Javier Colomina, representante de la OTAN para el flanco sur: “La guerra de Ucrania acabará, pero la amenaza del Sahel seguirá ahí”
“Comprendo las críticas al doble rasero de Occidente en el Este y Oriente Próximo”, declara el nuevo responsable de la Alianza para la vecindad sur
El todavía secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció el pasado 23 de julio el nombramiento del diplomático español Javier Colomina (Madrid, 49 años) como Representante Especial para la Vecindad Sur, un cargo de nueva creación con el que la Alianza Atlántica quiere poner en su agenda el amplio arco de inestabilidad que va desde Irak al Sahel, cuyos problemas endémicos (conflicto árabe-israelí, terrorismo yihadista, inmi...
El todavía secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció el pasado 23 de julio el nombramiento del diplomático español Javier Colomina (Madrid, 49 años) como Representante Especial para la Vecindad Sur, un cargo de nueva creación con el que la Alianza Atlántica quiere poner en su agenda el amplio arco de inestabilidad que va desde Irak al Sahel, cuyos problemas endémicos (conflicto árabe-israelí, terrorismo yihadista, inmigración irregular, tráfico de armas y drogas, cambio climático) se han visto relegados hasta ahora por las urgencias del flanco Este.
Colomina, que desde 2021 ocupa un cargo del máximo nivel en la organización ―vicesecretario general adjunto para Asuntos Políticos y Política de Seguridad―, cree que su elección supone una oportunidad única para que la Alianza se ocupe de la explosiva situación de su flanco sur, aunque se muestra cauto ―”la OTAN no puede entrar en la región como elefante en cacharrería”— y elude polemizar con el ministro de Defensa de Giorgia Meloni, Guido Crosetto, quien acusó a Stoltenberg de “traición” por elegir al diplomático español y no a un italiano. La primera entrevista que concede desde su nombramiento se celebró el pasado martes en las inmediaciones de la base naval de Rota (Cádiz), donde Estados Unidos concentra su más potente flota del Mediterráneo.
Pregunta. Italia dice que el hecho de que no se cree un departamento para el sur devalúa el cargo.
Respuesta. En la negociación quedó claro que los países querían que el puesto formara parte de la estructura actual, unos pocos por ahorro presupuestario y la mayoría por eficacia. Y así se recogió en el Plan de Acción que aprobó en [la cumbre de] Washington. Corporativamente sigo siendo lo mismo, pero se me da un área de mucha más proyección. Mi equipo, que forman unas 80 personas, se adaptará y reforzará con una unidad de apoyo que ya estoy creando. La OTAN es una casa complicada y si tú generas un átomo libre, aunque le dotes de medios, no va a funcionar si no está dentro del engranaje.
P. Italia alega que el puesto era suyo…
R. No voy a hablar de política italiana. Lo cierto es que esto no ha sido ninguna improvisación. El proceso, en el que tienen mucho protagonismo España, Italia y Portugal, empieza antes de la cumbre de Vilnius [julio de 2023]. Allí se decide lanzar una reflexión y eso da lugar a que el secretario general encargue un informe a un grupo de expertos que, entre otras medidas, propone crear este puesto.
P. ¿Qué va a cambiar con su nombramiento?
R. La novedad es que tengo un Plan de Acción con tres patas. La primera es el reforzamiento de la cooperación práctica y el diálogo político con los países del sur. Para ello se van a buscar más medios y utilizar de manera más efectiva los que ya tenemos, como el hub de Nápoles, que ahora es puramente militar y queremos que sea civil-militar. La segunda es incorporar el sur a las prioridades de la Alianza. Está previsto que el plan se revise anualmente y esa revisión deberá ser aprobada por los ministros de Exteriores y elevada a los jefes de Estado y Gobierno, de forma que estará en la agenda de todas las cumbres. Eso que parece una cosa burocrática es esencial porque hasta ahora no había una atención permanente hacia el sur, sino solo esporádica, en momentos determinados. Por último, mi nombramiento supone que habrá alguien empujando para que avance el proceso.
P. La OTAN sigue escorada hacia el Este y más con la entrada de Suecia y Finlandia.
R. El Este es la principal prioridad y lo va a seguir siendo. Nada compite con eso. Rusia forma parte del ADN de la Alianza, representa una amenaza inminente que tiene una respuesta directa. No sencilla, pero sí directa. En cambio, el terrorismo es una amenaza asimétrica que requiere una respuesta compleja y ni siquiera estoy seguro de que la OTAN deba liderarla. Debe contribuir junto con otras instancias a una estrategia que incluye desde la cooperación al desarrollo a medidas socio-económicas y también militares. Es verdad que no es el mejor momento porque la región está en una situación complicadísima, pero es una oportunidad real. Tenemos voluntad y plan. Y eso no lo hemos tenido nunca.
P. Los países del sur acusan a la OTAN de doble rasero. En la cumbre de Washington se habló mucho de Ucrania, pero solo [Pedro] Sánchez y [el presidente turco Recep Tayyip] Erdogan hablaron de Gaza.
