Nuuk, decenas de pequeñas viviendas coloridas, construidas en madera y con los techos cubiertos de nieve, dominan la escena. Una de ellas, roja y diminuta, alberga la sede diplomática más septentrional de Estados Unidos. Inaugurado en 2020, a finales del primer mandato de Donald Trump en la Casa Blanca, el consulado de la potencia norteamericana en la capital de Groenlandia refleja el renovado interés de Washington en la gigantesca isla ártica, la mayor del planeta, de tan solo 57.000 habitantes y con un enorme valor geoestratégico. EE UU ya tiene una base militar en Groenlandia, pero aspira a aumentar su presencia para contrarrestar la influencia de Rusia y China en la región.
En los últimos meses, Groenlandia —uno de los lugares más remotos y vírgenes del planeta— ha atraído la atención de medio mundo. Las constantes amenazas de Trump de anexionar a EE UU este territorio autónomo del reino de Dinamarca han generado pavor en Copenhague y entre la población groenlandesa. El presidente estadounidense, que ya planteó en 2019 la posibilidad de comprar la isla a Dinamarca, su aliado en la OTAN, insiste en que “la propiedad y el control” de Groenlandia es “una necesidad absoluta” para Washington.
Mientras Groenlandia se calienta —literal y figuradamente—, Dinamarca trata de apagar el fuego, recabando apoyos entre sus aliados europeos y con el anuncio de una inversión multimillonaria para elevar en los próximos años las capacidades defensivas —descuidadas durante décadas— de la inmensa isla helada.
El interés de EE UU en incorporar a su territorio a Groenlandia —con un tamaño equiparable a la suma de Francia, España, Italia, Alemania y el Reino Unido— no es nuevo. Washington ya fracasó en sus intentos de quedarse con la isla en 1867, 1910, 1946 y 1955. En los últimos años, el Ártico se ha convertido en una zona vital para los intereses de Rusia, China y EE UU; y Trump percibe ahora a Groenlandia como la joya de la corona.
EE UU tiene presencia en Groenlandia, geográficamente parte de América del Norte, desde hace más de ocho decenios. En plena II Guerra Mundial, con Dinamarca invadida por la Alemania nazi, el ejército estadounidense ocupó temporalmente la isla. Un acuerdo firmado en 1951 entre EE UU y Dinamarca —al que se sumó el Gobierno autónomo de Groenlandia en 2004— establece el derecho de Washington a construir bases militares en este territorio danés, siempre y cuando se notifique a Copenhague y Nuuk.
Las Fuerzas Armadas estadounidenses mantienen desde 1943 la base militar de Pituffik, en el noroeste de Groenlandia, bajo el mando de la Fuerza Espacial de EE UU, una rama del ejército creada por Trump en 2019. Ulrik Pram Gad, del Instituto Danés de Estudios Internacionales, explica por teléfono que esta base —que alberga un sistema de alerta temprana de detección y rastreo de misiles intercontinentales— tiene una importancia estratégica para Washington. “Si Rusia o China atacaran a EE UU con misiles balísticos nucleares, estos cruzarían el Polo Norte, y los radares de Pituffik serían esenciales para poder evitar el impacto”, desarrolla el investigador.
Potencial escenario de confrontación durante la Guerra Fría, con una densa infraestructura militar y la menor distancia entre el territorio de EE UU y el de la Unión Soviética, tras el colapso del bloque comunista el Ártico pasó a constituir una región de cooperación internacional. Hasta que, en 2022, la invasión rusa de Ucrania dinamitó todos los avances logrados durante la etapa de colaboración. Poco después de que los tanques del Kremlin cruzaran la frontera, los siete miembros occidentales del Consejo Ártico —Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Islandia, Noruega, Suecia y Finlandia— congelaron sine die las funciones del organismo, creado en 1996 por Moscú, cuando Rusia formaba parte del G-8.
Además del incremento de la tensión internacional, el cambio climático está reconfigurando la región más septentrional del planeta. El deshielo ofrece nuevas oportunidades económicas, con la paulatina apertura de nuevas rutas marítimas y la posibilidad de explotar los recursos mineros y los hidrocarburos que hasta hace poco resultaban inaccesibles.
