Lecciones en Ucrania para ser reportero de guerra: explosiones de fogueo, torniquetes y campos de minas
Cerca de 13.000 profesionales de la información han cubierto el conflicto en Ucrania. Muchos han tenido que aprender sobre la marcha las normas básicas de supervivencia en zona de combate
A las afueras de Kiev hay un antiguo centro de colonias escolares reconvertido en campo de entrenamiento militar. Cada día, cientos de soldados entrenan allí tácticas de combate urbano, asaltos en el bosque y defensa desde las trincheras. Pero en este lugar también se desarrollan mensualmente cursos de emergencias para periodistas en los que estos aprenden a salvar una vida o a sortear minas. Pocos conflictos armados han sido cubiertos...
A las afueras de Kiev hay un antiguo centro de colonias escolares reconvertido en campo de entrenamiento militar. Cada día, cientos de soldados entrenan allí tácticas de combate urbano, asaltos en el bosque y defensa desde las trincheras. Pero en este lugar también se desarrollan mensualmente cursos de emergencias para periodistas en los que estos aprenden a salvar una vida o a sortear minas. Pocos conflictos armados han sido cubiertos por tantos profesionales de la información: más de 12.700 periodistas, entre ucranios y extranjeros, han sido acreditados por las Fuerzas Armadas de Ucrania en los nueves meses que dura la guerra. Ocho periodistas han fallecido en la guerra en Ucrania mientras ejercían su profesión, según Reporteros Sin Fronteras —las autoridades ucranias elevan el número a más de 40 porque cuentan a los comunicadores que estaban combatiendo o que desempeñaban otras tareas—.
Las explosiones son de fogueo, pero el impacto que causan al oído es parecido al del fuego real. Los periodistas, 40 hombres y mujeres, tienen que simular que huyen de un municipio que está siendo atacado con obuses. El adiestramiento lo conducen dos veteranos militares. Gritan como si estuvieran dando órdenes a soldados: avisan al que comete un error como, por ejemplo, no mantener la distancia de cinco metros, en diagonal, respecto a su compañero. Hay que correr a gachas y de dos en dos, una distancia que asegura que por lo menos uno sobreviviría al impacto del proyectil. Luego llega el momento decisivo, aquel en el que uno tiene que caer herido y el otro le aplica la misión más importante en la medicina táctica, el torniquete y la evacuación a un espacio seguro.
La práctica tiene poco que ver con la realidad, porque colocar el torniquete a alguien con una herida de metralla y cargar con una persona no es nada fácil, y es peligroso: lo primero que se debe hacer es retirarle a la persona herida cualquier arma con la que pueda agredir. El dolor que sentirá es tan grande que puede reaccionar zafándose como pueda del compañero. Es una de las lecciones que recibieron a principios de noviembre el grupo de periodistas que realizaron el curso de supervivencia de tres días que organizaron el Fondo 24.02 y Saint Javelin, entidades de apoyo a periodistas ucranios.
Otra lección difícil de olvidar es que el compañero herido tiene que servir de parapeto para el que le socorre: su cuerpo debe protegerte ante otro posible obús o bala. Tu propia vida es lo primero, porque si la pierdes, ninguno de los dos sobrevivirá.
El torniquete nunca debe ser de fabricación china, según subrayaron los instructores del curso y confirmaron dos tiendas de material militar consultadas en Kiev por EL PAÍS. Los torniquetes chinos, copias de los más valorados, los estadounidenses CAT, se rompen con frecuencia antes de que se llegue a dar las tres vueltas que permiten interrumpir la circulación sanguínea. “Más de una baja se ha producido por culpa de esas copias chinas”, afirmó Dmitro, uno de los monitores. Otra norma fundamental es que siempre debe utilizarse el torniquete del herido. Si él no tiene ninguno y el que le socorre sí, este no usará el suyo, optará por alternativas —mucho menos efectivas— como una chaqueta, una cuerda o lo que se tercie.
De los 40 periodistas que atendieron el curso del Fondo 24.02 de noviembre, tan solo cinco eran extranjeros: el resto eran ucranios, y de edades inferiores a los 40 años. La guerra ha multiplicado el número de profesionales de la comunicación desplazados a zonas de riesgo. Según datos de las Fuerzas Armadas de Ucrania, 12.773 periodistas habían sido acreditados para trabajar en zonas de combate: de estos, 5.462 eran ucranios y 7.311, extranjeros. Estas cifras no incluyen a los periodistas que puedan haberse desplazado a los territorios ocupados bajo control ruso.
