Mirjana Spoljaric, presidenta del Comité de la Cruz Roja: “Gaza significa un cambio de paradigma por el alto nivel de destrucción”
La diplomática suizocroata alerta contra la “deshumanización” y la aniquilación “completa” del otro en tiempos de guerra y los riesgos de la inteligencia artificial
Mirjana Spoljaric nació en Croacia, en la localidad de Ludbreg, hace 51 años, pero también cuenta con la nacionalidad suiza, requisito esencial para presidir el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con sede en Ginebra. Eso y que Spoljaric reunió hasta acceder al cargo, en octubre de 2022, dos de las experiencias que mejor van para dirigir una organización llamada a proteger a las víctimas de la guerra desde la neutralidad: el cuerpo diplomático de Suiza y las agencias de Naciones Unidas. Es muy prudente en su verbo y habla de cosas poco manidas como la “protección de la humanidad” para...
Mirjana Spoljaric nació en Croacia, en la localidad de Ludbreg, hace 51 años, pero también cuenta con la nacionalidad suiza, requisito esencial para presidir el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con sede en Ginebra. Eso y que Spoljaric reunió hasta acceder al cargo, en octubre de 2022, dos de las experiencias que mejor van para dirigir una organización llamada a proteger a las víctimas de la guerra desde la neutralidad: el cuerpo diplomático de Suiza y las agencias de Naciones Unidas. Es muy prudente en su verbo y habla de cosas poco manidas como la “protección de la humanidad” para alcanzar la paz. Prefiere no hablar de las acusaciones de Israel contra la agencia de la ONU para los palestinos (UNRWA), en la que ella misma trabajó hace algo más de una década. Pero su idea es clara: la asistencia humanitaria se ha convertido de un modo u otro en objetivo en los conflictos, no solo en el de Oriente Próximo.
Se cumplen 75 años de la firma de la Convención de Ginebra, el cuerpo de normas del derecho internacional humanitario o, dicho de otro modo, las leyes de la guerra, que trata de vigilar el CICR. El actual escenario no parece alentador. Spoljaric, en una entrevista este miércoles en Madrid, alerta: “Si nos deshacemos de todos estos mecanismos que se crearon después de la II Guerra Mundial, no podremos recrearlos de nuevo”.
Pregunta. En la entrevista que le hice hace un par de años a su predecesor, Peter Maurer, también empezamos hablando de Gaza. ¿Es el conflicto más difícil para el CICR?
Respuesta. En los últimos 10 a 12 meses, hemos observado una rápida escalada de los conflictos, muy complejos y de muy alta intensidad. Sudán comenzó antes que Gaza, pero luego Gaza se situó en lo más alto; antes estuvo Etiopía y el terremoto que se produjo tras 10 años de una guerra prolongada en Siria, más una rápida escalada en Myanmar. Gaza significa un cambio de paradigma debido a la alta intensidad, al alto nivel de destrucción y al impedimento de la asistencia humanitaria. El daño, sufrimiento y pérdida es mayor per cápita. Todo sucede bajo la mirada constante de la comunidad internacional, y aun así, la situación continúa deteriorándose de manera corrosiva y horrible. La gente sufre cada día más pese a la atención internacional, y hay cada vez menos capacidad de preservar la dignidad, aparte de la seguridad, agua, nutrición, salud o vivienda.
Nos perseguirá durante bastante tiempo. Podemos aprender dos lecciones en Gaza: una es que cuando no se cumple el derecho internacional humanitario, los daños y las pérdidas civiles aumentan. Pero también que sin la influencia directa de los Estados que parte de la Convención de Ginebra [que regula el trato de no combatientes en una guerra], los actores humanitarios pierden peso, autoridad, seguridad y credibilidad. Se dice que los trabajadores humanitarios deben hacer más, intensificar la asistencia humanitaria. ¿Cómo podemos hacerlo, si la apertura de las fronteras está ligada a negociaciones políticas? Hemos sido atacados. Muchos trabajadores humanitarios han perdido la vida. Ya no se puede separar la asistencia humanitaria de las negociaciones políticas. Y eso hace nuestro trabajo extremadamente complejo.
P. ¿Esperaba más de la comunidad internacional?
R. Sí. Espero que la comunidad internacional declare el cumplimiento y la implementación del derecho internacional humanitario como prioridad política. Tenemos que invertir mucho, de conformidad con la ley, en sistemas de rendición de cuentas, para prevenir la anarquía cuando surge un conflicto porque no es un espacio sin ley. La razón por la que se creó la Convención de Ginebra es para evitar una guerra en la que se usen todos los medios al alcance. No se puede deshumanizar y destruir completamente al otro bando sin cuestionar el sistema legal que se creó sobre la base de la experiencia de la II Guerra Mundial.
P. El CICR es sinónimo de neutralidad y credibilidad, pero también es objeto de la desinformación. ¿Recuerda una campaña contra su organización como la sufrida en Gaza?
