El gas se dispara tras el ataque ucranio a la última interconexión entre Rusia y la UE

El Kremlin acusa a Kiev de cometer un acto de “terrorismo energético” al enviar drones para dañar una estación de compresión del gasoducto Turkstream. EE UU redobla sus sanciones sobre Moscú

Un trabajador de Gazprom, en una estación de compresión del Turkstream, en octubre de 2021.Dmitry Feoktistov (Dmitry Feoktistov/TASS)

El ejército ucranio ha atacado el último gasoducto que une a su invasor, Rusia, con la Unión Europea, apenas dos semanas después de que Kiev cortase el suministro de gas de su enemigo a través de su territorio. El Ministerio de Defensa ruso ha confirmado este lunes que Ucrania ha atacado con drones una estación del Turkstream situada en el sur del gigante euroasiático. De acue...

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El ejército ucranio ha atacado el último gasoducto que une a su invasor, Rusia, con la Unión Europea, apenas dos semanas después de que Kiev cortase el suministro de gas de su enemigo a través de su territorio. El Ministerio de Defensa ruso ha confirmado este lunes que Ucrania ha atacado con drones una estación del Turkstream situada en el sur del gigante euroasiático. De acuerdo con la versión de Moscú, los artefactos provocaron daños menores y la actividad de la instalación no cesó en ningún momento. Hungría, miembro de la UE y al mismo tiempo aliado del Kremlin, ha tildado la ofensiva de agresión a su soberanía.

El bombardeo tenía como objetivo la estación compresora Rússkaya, situada en el municipio de Gai-Kodzor, en la región caucásica de Krasnodar. Las Fuerzas Armadas rusas han asegurado que derribaron los nueve drones detectados, pero, aun así, estos alcanzaron varias instalaciones del complejo.

“Como resultado de la caída de fragmentos de un aparato aéreo no tripulado, un edificio y el equipo de la estación de medición de gas sufrieron daños menores”, ha manifestado el Ministerio de Defensa ruso a través de un comunicado antes de agregar que “no hubo ninguna interrupción” en el suministro.

El ejército ruso no reconoció el ataque hasta entrada la mañana de este lunes, a las 10.30 de Moscú (dos horas menos en la España peninsular). Un día antes, el jefe de un distrito cercano, Serguéi Les, había advertido a través de su canal de Telegram de que se iba a producir un ataque inminente en la zona. “Está prohibido publicar en las redes sociales fotografías o vídeos de vehículos aéreos no tripulados, sistemas de defensa aérea y los operativos”, recordaba el político a sus vecinos a modo de advertencia.

La reacción de los mercados no se ha hecho esperar. Prácticamente, desde que se conoció el ataque, el precio del gas natural en Europa empezó a subir. Una escalada que se aceleró en el tramo final de la jornada, con un aumento que al cierre superaba el 7%, el mayor desde mayo del año pasado. Aunque son muchos los factores que influyen cada día en la cotización de este combustible —vital para las calefacciones y la industria— lo ocurrido el fin de semana sin duda ha añadido un elemento adicional de presión.

El Turkstream parte desde Anapa, en el Cáucaso ruso, y cruza hasta la Unión Europea a través de las aguas del mar Negro y Turquía. La infraestructura comenzó a operar en enero de 2020 con sus primeros envíos de gas ruso a Bulgaria, pero las sanciones europeas a Rusia por la invasión de Ucrania han mermado su negocio. Pese a ser capaz de suministrar 31,5 millardos de metros cúbicos de gas al año, hoy apenas bombea la mitad (unos 15 millardos) a Rumania, Grecia, Serbia y Hungría, según estima el diario ruso Kommersant.

El ataque ha molestado al Gobierno húngaro, uno de los principales apoyos de Putin dentro de la Unión Europea. “Cualquier acción que amenace la seguridad del suministro energético de Hungría debe considerarse un ataque a la soberanía del país”, ha declarado este lunes el ministro de Exteriores de Hungría, Péter Szijjártó.

El Kremlin también ha condenado el ataque. El portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, ha atribuido a Washington el beneficio último de la acción ucrania a pesar de que este tipo de ataques busca mermar antes que nada los ingresos de su invasor. “El beneficiario de todo esto es Estados Unidos, que está aumentando significativamente los suministros de gas natural licuado (GNL) a los mercados europeos”, ha manifestado Peskov.

En la cotización de este lunes influyen, también, las nuevas sanciones impuestas por EE UU sobre la industria fósil rusa. Entre las infraestructuras afectadas por este nuevo paquete se encuentran dos terminales de clave para la exportación en el mar Báltico —Portovaya y Vysotsk—, que suponen el 7% de sus exportaciones de GNL (el que viaja por barco). En la lista no está, en cambio, Yamal LNG, la mayor instalación de este tipo, fundamental en la llegada de gas a Europa. Es la primera vez que EE UU pone la proa sobre terminales en operación; hasta ahora, las medidas punitivas se centraban en dotaciones en fase de diseño o construcción.

Tanto el suceso del Turkstream como el renovado empuje sancionador de Washington llegan en un momento relativamente tenso para el mercado gasista del Viejo Continente, con las reservas subterráneas vaciándose al ritmo más rápido en una década y con unas temperaturas que este enero están siendo ligeramente más frías que en la media de la última década.

Los 31,5 millardos de metros cúbicos (bcm) de capacidad anual de tránsito hacen que este tubo sea, por sí mismo, capaz de cubrir casi la décima parte de la demanda total de la Unión Europea si el combustible fluyese por él de forma continua. Es, además, vital para el aprovisionamiento de países como Hungría, Eslovaquia o —ya fuera del club comunitario— Serbia. Tiene, además, un especial simbolismo, al haberse convertido hace dos semanas en la última vía de entrada del gas ruso a Europa por vía terrestre.

El fin del suministro a través de Ucrania —una de las grandes paradojas de la guerra— dejó, el pasado 1 de enero, al Turkstream como la única reminiscencia de los viejos tiempos, aquellos en los que la UE tenía en los gasoductos rusos su principal cauce de aprovisionamiento. Hoy ya no es así: la mayor parte del gas que llega a la UE desde Rusia lo hace, a bordo de buques metaneros, en forma de GNL. Unos volúmenes que se han disparado desde el inicio de la invasión, tanto desde Rusia como desde otras potencias gasistas, como Estados Unidos, Qatar, Nigeria, Argelia o Australia.

El intento de ataque de este fin de semana no es el primero que sufre uno de los gasoductos por los que fluye —fluía— el gas ruso rumbo a la UE. El más mediático fue la voladura con explosivos del Nordstream, en el lecho del mar Báltico, a finales de septiembre de 2022. Aunque más de dos años después sigue sin estar claro el nombre del autor de aquel sabotaje, el de mayor magnitud desde la II Guerra Mundial, algunas informaciones recientes —como la publicada el pasado verano por el diario estadounidense The Wall Street Journal— señalan directamente a Kiev.

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