R. Alguno más.
P. Pero no la OTAN.
R. La OTAN como tal no. Comprendo las críticas al doble rasero. Vivimos una situación especialmente dramática porque tenemos dos conflictos abiertos. Hay que recordar las diferencias entre ambos. En Ucrania, un país decide agredir a otro sin ninguna justificación. Hay un culpable y una víctima, al margen de consideraciones históricas o culturales. En Gaza se produce primero un ataque terrorista y una reacción legítima reconocida por la Carta de Naciones Unidas y la comunidad internacional. El problema está en el seguimiento…
P. En la proporcionalidad…
R. La OTAN ha dicho que la reacción tenía que ser proporcionada, respetuosa del derecho internacional, de los derechos humanos y con asistencia humanitaria [a la población civil], mientras hablábamos de la liberación de los rehenes y la legítima defensa. Es verdad que en la forma en que se ha defendido una cosa y otra hay momentos en que se ha percibido por parte de los países [del sur] un doble rasero. Tendré que explicarles hasta dónde podemos llegar en la medida en que no tenemos una posición política acordada [sobre Oriente Próximo], es imposible con la membresía que tenemos, con un país que no considera a Hamás organización terrorista [Turquía] y otros con un marcado acento proisraelí en su política exterior, lo cual hace imposible [el acuerdo] pero, al mismo tiempo, hay que dar credibilidad a los esfuerzos que hacemos, que son muchos. Debemos mostrar que podemos seguir trabajando en temas de interés mutuo, como lo estamos haciendo con la próxima apertura en Jordania de la primera oficina de la OTAN en el sur.
P. Irak ha pedido la salida de la coalición internacional que lidera Estados Unidos, pero no de la misión de la OTAN.
R. La misión de la OTAN es de asesoramiento, mientras que la coalición contra el Daesh es de combate. Nosotros, cada vez que ha cambiado el Gobierno en Bagdad, hemos requerido la aprobación de sus autoridades. Es una misión bastante exitosa que podría servir de modelo para otras regiones, como el Sahel. La OTAN tiene capacidad de montar una operación de este tipo si hay voluntad política por ambas partes. ¿Va a ocurrir en el corto plazo? Yo creo que no, pero al menos tendremos una estructura para pensar cómo se puede trabajar con esos países y una de las fórmulas es la de Irak.
P. Francia, la UE y EE UU se han retirado del Sahel y han dejado un vacío que está llenando Rusia.
R. China también…
P. Desde el punto de vista económico.
R. China está más presente en la región de lo que se habla y no solo económicamente, también con seguridad, aunque no con la visibilidad de Rusia, que tiene miles de soldados.
P. ¿El Sahel es el segundo escenario del conflicto con Rusia?
R. Sería un escenario subalterno. La guerra de Ucrania es ahora prioritaria, pero tendrá un fin, antes o después. ¡Ojalá sea pronto y en las condiciones que todos deseamos para los ucranianos! Pero la amenaza que viene del Sahel va a seguir ahí, nos va a acompañar mucho tiempo. Por eso debemos hacer algo y ese algo ya veremos lo que es, porque es difícil poner de acuerdo a 32 países, algunos de los cuales piensa que la OTAN debe limitarse a defensa, disuasión y poco más. Pero ha aumentado la conciencia de que en el Sahel nos jugamos mucho.
P. ¿Es un nuevo teatro de operaciones?
R. La OTAN no lo ve todavía como un teatro de operaciones y es posible que no lo vea nunca, salvo que cambie mucho la situación. Una de las lecciones que hemos sacado en los últimos años es que hay que trabajar con los países de la región, tratar que sean ellos quienes afronten esos retos y ayudarles con asesoramiento e instrucción. Es verdad que lo primero que te piden es equipamiento militar y eso es lo único que no hace la OTAN. Coordina la entrega [de armamento] a Ucrania, pero son los países los que bilateralmente lo dan.
P. La UE sí financia la compra de armas para Kiev…
R. Hay una vía para trabajar conjuntamente. La OTAN tiene un know how en materia de seguridad que la UE no va a tener nunca, pero en cambio tiene músculo financiero. Poniéndolo todo junto y no siendo paternalistas, que sean los países de la región los que lideren la lucha contra esas amenazas… aunque es complicado cuando tienes gobiernos golpistas.
P. ¿Cómo tratar a esas juntas militares?
R. Tienes que buscar un equilibrio entre el respeto a los principios democráticos y los derechos humanos y las necesidades de la realpolitik y la seguridad. La respuesta no puede ser dejar fuera a esos países, hay que trabajar con ellos, pero al mismo tiempo hay que reaccionar a los golpes militares que han frustrado democracias incipientes.
P. ¿Por dónde empezar?
R. Podemos trabajar desde Mauritania, que es socio de la OTAN.
P. Es un país periférico…
R. Es un país muy respetado. Desde ahí habrá que intentar trabajar. ¿Hasta dónde? Lo que la OTAN puede hacer en este momento es ayudar en campos específicos que complementen la acción de la UE o bilateral. No podemos entrar como elefante en cacharrería, hay que ir poco a poco, hablando con todos.
P. La intervención francesa en el Sahel fracasó…
R. El esfuerzo francés fue admirable desde el punto de vista de la inversión económica o la pérdida en vidas, con independencia de que tuviera sus prioridades nacionales. Hay que respetar el hecho de que mantuviera allí a 5.000 militares durante mucho tiempo, pero era una respuesta puramente militar y ha quedado claro que no es ni suficiente ni adecuado. Hay que trabajar con las organizaciones regionales, como la Unión Africana. Tenemos una oficina de enlace militar en Adís Abeba [sede de la UA] que estamos reforzando con personal civil y ya me he puesto en contacto con su responsable de paz y seguridad. Soy un convencido de que la OTAN puede hacer muchas cosas, pero no todas. Debe hacer lo que sabe hacer.
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