El creciente interés de Moscú y Pekín en el Ártico es manifiesto. Rusia ha reacondicionado en su costa norte más de una decena de las bases militares que quedaron abandonadas tras el final de la Guerra Fría, además de inaugurar varias nuevas. China, por su parte, publicó en 2018 un libro blanco en el que definía al país como un “Estado cercano al Ártico”. El pasado octubre, la Guardia Costera china anunció haber entrado por primera vez en aguas árticas como parte de un patrullaje conjunto con Rusia.
Trump insiste en que la mayor influencia que ejercen cada vez Moscú y Pekín en el Ártico convierte el control de la isla danesa en esencial para EE UU. “No hace falta ni usar binoculares. Miras hacia Groenlandia y puedes ver barcos chinos y rusos por todas partes. No vamos a permitir que eso suceda”, declaró el mandatario estadounidense en enero.
Submarinos rusos
Pram Gad considera que “a EE UU le preocupa que, en caso de conflicto, Rusia podría ser capaz de destruir los radares de Pituffik, además de infiltrar aviones de combate y submarinos por la costa este de Groenlandia sin ser detectados”. El investigador danés agrega que Washington ha presionado a Copenhague en el último decenio para que instale radares que permitan detectar los submarinos.
La Flota del Norte, con base en la ciudad rusa de Múrmansk, la mayor que existe al norte del círculo polar ártico, dispone de al menos una decena de los 16 submarinos estratégicos —diseñados para transportar y lanzar misiles balísticos intercontinentales con ojivas termonucleares— que opera Rusia. Jeppe Strandsbjerg, investigador del Centro de Política Exterior y de Seguridad de la Universidad de Groenlandia, sostiene que “Dinamarca ha tardado más en reaccionar ante estos riesgos de lo que le habría gustado a EE UU”.
Tanto Pram Gad como Strandsbjerg, sin embargo, creen que las afirmaciones de Trump sobre la influencia de Pekín en la isla danesa del Ártico son claramente exageradas. “China intentó durante años involucrarse en diferentes proyectos en Groenlandia, pero básicamente se ha rendido; se ha dado cuenta de que EE UU y Dinamarca jamás lo van a permitir”, subraya Strandsbjerg.
En una nueva muestra de que las aspiraciones de Trump sobre Groenlandia van en serio, el presidente subrayó sus intenciones el pasado viernes en la Casa Blanca ante Mark Rutte, secretario general de la OTAN. “Creo que se producirá [la anexión]. Estoy sentado junto a un hombre que puede ser decisivo en este asunto”, dijo Trump. “Sabes, Mark, es muy importante para la seguridad internacional porque tenemos a nuestros actores favoritos [chinos y rusos] rondando su costa, y tenemos que tener mucho cuidado”. Rutte contestó: “Cuando se trata de Groenlandia y de si debe unirse a EE UU o no, me mantengo al margen de la discusión por un tiempo, porque no quiero involucrar a la OTAN en esto”, antes de añadir que Trump “tiene toda la razón” sobre los riesgos que representan China y Rusia en la región.
Strandsbjerg destaca que “el interés que ha tenido históricamente EE UU en Groenlandia no carece de lógica, pero la actitud de Trump, y de los que le rodean, lleva el asunto a una nueva dimensión”. El investigador de la Universidad de Groenlandia critica que el consulado estadounidense en Nuuk haya replicado en las redes sociales las amenazas del mandatario y que, unos días antes de las elecciones parlamentarias que se celebraron en Groenlandia la semana pasada, convocara a una reunión, sin éxito, a los representantes de los principales partidos para debatir la futura relación de la isla con la primera potencia mundial.
El sábado, cientos de ciudadanos groenlandeses, entre ellos el líder del partido liberal ganador de las elecciones, Jens-Frederik Nielsen, y el primer ministro en funciones, Múte Egede, se manifestaron ante el consulado estadounidense en Nuuk, a casi 10 grados bajo cero, contra las intenciones de Trump bajo el lema “¡Basta ya!”.