Starmer sofoca la primera revuelta de sus ministros ante los recortes que prepara el Gobierno británico
La ministra de Economía persigue un ahorro de casi 50.000 millones de euros, a base de subidas de impuestos y reducción de gasto en departamentos clave
Dennis Healey ya advirtió a sus compañeros del Partido Laborista que escucharían “aullidos de angustia” de más de 80.000 ricos cuando subieran sus impuestos. Era 1973. Apenas un año más tarde, Healey sería el ministro de Economía del nuevo Gobierno de Harold Wilson, que asumió las riendas en medio de una grave recesión en el Reino Unido. Medio siglo más tarde, ...
Dennis Healey ya advirtió a sus compañeros del Partido Laborista que escucharían “aullidos de angustia” de más de 80.000 ricos cuando subieran sus impuestos. Era 1973. Apenas un año más tarde, Healey sería el ministro de Economía del nuevo Gobierno de Harold Wilson, que asumió las riendas en medio de una grave recesión en el Reino Unido. Medio siglo más tarde, Keir Starmer, que ha heredado una economía estancada y unos servicios públicos en los huesos después de 14 años de mandatos conservadores, escucha los mismos aullidos, pero procedentes de sus propias filas. Ministros del nuevo Gobierno y figuras laboristas relevantes claman ante los recortes sociales y la aparente vuelta a la austeridad impulsados por Starmer y su ministra de Economía, Rachel Reeves.
Al menos tres pesos pesados del nuevo Ejecutivo se han saltado a la responsable de Economía y han escrito personalmente al primer ministro para expresar sus quejas ante unos tijeretazos de hasta un 20% en los planes de gasto. Ese exceso de prudencia arroja una enorme sombra sobre las promesas de cambio y de crecimiento con que los laboristas conquistaron el poder el pasado 4 de julio. La viceprimera ministra y responsable de Vivienda y Gobiernos Locales, Angela Rayner; la ministra de Justicia, Shabana Mahmood; y la de Transportes, Louise Haigh, han sido, según medios como Bloomberg o The Times, las voces que han liderado la revuelta. Starmer y Reeves han logrado a duras penas sofocar esta protesta en las últimas horas.
La rebelión, de momento, no ha ido a más. Pese a todo, el que las cartas se hayan filtrado antes incluso de llegar a manos del primer ministro muestra a las claras el descontento. El entorno de Starmer asegura que lo sucedido es algo habitual en el tira y afloja que el Tesoro y los distintos departamentos gubernamentales protagonizan en las semanas previas a la presentación de unos presupuestos. Reeves dará a conocer sus primeros planes de ingresos y gastos el próximo 30 de octubre.
La ministra, cuyo rigor fiscal procede de los años en los que trabajó en el departamento de análisis y estudios del Banco de Inglaterra, prometió ya desde la oposición mantener el compromiso de reducción de deuda pública de anteriores gobiernos, que consiste en asegurar que el porcentaje respecto al producto interior bruto baje al final del mandato de cinco años. Si a eso se añade el “agujero” de más de 26.000 millones de euros que Reeves detectó en las cifras públicas nada más acceder al ministerio —herencia de los conservadores—, y los gastos ya comprometidos —como las subidas salariales a los empleados públicos—, su departamento debe buscar hasta debajo de las piedras un colchón de casi 50.000 millones de euros para equilibrar las cuentas.
Protestas del ala izquierda
“Quiero ver cómo estos presupuestos despliegan una estrategia que promueva mayores inversiones en nuestra economía, pero también un sistema de impuestos más justo”, ha reclamado John McDonnell, el anterior responsable de Economía del Partido Laborista, durante la era de Jeremy Corbyn, que encabeza ahora las protestas en la minoría más a la izquierda del grupo parlamentario. “Será el modo de financiar nuestros servicios públicos y de proporcionar ayudas a quienes lo necesitan. Y también de crear una sociedad más igualitaria”, afirma el veterano político en la revista The Big Issue.
La ministra Reeves promete a los suyos que el presupuesto hará recaer la mayor carga sobre los hombros de los más adinerados. Pero a la vez es consciente de que la economía británica no se ha terminado de reponer de la catástrofe que supuso el mandato de la ex primera ministra conservadora Liz Truss, cuando una bajada de impuestos mal calculada y peor planteada hundió la libra, disparó la deuda y destrozó la credibilidad internacional del Reino Unido.
“El primer presupuesto es claramente el presupuesto de la credibilidad, en el que tienes que asentar ante los mercados tu seriedad y rigor fiscal, antes de embarcarte en proyectos de inversión a largo plazo”, defiende Sonali Punhani, directora de Análisis Económicos Europeos de Bank of America ante un reducido grupo de corresponsales en Londres.
En contra del programa electoral del partido, en el que el equipo de Starmer se comprometía a no tocar las cotizaciones a la Seguridad Social (lo que se conoce como el national insurance, que pagan empresarios y trabajadores), Reeves sugiere ahora que está dispuesta a subir la parte de los empresarios que bajó el anterior Gobierno conservador. “Nuestro compromiso fue el de no incrementar la presión fiscal sobre los trabajadores”, argumenta ahora la ministra, en el clásico juego de palabras con que los políticos intentan siempre camuflar una rectificación.
Su departamento advierte también de que habrá una subida de varios puntos porcentuales en el impuesto sobre las ganancias de capital, siempre que se realice la venta de las acciones. Y se modificará el régimen de privilegio fiscal del que gozaban hasta ahora los millonarios no residentes en el Reino Unido.
Pero todas estas medidas no responden al clamor de los sindicatos y de las bases del partido expresado en el último congreso de Liverpool, cuando sacaron adelante una moción en la que reclamaban una subida de impuestos a los más ricos. Reeves se ha comprometido a no tocar ni el impuesto sobre la renta ni el de sociedades, en contra de lo que reclaman los centros de análisis más cercanos al laborismo.
“La tensión existente en muchos servicios públicos —desde unos tribunales atascados a unas prisiones desbordadas y unas administraciones locales paupérrimas— obliga al Gobierno a revertir los planes de austeridad heredados, con un coste que puede superar los 24.000 millones de euros. Una subida de impuestos en esa escala provocará sin duda titulares de prensa agresivos, pero es asumible en los primeros presupuestos nada más ganar unas elecciones”, asegura James Smith, director de Departamento de Análisis de la Resolution Foundation, cuyos informes fueron muy tenidos en cuanta por el equipo de Starmer durante los años de oposición.
Tanto el primer ministro como Reeves se han aliado para aguantar el temporal de críticas, pero todavía deben realizar un mayor esfuerzo pedagógico, les exigen muchos expertos, para convencer a los suyos de que los sacrificios temporales son el camino necesario para una mejora a medio plazo de la economía del país y el bienestar de los ciudadanos.