La memoria cura el pasado, como las plantas las cicatrices
‘Guapo’y’, candidata paraguaya a los Goya 2024 muestra el vínculo curativo entre las plantas y una sobreviviente de torturas en la dictadura militar más larga de América Latina
Celsa Ramírez Rodas tiene 73 años y un patio selvático con plantas que curan los dolores de su cuerpo y de su alma. Pero el olvido amenaza su sanación y la de todo un pueblo “sometido a una desmemoria impuesta”, el pueblo paraguayo. Eso cuenta Guapo’y, título de la película documental que Paraguay presentará a los Premios Goya de 2024 y que también es el nombre de un tipo de ficus sudamericano, cuya savia cicatriza heridas difíciles.
“Estoy adoptando el romero porque dicen que ayuda a la memoria”, cuenta Celsa mientras muele y m...
Celsa Ramírez Rodas tiene 73 años y un patio selvático con plantas que curan los dolores de su cuerpo y de su alma. Pero el olvido amenaza su sanación y la de todo un pueblo “sometido a una desmemoria impuesta”, el pueblo paraguayo. Eso cuenta Guapo’y, título de la película documental que Paraguay presentará a los Premios Goya de 2024 y que también es el nombre de un tipo de ficus sudamericano, cuya savia cicatriza heridas difíciles.
“Estoy adoptando el romero porque dicen que ayuda a la memoria”, cuenta Celsa mientras muele y mezcla hojas y semillas en el tráiler del filme de 72 minutos, ópera prima de su directora Sofía Paoli Thorne. “La ropita que yo guardaba antes de caer en la prisión, la pancita era chica todavía”, narra la protagonista mostrando el vestido que usaba cuando fue detenida y torturada estando embarazada de su primer hijo.
A Celsa la detuvieron hace 45 años en plena dictadura de Alfredo Stroessner, el militar que gobernó Paraguay entre 1954 y 1989 con su Partido Colorado. Fue encerrada en un campo de concentración de la época para opositores al régimen, disidentes y cualquiera con la mala suerte de ser denunciado por alguno de los tantos espías (pyragüé, pies peludos en guaraní, el idioma más usado de Paraguay y cooficial junto al español) del dictador Stroessner.
Allí coincidió con su madre, en la que hoy sigue siendo la prisión de Emboscada, a 40 kilómetros de la capital, donde a la sombra de un frondoso Guapo’y (ficus luschnathiana) pudieron compartir la condena y nació su hijo.
Como sus padres, José Nicolás Ramírez y María Lina Rodas, Celsa era trabajadora, artista e integrante del Partido Comunista Paraguayo (PCP) y por eso fueron perseguidos con saña por la policía de la dictadura. Migraron a Buenos Aires y gran parte de su infancia la vivió en Argentina.
Volvieron y a su madre la encarcelaron en 1968 y a ella en 1975. A su marido, Derlis Villagra, dirigente de las juventudes del Partido Comunista, lo detuvieron y asesinaron, aunque el Estado no lo reconocería hasta mucho más tarde, y sus restos aún siguen desaparecidos.
“Creo que no tengo más fotos con él. Porque en la clandestinidad no se sacan fotos”, se escucha decir a Celsa cuando el tráiler muestra un retrato en blanco y negro de su marido Derlis. En 1978 logran los tres salir en libertad y migrar a Argentina y luego a Brasil. Cuando cae la dictadura del Partido Colorado y Stroessner es expulsado a Brasil, Celsa, junto a sus hijos, regresa a vivir a Paraguay, donde reside hasta la actualidad.
Desde que recuperó la libertad, Celsa se dedicó incansablemente a luchar por los derechos humanos en Paraguay y a compartir sus vivencias en la dictadura. También a tocar el arpa con excelencia y a cultivar un jardín maravilloso.
Su historia llegó a la directora Sofía Paoli Thorne a partir de un reportaje periodístico llamado «Canciones de cuna en los calabozos de Stroessner»; de Jorge González para el periódico E’A, sobre niños nacidos en prisión en Paraguay durante la dictadura.
“Hice el colegio desde muy pequeña acá y nunca había nada de información sobre Stroessner en los libros de historia. Solo que era un presidente que hizo grandes obras en el país, nunca había verdadera información. Nunca se hablaba de las víctimas, nunca se hablaba de los desaparecidos”, explica a EL PAÍS Paoli, nacida en Perú y criada en Paraguay.
El país del agua y de las plantas
En Paraguay, la yerba mate con agua caliente o fría (tereré) siempre se acompaña con alguna otra hierba, algún “yuyo” como la menta, la salvia, el boldo o el romero. El tereré se toma en un termo de dos o tres litros, lleno de hielo y agua casi verde por las hojas y raíces molidas que flotan dentro. Si alguien tiene dolor garganta: le ponen limón, cúrcuma y jengibre, si es de estómago, le recomendarán la amarga pero efectiva: jaguareté ka’a, la hierba del jaguar o carqueja.
El aprecio, conocimiento y uso cotidiano de, al menos, una decena de plantas medicinales (pohã ñana en guaraní) es una característica habitual de paraguayos y paraguayas, heredada de la sabiduría de pueblos indígenas guaraníes y otros del Chaco como los ayoreo, los qom o los nivaclé que habitan en el campo y las ciudades de este país del tamaño de Francia o España, pero con 6,1 millones de habitantes. Y este documental lo demuestra.
Guapo’y muestra cómo las plantas pueden ser una cura a los dolores que aquejan el cuerpo y también enseña a “espantar tiempos pasados de injusticia y crueldad que constantemente acechan con regresar”, según resume su creadora.
La cinta se estrenó el 26 de octubre en Paraguay, pero su estreno mundial fue antes en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA), donde obtuvo una Mención Especial del Jurado, como también en el Festival de Cine de Málaga en España, donde se alzó con una biznaga de plata para la Mejor Dirección de Documentales, entre otras menciones y reconocimientos en Uruguay, Argentina y Brasil. También es la candidata de la Academia de Cine de Paraguay a los Goya de España.
La película “es un relato urgente de un cuerpo doliente que necesita sanar”, asegura la directora.
La historia de Celsa y su familia es una de la lista de al menos 459 personas denunciadas como desaparecidas forzosamente por agentes del régimen militar, documentadas por la Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay. Durante los 35 años del mandato de Stroessner fueron detenidas unas 20.000 personas por sus convicciones políticas democráticas y de izquierda, casi todas fueron torturadas. Hubo violaciones a niñas y mujeres embarazadas en las comisarías, repitiendo el guión de otras dictaduras de la región como Argentina y Chile.
Al menos 20.814 paraguayos se convirtieron en exiliados políticos y se fueron a Argentina, Brasil, Estados Unidos o España. Unas 128.000 personas fueron víctimas directas e indirectas en un país que entonces contaba con un millón y medio de habitantes. Además, Paraguay fue el epicentro del Plan Condor, diseñado por Estados Unidos y las dictaduras latinoamericanas de los 70 para asesinar a quienes luchaban contra ellas y se escondían en otros países.
Unas 50.000 personas fueron asesinadas, 30.000 desaparecidas y unas 400.000 encarceladas durante la vigencia del Plan Condor en Argentina, Uruguay, Bolivia, Chile, Brasil y Paraguay. Y casi todo quedó registrado en el “Archivo del Terror”, el sumario de documentos que la policía paraguaya guardaba en Asunción sobre ciudadanos detenidos en todos los países implicados.
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