Entrenamientos como el del Fondo 24.02, según explicó su director, Roman Stepanovich, “están pensados para profesionales de medios pequeños, los que no tienen los recursos de la CNN”. Los grandes diarios y televisiones de los Estados Unidos se desplazan por el país con un asesor de seguridad, que acostumbra a ser un soldado retirado estadounidense o británico.
El curso empezó en un ambiente más acogedor que la intemperie y las habitaciones hechas añicos del antiguo centro de colonias. El entrenamiento comenzó en las salas de reuniones de un céntrico hotel de Kiev. Allí, Anton Skiba dedicó un día a introducir a los alumnos en los conceptos necesarios para preparar un viaje a una zona de conflicto. Muchos de los asistentes ya tenían esta experiencia, no solo de la actual guerra sino de la que los separatistas prorrusos del Donbás iniciaron en 2014. Skiba ofreció algunas ideas básicas que los presentes ya estaban aplicando sobre el terreno, como informarse sobre el destino al que se dirigen como mínimo a partir de tres fuentes diferentes, que pueden ser las tropas en el terreno, los vecinos y las organizaciones no gubernamentales establecidas en la región.
Una discusión especialmente acalorada entre los participantes, Stepanovich y Skiba, fue sobre la conveniencia de llevar identificaciones de prensa en la zona cero de la guerra. Los organizadores recalcaban que siempre tenía que ser así, pero otros replicaron que en algunas situaciones no es posible porque el Ejército pide que los reporteros y los cámaras se quiten sus distintivos. Los militares han requerido en dos ocasiones al enviado de EL PAÍS que retirara de su chaleco antibalas y de su vehículo las identificaciones de prensa: una vez fue en Mikolaiv, en el sur, y la otra en el río Dniéper a su paso por la provincia de Zaporiyia. La razón para ello es que los soldados ucranios temían que las posiciones rusas dispararan al considerar que la presencia de periodistas podía suponer que allí había oficiales presentes. Otra recomendación que las autoridades ucranias han solicitado en una ocasión en Donetsk al enviado especial de EL PAÍS es desactivar los datos y la localización del móvil, porque las torres de telefonía en territorio ruso pueden captar la señal del teléfono.
Hay periodistas que durante la guerra en Ucrania ya han realizado más de un curso de emergencias en zonas de combate. Se les distingue porque en los ejercicios son más ágiles que el resto, por ejemplo, cuando hay que proceder en el debido orden con el protocolo MARCH. Cada sigla de esta palabra en inglés indica un paso en los primeros auxilios para un herido: detener una hemorragia masiva (M), garantizar que las vías aéreas están libres (A), descompresión del neumotórax (R), impedir que se produzca un shock hemorrágico (C) y, finalmente, asegurarse de que el herido no sufre una hipotermia (H). Los más experimentados actuaban sin fallar en detalles como utilizar los dedos del herido para asegurarse que en su garganta no hay nada que la obstaculice: no hay que utilizar los propios dedos porque el paciente, en un acto reflejo, puede morderlos.
El entrenamiento para periodistas concluyó con un intensivo de seis horas sobre los explosivos que pueden encontrarse en zona de combate. Desde bombas trampa que se activan al levantar un objeto, como puede ser el caso en una casa que ha sido ocupada militarmente, o las que se activan con el movimiento. En los campos de minas, lo habitual es que los artefactos explosivos se coloquen a unos 70 centímetros entre ellos: las probabilidades de salir entero de uno por cuenta propia son bajas. Lo mejor es no abandonar las pistas asfaltadas o hacer caso a las fuentes: nadie mejor que el Ejército y los agricultores de una zona rural para informar sobre los caminos más seguros.
El 18 de noviembre, momentos antes de acceder a la provincia de Jersón, el portavoz del Ejército Dmitro Pletenchuk preguntó a un grupo de 10 periodistas al que acompañaba cuántos de ellos sabían utilizar un torniquete. Levantaron la mano tres. “Pues estos salvarán la vida a lo demás si sucede algo”, dijo Pletenchuk. En una visita previa a Jersón, el 14 de noviembre, dos proyectiles impactaron a escasos 100 metros de otro convoy de prensa en el que iba Pletenchuk.
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