OTAN: de la ‘muerte cerebral’ que denunciaba Macron a la resurrección propiciada por Putin
La cumbre de Vilnius evidencia los avances de la Alianza, con nuevos planes de Defensa, más gasto militar, ampliación y lazos con democracias del Pacífico
En noviembre de 2019, con ocasión de una entrevista con el semanario The Economist, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, alertó de que a su juicio la OTAN se encontraba en estado de “muerte cerebral”. Los años posteriores a la caída del telón de acero habían provocado una larga fase de aparente pérdida de sentido y foco de la Alianza, un periodo de abandono de las inversiones en Defensa por parte de muchos aliados. Después, el mandato de Donald Trump p...
En noviembre de 2019, con ocasión de una entrevista con el semanario The Economist, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, alertó de que a su juicio la OTAN se encontraba en estado de “muerte cerebral”. Los años posteriores a la caída del telón de acero habían provocado una larga fase de aparente pérdida de sentido y foco de la Alianza, un periodo de abandono de las inversiones en Defensa por parte de muchos aliados. Después, el mandato de Donald Trump produjo una enorme herida en el nexo transatlántico entre Estados Unidos y la Unión Europea. Pero en febrero del año pasado, Vladímir Putin lanzó una invasión a gran escala sobre Ucrania, mientras en Washington había llegado al poder el presidente más atlantista en mucho tiempo, Joe Biden. Casi de la noche a la mañana, la OTAN pasó de un estado de muerte cerebral a una potente resurrección.
Los síntomas son múltiples. La Alianza ha recuperado claridad de sentido y misión. Sus socios la perciben como esencial. Finlandia y Suecia han decidido adherirse a ella, mientras Ucrania —y en cierto sentido también Georgia— lo desea más que nunca. Los aliados europeos invierten más en Defensa. La organización ha reformulado sus planes a marchas forzadas, mientras inserta a China en su horizonte y estrecha lazos con democracias del Pacífico. Todo ello ha quedado evidente en la crucial cumbre celebrada esta semana en Lituania. Por supuesto hay discrepancias y problemas. Pero el cambio con respecto a hace unos años es muy profundo. El propio Macron lo señaló en un discurso pronunciado el 31 de mayo en Bratislava: “Dije en 2019 que la OTAN estaba en muerte cerebral. Putin la ha reanimado con el peor de los electrochoques”.
“Yo entré en la OTAN en 2012″, cuenta William Alberque, ahora director de Estrategia, Tecnología y Control de Armas en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) y que fue anteriormente director del centro de control de armas y no proliferación de la OTAN. “Recuerdo que en aquellos años en los cuarteles generales se hablaba de cómo usar ejercicios militares para mantener la Alianza viva, cómo el embajador francés de la época leía el periódico en las reuniones del consejo, cómo se consideraba la Alianza como un destino diplomático tranquilo a conceder como recompensa después de uno duro”, dice Alberque.
“Gran parte de Occidente se estaba desarmando, recuerdo la desesperación con la que la Administración de Obama constataba la pérdida de capacidades de muchos países”, prosigue Alberque. “Y recuerdo cuando en abril de 2013, EE UU retiró su último carro de combate de Europa. Luego, en 2014, Rusia se anexionó Crimea, fue una señal. Pero incluso con eso había muchos, por ejemplo los alemanes, que estaban deseando volver a la situación de antes. Hay un viejo dicho que exhorta a no interrumpir un enemigo que está cometiendo un error. Putin hizo precisamente eso. Rusia ha revertido aquella dinámica de forma muy poderosa. Esta revitalización de la OTAN es un extraordinario logro de ceguera, estupidez y arrogancia de Rusia. Dicen que eso es su peor pesadilla. Rusia es muy buena en lograr que sus peores pesadillas se materialicen”.
“Hemos tomado decisiones históricas”
La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, de las más atlantistas en la organización, también destaca esa resurrección de la OTAN. “Es una organización diversa, con distintos pasados que marcan distintos puntos de vista y preocupaciones sobre la seguridad, pero la guerra de Rusia en Ucrania ha puesto de alguna forma muchos de esos puntos divergentes en común”, comentaba en una reunión con un pequeño grupo de periodistas previa a la cumbre de Vilnius. “Hemos tomado decisiones históricas y en algunos de esos cambios políticos también se ha cambiado de mentalidad sobre la Alianza”, afirma, Kallas, que incluso llegó a sonar como posible relevo para el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg (que ha renovado un año más), aunque algunos determinan que no lograría la unanimidad por sus posiciones claras, tajantes y duras sobre Rusia.
“Creo, sin duda, que la OTAN se ha revitalizado”, dice Max Bergmann, director del programa Europa, Rusia y Eurasia y del Centro Stuart para estudios Euroatlánticos en el Centro de Estudio Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés). “En primer lugar, ha despertado en Europa la atención por la defensa. En segundo lugar, ha traído de vuelta a Europa unos EEUU que miran mucho hacia China. En tercer lugar, ha devuelto a la OTAN un claro sentido de misión. La OTAN, en cierto sentido, estaba un poco a la deriva. Creo que las declaraciones de Macron eran bastante certeras. Pero ahora la Alianza ha regresado”, concluye Bergmann.
Muchos datos avalan esa opinión. Por un lado, el renovado esfuerzo en defensa de prácticamente todos los aliados, no solo EE UU. Este año se prevé que la inversión en Defensa de los socios europeos de la Alianza y Canadá se incrementará un 8% con respecto al año anterior. Un salto con un significado especial en una organización en la que EE UU representa alrededor del 70% del gasto militar de todos los aliados. En la cumbre de Vilnius, los socios han establecido que el 2% del PIB ya no será objetivo de gasto militar, como fijaron en la cumbre de Gales en 2014, sino un mínimo.
