Vance lanza un ataque ideológico contra Europa y desata la indignación en Múnich
El vicepresidente estadounidense elude referencias a la guerra en Ucrania en la Conferencia de Seguridad de Múnich y dedica su discurso a criticar la acción frente a la ultraderecha. “La libertad de expresión está en retroceso en Europa, me temo”, asegura
Los participantes de la Conferencia de Seguridad de Múnich que esperaban que el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, ofreciera pistas acerca de los planes de su Administración para gestionar conflictos ...
Los participantes de la Conferencia de Seguridad de Múnich que esperaban que el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, ofreciera pistas acerca de los planes de su Administración para gestionar conflictos como el de Ucrania y Oriente Próximo no vieron satisfechas sus expectativas. A cambio, se toparon este viernes con una durísima arremetida de corte ideológico contra los países europeos que evidencia un desgarro vertiginoso entre las dos orillas del Atlántico Norte mientras el mundo se precipita en una peligrosa espiral de confrontación de potencias. La ofensiva fue de tal calibre que el asombro y la indignación recorrieron la conferencia, llena de dirigentes europeos. Boris Pistorius, ministro de Defensa de Alemania, lo resumió diciendo que no era “aceptable” el cuestionamiento de las democracias europeas lanzado por el vicepresidente de EE UU.
Vance fue claro desde el principio. “La amenaza que más temo para Europa no es Rusia, no es China, no es un factor externo. Es la amenaza interna”, dijo. Y esta es, a su juicio, “la retirada de algunos de sus valores fundamentales, valores compartidos con EE UU”. “La libertad de expresión está en retroceso en Europa, me temo”, alegó el vicepresidente.
A partir de ahí, Vance desarrolló una serie de andanadas con el denominador común de sostener que en Europa se está produciendo una reacción antidemocrática que busca suprimir ideas —el ideario de la ultraderecha— que son legítimas y deberían ser, en su opinión, consideradas de otra manera en el debate público. La brecha de visiones cristalizadas por su discurso y el anterior, el de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pareció por momentos un abismo. A la divergencia estratégica —con un EE UU centrado en China y poco interesado en Europa— se suma una ideológica de un calado que hace difícil imaginar una cooperación mínimamente eficaz en los próximos años. No solo Elon Musk —el hombre que acumula el poder de ser el más rico del mundo y, al mismo tiempo, uno de los principales asesores de Trump— parece decidido a interferir en la política de otros países respaldando sin tapujos a las ultraderechas locales. Desde la misma Casa Blanca hay una abierta operación de blanqueo y respaldo que se produce incluso, como en el caso de Alemania, en plena campaña electoral.
Kaja Kallas, alta representante de Exteriores y Seguridad de la UE, resumió el desconcierto que Vance provocó entre los europeos. “Parece que quieren iniciar una pelea con nosotros”, dijo. Una pelea que no es otra cosa sino una guerra cultural lanzada mientras se libra una de acero y explosivos en el continente. La yuxtaposición entre la actitud elogiosa de Trump ante líderes autoritarios como Putin y Xi Jinping y las críticas proferidas en Múnich encierran un mensaje probablemente muy profundo.
Vance cargó en un amplio espectro de cuestiones. Criticó la anulación de elecciones presidenciales en Rumania que encumbraron a un candidato filorruso tras una turbia campaña de apoyo en la red china TikTok —a su juicio, una medida decidida con “pruebas endebles”—; lamentó la presunta supresión de opiniones antifeministas; se entrometió en la política alemana sosteniendo que “no hay espacio para cortafuegos” (en referencia al cordón sanitario contra el partido ultraderechista AfD); y mantuvo que no hay nada más importante que la lucha contra la inmigración excesiva. Alice Weidel, candidata a la cancillería por AfD para las elecciones del 23 de febrero, celebró el “excelente” discurso de Vance.
Así, quienes esperaban tener más detalles sobre la decisión de Donald Trump de entablar un diálogo directo con el presidente ruso, Vladímir Putin, sin contar de antemano con Ucrania y los europeos, haciéndolo además al compás de un ministro de Defensa, Pete Hegseth, que aclara que hay que descartar para Kiev la perspectiva de entrar en la OTAN o la de recuperar territorios, se encontraron con que la gran amenaza para Europa no son los tanques y misiles del Kremlin, sino los presuntos excesos de la reacción frente al auge ultra.
Sociedades enfermas
Se puso jocoso Vance animando a los europeos: si EE UU pudo aguantar durante años la interferencia de la activista medioambiental Greta Thunberg, Europa podrá sostener unos meses aquella de Elon Musk. Sostuvo además que hay que escuchar las voces del pueblo; que sociedades que temen las opiniones de sus ciudadanos son sociedades enfermas.
Por supuesto, no solo Vance eludió referencias a la guerra de Ucrania, sino también aquellas a cómo el bando que representa en su país abusó de la libertad de expresión, por ejemplo, divulgando llanas mentiras contra los inmigrantes afirmando que se comían las mascotas de los blancos de EE UU. También eludió señalar el problema que representa el hecho de que el hombre más rico del mundo sea a la vez la figura posiblemente más influyente en el Gobierno de EE UU, dueño de una plataforma de comunicación digital de gran importancia que difunde bulos interesados de forma sistemática. Musk también posee otra con creciente relevancia en el ámbito de las conexiones a internet. Y, por supuesto, Vance olvidó mencionar también que su jefe, Trump, alentó un asalto al Congreso de EE UU. La amenaza que le preocupaba para la democracia no era ni esa ni la de los tanques de Putin, sino la que supuestamente se ciñe sobre los partidarios de ideas ultras en Europa.
El desgarro entre EE UU y la Europa tradicional, pues, avanza en múltiples frentes. En el militar, Washington espera claramente que Europa se ocupe de sí misma. En el ideológico, las cúpulas están en las antípodas. En el económico, se va gestando una posible guerra comercial de amplia escala.
Von der Leyen hizo referencia a esta cuestión en su discurso. “Guerras comerciales y aranceles punitivos no tienen sentido. Elevan la inflación. Golpearán a trabajadores, empresas y clases medias, a ambos lados del atlántico. Queremos evitar una carrera hacia el fondo. Pero, como hemos ya aclarado, aranceles injustificados contra la UE no permanecerán sin respuesta. Déjenme ser clara: somos uno de los mayores mercados del mundo. Utilizaremos nuestros instrumentos para salvaguardar nuestra seguridad económica y nuestros intereses”, dijo.
Después de Vance y Von der Leyen intervino en la sesión plenaria Wang Yi, alto dirigente de Exteriores de China. Como de costumbre, trató de perfilar a Pekín como una fuerza estabilizadora en medio de las turbulencias que agitan el orden mundial. Y, en lo que sonó como un guiño significativo a Europa, dijo: “No tenemos por qué ser rivales”.
A continuación, Boris Pistorius, ministro de Defensa de Alemania, replicó de forma muy clara a Vance: “Yo tenía un discurso preparado. Iba de seguridad en Europa. Pero no puedo empezar como tenía planeado. No puedo ignorar lo que he oído. Esta democracia ha sido cuestionada por el vicepresidente de EE UU [...], que compara lo que ocurre en Europa con cosas que se producen en regímenes autoritarios. Esto no es aceptable. La democracia no significa que una minoría ruidosa pueda decidir qué es la verdad. La democracia debe ser capaz de defenderse ante los extremistas”. El Atlántico Norte se ha ensanchado este viernes con el peso demoledor de agrias palabras pronunciadas en Múnich.