Irán confisca decenas de miles de coches de mujeres sin velo, según Amnistía Internacional
La organización denuncia una campaña de represión masiva a las iraníes que prescinden de esa prenda, que puede llegar a contemplar penas de cárcel
Monireh es el nombre falso de una de las decenas de miles de mujeres iraníes que han visto cómo las autoridades le confiscaban su coche por lo que en Irán sigue siendo un delito: mostrar todo o parte del cabello, según ha denunciado este miércoles en un comunicado Amnistía Internacional (AI). Esta mujer...
Monireh es el nombre falso de una de las decenas de miles de mujeres iraníes que han visto cómo las autoridades le confiscaban su coche por lo que en Irán sigue siendo un delito: mostrar todo o parte del cabello, según ha denunciado este miércoles en un comunicado Amnistía Internacional (AI). Esta mujer acababa de sufrir una cirugía mayor y tenía “muchos puntos de sutura” en el pecho, cuando recibió un primer mensaje de texto en su móvil en el que se le informaba de que su coche iba a ser incautado tras haber sido vista en público sin velo. Después de que un militar le cerrara el paso en la calle y la condujera a comisaría, tuvo que entregar las llaves del vehículo, que quedó inmovilizado. Según el relato de esta residente en Teherán, en el aparcamiento designado por la policía habló con un hombre, cuyo coche había sido también confiscado. Señalando a su hija, le dijo a Monireh: “Me han multado muchas veces por el pelo largo de esta niña”. La menor tenía nueve años.
El caso de Monireh no es el peor de los que relata Amnistía Internacional en su denuncia de “la campaña de represión masiva” de las iraníes que no llevan hiyab, pero sí representa un paso más allá —y una novedad— en la lista de medidas aplicadas por el régimen contra las mujeres sin velo. En el documento, se precisa que el régimen del país no solo “ha confiscado el vehículo arbitrariamente a decenas de miles de mujeres”, sino que un número muy elevado de ellas o sus familiares han sido condenadas a multas o a asistir a clases de “moralidad” por ese motivo, además de sufrir un calvario de humillaciones y amenazas. Estas mujeres incluso se arriesgan a acabar en la cárcel y, en al menos un caso que menciona Amnistía, una mujer fue condenada a la pena más grave que prevé el Código Penal iraní por infligir la legislación del velo: recibir 74 latigazos. La víctima de esa sentencia fue la activista Roya Heshmati, a quien se aplicó ese castigo en enero por mostrarse en público con la cabeza descubierta.
Miles de iraníes han prescindido del velo como gesto de desobediencia civil desde el 16 de septiembre de 2022. Ese día, Mahsa Yina Amini, una joven kurda de 22 años que estaba de visita en Teherán, murió bajo custodia policial en un hospital de la ciudad, tres días después de haber sido detenida por la policía de la moralidad, que la acusó de llevar mal colocado el velo. Su muerte desató la peor oleada de protestas contra el régimen de los últimos años, con decenas de miles de iraníes gritando en las calles “Mujer, vida y libertad” y “Muerte al dictador”. Las manifestaciones en todo el país fueron sofocadas con represión. Al menos 500 personas murieron a manos de fuerzas de seguridad y paramilitares, según organizaciones de derechos humanos. Más de 22.000 fueron detenidas y, hasta ahora, al menos ocho hombres han sido ahorcados, uno de ellos en público.
Ni esa represión, ni el proyecto de ley que endurece las penas a las iraníes por no llevar velo, han disuadido a muchas mujeres de desobedecer la ley del velo. El hondo contenido político de rechazo al régimen que ha adquirido ese gesto explica la multiplicación de medidas de las autoridades del país para forzar a estas mujeres a volver a cubrirse.
El comunicado de Amnistía documenta alguno de esos métodos. La organización ha recogido en total los testimonios de 41 mujeres —una de ellas transgénero— de una niña y de cuatro hombres en varias provincias del país. En todos los casos, el patrón de persecución por no llevar pañuelo o llevarlo “de forma inapropiada” es similar. Diversos cuerpos policiales, agentes de la inteligencia iraní, paramilitares basij, policías de paisano y cámaras en las calles, institutos y centros comerciales vigilan a las mujeres y a sus perfiles en redes sociales, las interrogan en controles callejeros, las siguen mientras conducen o viajan en coche y las fotografían a ellas y las matrículas de sus vehículos que luego introducen en una aplicación informática.
Estas iraníes reciben después amenazas mediante mensajes o llamadas telefónicas, en las que se les ordena que se presenten ante la policía de la moralidad —el cuerpo policial que detuvo a Amini— y entreguen su vehículo. La policía se aposta también en la calle para introducir las matrículas de los coches de las mujeres en la aplicación que determina si el vehículo tiene una orden de confiscación. Esta campaña ha sido tan masiva que, en ocasiones, se ha convocado incluso a hombres por no llevar velo, después de que las cámaras de las calles los confundieran con mujeres por su pelo largo, o por llevar un turbante o un sombrero.
Perseguidas en moto
Amnistía Internacional ha documentado al menos 11 casos en los que las mujeres fueron incluso perseguidas por agentes en moto o en coche por carreteras, en situaciones que pusieron en peligro su seguridad, y la confiscación inmediata de sus autos, incluso en lugares aislados, donde la conductora era después abandonada sola al borde de una autopista o en otra ciudad sin posibilidad de conseguir un transporte alternativo.
Las autoridades, recalca la organización internacional, suelen devolver el coche después de entre 15 y 30 días. Para recuperar su vehículo, se obliga a su propietaria a firmar un documento comprometiéndose a cubrirse el pelo. La mujer tiene también que pagar los gastos de aparcamiento y de grúa, incluso cuando el coche no ha sido remolcado por ese tipo de vehículo, denuncia uno de los testimonios.
En otras ocasiones, la mujer o la adolescente sancionada termina procesada penalmente. Negev, el nombre también ficticio de una joven de 16 años, y su madre acabaron ante un tribunal después de que la chica fuera denunciada por no llevar hiyab dentro del coche familiar. Negev fue absuelta pero tuvo que soportar una severa reprimenda del juez y las amenazas de los agentes, quienes le advirtieron de que “la próxima vez sería una multa y la siguiente, la cárcel”. La joven, aseguró su madre a Amnistía, quiere marcharse de Irán.
El “acoso” que detalla la organización tiene otro aspecto que impacta gravemente en la autonomía de las iraníes sin velo: la negación de servicios. Por ejemplo, la imposibilidad de acceder al metro sin pañuelo, muchas veces acompañada de agresiones verbales e incluso físicas. Una de las entrevistadas explicó a Amnistía que su sobrina de 21 años recibió un puñetazo en el pecho por intentar acceder al suburbano de Teherán sin hiyab. Otros testimonios relatan cómo los bancos se niegan a atender a estas mujeres. El documento también recoge el caso de Golnar, una estudiante de 17 años que fue amonestada y amenazada con ser entregada a los agentes de la Guardia Revolucionaria —bajo cuya custodia “suceden cosas horribles”, le dijeron— después de que una cámara de su instituto la captase en una clase bailando sin velo con sus amigas. Estaban celebrando sus buenas notas.
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