En paralelo, se va reorganizando la base industrial, para aumentar la capacidad de producción, reducir las dependencias, aprender lecciones del uso del material bélico en el campo de batalla de Ucrania. Es un enorme giro, desde fuerzas armadas perfiladas para actuar en operaciones relámpago, despliegue de atención de crisis, a volver a prepararse para conflictos convencionales, de desgaste, de gran pugna por el territorio.
Por otra parte, aumenta el interés de otros países en la Alianza. La motivación es evidente: “Rusia está mostrando al mundo que, si no eres parte de una alianza, te puede aislar, confrontar de forma bilateral y aplastar”, resume Alberque. Muchos hacen esta reflexión.
Finlandia se integró recientemente en la OTAN, aportando valiosos recursos militares y una ubicación estratégica, con más de 1.000 kilómetros de frontera con Rusia. En vísperas de la cumbre, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, asumió el compromiso de desbloquear la entrada también de Suecia. Dos países tradicionalmente no alineados militarmente que se suman al bloque atlántico.
La adhesión de Ucrania —y de Georgia—permanece de momento una perspectiva lejana e incierta, pero la guerra de Putin ha reforzado la voluntad de lograrlo mientras, en el primer caso, ha consolidado unos lazos de facto y de derecho que sin llegar a la membresía son fortísimos.
La agresión de Rusia y sus lazos con China han provocado además un estrechamiento de los vínculos entre las democracias atlánticas y las del Pacífico, que comparten inquietud ante el aparente desafío de estas potencias autoritarias al orden mundial liberal. La OTAN es uno de los terrenos de juego de ese acercamiento. Países como Japón, Corea del Sur o Australia tienen su relación de defensa bilateral con EE UU, pero por la misma lógica expuesta antes ven bien reforzar el efecto red.
Mientras tanto, la OTAN ha reformulado muy a fondo sus planes de defensa —la mayor reestructuración por regiones y espacios desde la Guerra Fría, que se centran en defender cada centímetro de territorio aliado, con Rusia y el terrorismo como principales amenazas— que han quedado aprobados en la cumbre de Vilnius. En los próximos meses procederá a la implementación de los mismos, mejorando su resiliencia, afinando la coordinación entre socios.
Todo ello, por supuesto, no significa que no haya problemas y graves divergencias acerca de cómo proceder.
Las discrepancias, más evidentes
Las discrepancias acerca de cómo actuar con Ucrania se hicieron más evidentes en la cumbre de Vilnius. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, llegó a publicar un tuit en el que calificaba de “absurdo” el compromiso alcanzado entre socios y que no ofrecía a Kiev un camino claro de adhesión. El tuit provocó fuerte malestar en algunos aliados —como EE UU, que incluso llegó a barajar rebajar la declaración, según varias fuentes, o Alemania—, mientras otros —Polonia, los bálticos— presionaban para que la Alianza diera señales más concretas a Ucrania. “La mejor garantía o compromiso de seguridad para Ucrania será su entrada en la OTAN”, zanja la primera ministra Kallas. “Es, también, la más barata”, añade.
Otro problema sustancial es que el mayor gasto no es sinónimo de mejora proporcional de la eficacia. Bergmann señala que la capacidad operativa de los países europeos sigue siendo un serio problema.
“Espero que esta revitalización de la OTAN no suponga la muerte de los esfuerzos de integración de la defensa europea”, dice Bergmann. “Mi preocupación es que si es cierto que la Alianza experimenta un auge y EE UU está de vuelta en Europa, no veo esto necesariamente como una condición permanente. Esto puede cambiar con otro presidente. Sin embargo, hay poca concentración en cómo las fuerzas europeas pueden trabajar mejor juntas. ¿Qué pasaría en una crisis sin la plena implicación de EE UU? La respuesta no es buena”.
Pero incluso sin pensar en la hipótesis de una Casa Blanca alejada, fría, el escenario es de todas formas negativo. “EE UU reclama a los europeos que hagan más, pero no quiere que la UE tenga un fuerte papel de defensa”, prosigue Bergmann. “Esto conduce a mala coordinación y escasa eficacia, porque cada país avanza por su lado. Podemos encontrarnos dentro de unos años con una mayor inversión europea y la misma dependencia de siempre de EE UU. La OTAN no puede coordinar la inversión en Defensa de los países europeos. Ha demostrado a lo largo de toda su existencia que no sirve para ese papel. La UE sabe hacer eso. Debería haber más foco en desarrollar una pata europea dentro de la OTAN”.
La cuestión de la proyección de la OTAN en el Indo-Pacífico también produce claras tensiones entre los aliados. EE UU ha querido colocar China en el horizonte de la Alianza. El gigante asiático es un reto que ha sido tratado con atención en el nuevo concepto estratégico de la OTAN aprobado en la cumbre de Madrid del año pasado. Pero muchos países europeos, con Francia a la cabeza, recelan ante la idea de llevar la bandera de la Alianza hasta el Indo-Pacífico.
París se opuso a la idea de abrir una oficina OTAN en Tokio, e insiste en que la organización es del Atlántico, no del Pacífico. El asunto ha quedado aparcado, pero Stoltenberg señaló en Vilnius que sigue sobre la mesa.
No faltan problemas y divergencias. Pero tienen aspectos de crisis de crecimiento, no de desfallecimiento. Putin resucitó a la OTAN.
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