R. En Ucrania hubo una intensificación de la desinformación hacia los actores humanitarios en general y, específicamente, hacia el CICR. Mucho de esto sucede con las campañas en las redes sociales y con el apoyo de la inteligencia artificial. Esto se ha amplificado durante el conflicto entre Israel y Hamás. Se está convirtiendo en un problema grave para nosotros debido a que nuestras oficinas han sido vandalizadas durante las protestas. Hay campañas de odio contra personas, incluida yo misma. Está en juego la seguridad de nuestro personal, no es algo que podamos descuidar. No hay nada peor que crear historias falsas sobre aquellos que van desarmados en un conflicto y se dedican a ayudar a otras personas. Sin confidencialidad, [el CICR] no puede permanecer completamente neutral. Atacar estos dos criterios tampoco es el camino correcto a seguir porque sin nuestra neutralidad perdemos la credibilidad y la legitimidad para operar en situaciones de conflicto armado. Perdemos la posibilidad de cumplir un mandato que nos fue otorgado por todos los Estados a través de la Convención de Ginebra.
P. El papel del CICR es fundamental en Ucrania. ¿Es el acceso a los prisioneros de guerra su mayor desafío?
R. Trabajamos con la Cruz Roja ucrania para proporcionar agua, alimentos, asistencia en [dinero] efectivo. Pero también para restablecer el vínculo familiar allí. Hay un número creciente de personas desaparecidas. Trabajamos en el intercambio de cuerpos, en el acceso a los prisioneros de guerra en general. Y tratamos con los dos lados para garantizar una mejor protección de los civiles. Las partes deben reconocer que les conviene trabajar con el CICR para garantizar la protección de los civiles y un trato adecuado a los prisioneros de guerra. Porque al final, les sirve para que la otra parte les conceda el mismo trato a sus nacionales. El derecho internacional humanitario no es transaccional, las obligaciones son siempre obligaciones. Si se decide mantener esto, será más fácil volver a la mesa de negociaciones.
P. Pero ¿pueden acceder a los prisioneros de guerra de ambos bandos?
R. Nunca tenemos acceso completo para ejercer nuestro mandato tal como está escrito. En cada conflicto que vemos en los medios, nuestro trabajo se ha vuelto cada vez más difícil.
P. Hay guerras que no salen tanto en los medios, como la de Sudán. En una declaración reciente, usted dijo que la acción humanitaria allí está “politizada”. ¿Qué quería decir?
R. La asistencia humanitaria se está instrumentalizando para presionar a la otra parte en un conflicto. No es nada nuevo, sucede en cada conflicto, pero ahora es un patrón que sistemáticamente obstaculiza nuestro trabajo. Nos someten a estrategias militares; nos vemos obligados a transgredir las reglas ante los ojos de las partes en conflicto para que ellos puedan continuar con sus objetivos militares. Hay una privación de acceso a determinadas poblaciones, una deshumanización de la otra población diciendo que todos son combatientes, lo que nos dificulta mucho operar porque nuestros colegas están en peligro.
P. El papel de la inteligencia artificial en la guerra preocupa al CICR. Pide a los gobiernos que regulen. ¿Qué respuesta ha obtenido?
R. Nos fijamos específicamente en los llamados sistemas autónomos. El año pasado hice un llamamiento conjunto con el secretario general de la ONU pidiendo un marco normativo para regularlos. Los hay que creemos que deberían prohibirse. Son impredecibles, utilizan formas integradas de aprendizaje automático sobre el objetivo y sistemas de armas que apuntan de forma autónoma a humanos. Esto constituye un gran desafío por la pérdida de control humano y de responsabilidad sobre el despliegue de armas. No puedes trasladar la toma de decisión a una máquina, computadora o software. Tememos que, a medida que se apoyen las operaciones militares con inteligencia artificial, perdamos el control de la capacidad cognitiva humana para absorber el nivel de información que necesita en un corto periodo de tiempo para tomar decisiones. También observamos una pérdida en la distinción entre daño humano y material, además del riesgo de que se programe algo en la dirección equivocada y no se pueda revertir.
P. 75 años después de la Convención de Ginebra, que fija el trabajo del CICR, la muerte de civiles en conflictos sigue siendo enorme. Si la ley es clara, ¿dónde está el problema?
R. Trabajamos más en el lado preventivo y en el conflicto real, no en el lado judicial. Es principalmente el Estado nacional el que tiene que prevenir estas violaciones implementando estos acuerdos internacionales y preparándose para evitar las víctimas civiles en tiempos de conflicto. El CICR no fue diseñado para prevenir conflictos; no cuantifica niveles aceptables de bajas civiles. Un político, un legislador, siempre encontrará interpretaciones de la ley que le permitan decir que se cumple [la Convención de Ginebra] plenamente. Estamos en una encrucijada. Hago un llamamiento a los políticos para que se pregunten: ¿Estoy satisfecho con la aplicación de la letra de la ley? ¿Cómo evitarías un fracaso moral sin precedentes como el actual? El principio universal de protección de la humanidad, consagrado en la Convención de Ginebra, es el camino de regreso a la paz. Los Estados tendrán que volver al calendario de negociaciones. Las grandes potencias tienen algo en común para empezar: el principio humanitario. Eso es lo que acordaron tras la II Guerra Mundial, nadie ha roto esa promesa todavía, aunque la realidad parece muy diferente.
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