La presión de Israel para hacinar a los gazatíes en el sur de la Franja inquieta a Egipto
El Cairo teme un destierro masivo hacia el Sinaí ante las órdenes de reubicación a zonas cada vez más próximas a su frontera, donde la situación es crítica
El desplazamiento forzoso de cada vez más habitantes de Gaza hacia el sur de la Franja, fronterizo con Egipto, y el vertiginoso deterioro de la crisis humanitaria en el enclave palestino están generando una preocupación creciente en El Cairo. Se teme que la expansión de la ofensiva militar israelí, su política de asedio y las órdenes de reubic...
El desplazamiento forzoso de cada vez más habitantes de Gaza hacia el sur de la Franja, fronterizo con Egipto, y el vertiginoso deterioro de la crisis humanitaria en el enclave palestino están generando una preocupación creciente en El Cairo. Se teme que la expansión de la ofensiva militar israelí, su política de asedio y las órdenes de reubicación constantes a la población sean el preludio de una expulsión de gazatíes a la península del Sinaí o agraven su situación hasta el punto de que miles de ciudadanos traten de cruzar la frontera a la desesperada, en un escenario que las autoridades egipcias consideran una línea roja que podría hacer tambalear las relaciones entre ambos países.
Desde el inicio de la arremetida militar de Israel sobre Gaza, a principios de octubre, se han producido dos grandes oleadas de desplazamientos forzosos hacia el sur. En sus primeros compases, las operaciones del ejército de ocupación israelí se concentraron en la mitad norte del enclave y se ordenó a sus vecinos que se desplazaran a la mitad sur. Luego, tras concluir la tregua entre Hamás e Israel el 1 de diciembre, la ofensiva terrestre israelí se extendió a esa mitad sur, lo que está forzando a decenas de miles de personas, muchas de las cuales ya se habían desplazado durante las primeras semanas del asalto, a tener que huir a puntos aún más meridionales, cada vez más cerca de Egipto.
Se estima que alrededor de 1,8 millones de personas en Gaza, en torno al 85% de su población, son actualmente desplazados internos, lo que representa el mayor movimiento de población palestina que se registra desde el éxodo masivo causado por el establecimiento del Estado de Israel en 1948, según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA).
La actual ofensiva militar israelí también ha diezmado el norte del enclave y la situación en el sur se está deteriorando rápidamente. La llegada de decenas de miles de desplazados en los últimos días a ciudades como Rafah, pegada a Egipto, está provocando condiciones extremas de hacinamiento, según la oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). También está agudizando la escasez de alimentos y de agua.
El Ministerio de Sanidad palestino ha alertado además de que el sistema sanitario en el sur se encuentra en un estado catastrófico, lo que, sumado al colapso casi total de su sistema de saneamiento, podría provocar pronto más muertes por enfermedades que por bombardeos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El secretario general de la ONU, António Guterres, anticipó en una carta al Consejo de Seguridad el sábado que “el orden público se romperá por completo pronto por las condiciones desesperadas”.
Proteger el suelo egipcio
Preocupado por esta creciente presión en su frontera con Gaza, Egipto ha comunicado tanto a Estados Unidos como a Israel que está dispuesto a considerar una ruptura de sus relaciones con el Estado israelí si finalmente la campaña militar en el sur de la Franja empuja a los habitantes del enclave palestino a huir hacia el Sinaí para buscar refugio, según cuatro funcionarios estadounidenses e israelíes citados el jueves por el medio Axios. Egipto fue el primer país árabe que firmó un tratado de paz con Israel en el año 1979.
El ministro de Defensa egipcio, Mohamed Zaki, una figura influyente y cercana al presidente, Abdelfatá al Sisi, afirmó en un discurso el día 4 que las fuerzas armadas del país están preparadas para preservar la seguridad y la estabilidad nacionales ante cualquier agresión en suelo egipcio. Y señaló que la situación es muy delicada y podría causar una escalada militar no calculada que podría imponer una nueva realidad sobre el terreno. El director del Servicio de Información de Egipto, Dia Rashwan —que en las últimas semanas se ha alzado en una suerte de portavoz oficial— también reiteró el jueves que el desplazamiento forzoso hacia el Sinaí constituye una línea roja.
Egipto, junto con Jordania y la Autoridad Palestina, han expresado desde el inicio de la ofensiva israelí su preocupación por que Israel acabe expulsando a los palestinos de la Franja. El Cairo ha rechazado en todo momento de forma categórica una reubicación forzosa en su territorio porque socavaría el derecho palestino a establecer un futuro Estado que incluya Gaza y porque teme que ello convertiría el Sinaí en una base de operaciones de los movimientos de resistencia palestinos. Al Sisi ha sugerido que Israel puede reubicar temporalmente a los gazatíes en su desierto del Néguev.
El colapso del sur se está acelerando asimismo por la poca ayuda humanitaria que entra en la Franja por el paso fronterizo de Rafah, que conecta con Egipto, debido a los obstáculos y las restricciones impuestos por Israel. Desde el final de la tregua están accediendo unos 100 camiones con suministros al día, muy por debajo de la media de 500 anterior a la ofensiva militar, según datos de la OCHA. La cantidad de combustible que se permite es el mínimo indispensable para evitar el colapso de los servicios más críticos. En los últimos días, los cortes de telecomunicaciones y la intensidad de las hostilidades están dificultando todavía más la recepción de ayuda.
Naciones Unidas y Egipto han pedido sin éxito a Israel que permita enviar suministros a través de sus cruces fronterizos, y el fiscal del Tribunal Penal Internacional (TPI), Karim Khan, ha alertado de que impedir la entrega de ayuda puede constituir un crimen internacional. De acuerdo al derecho internacional humanitario, la evacuación de civiles en un contexto de conflicto debe ir acompañada de todas las medidas para garantizar unas condiciones satisfactorias de seguridad, alojamiento, nutrición e higiene, según la OCHA.
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