Biden y su archienemigo DeSantis entierran el hacha tras el paso del huracán ‘Ian’
El presidente de Estados Unidos y el gobernador de Florida comparecen juntos en la zona cero de la tragedia. “Solo tenemos un trabajo: ayudar a la gente”, dice Biden
Al gobernador de Florida Ron DeSantis no le gustan los periodistas, salvo si son de Fox News: en la cadena en la que forjó buena parte de su prometedor perfil público aparece más a menudo que algunos colaboradores habituales. El pasado miércoles, día en el que el huracán Ian tomó tierra en la parte sudoeste de la península con categoría cuatro y vientos de 250 kilómetros por hora, conectó en directo con Tucker Carlson, presentador estrel...
Al gobernador de Florida Ron DeSantis no le gustan los periodistas, salvo si son de Fox News: en la cadena en la que forjó buena parte de su prometedor perfil público aparece más a menudo que algunos colaboradores habituales. El pasado miércoles, día en el que el huracán Ian tomó tierra en la parte sudoeste de la península con categoría cuatro y vientos de 250 kilómetros por hora, conectó en directo con Tucker Carlson, presentador estrella de la televisión conservadora: “Como dices, Tucker, vivimos en una época muy politizada”, admitió DeSantis. “Pero, ya sabes, cuando las personas luchan por sus vidas, cuando hay otras cosas en juego, cuando lo has perdido todo, mal vamos si no puedes dejar de lado la política”.
El mandatario republicano, el único que a día de hoy podría aspirar a hacer sombra a Donald Trump en unas primarias presidenciales de su partido en 2024, confiaba en que recibiría del enemigo, Joe Biden, una ayuda que le fue concedida: la declaración de desastre mayor (la máxima) y la financiación total del Gobierno durante los primeros 60 días de las tareas de rescate de la FEMA (Agencia federal de manejo de las emergencias son sus siglas en inglés). “Amén”, dijo Carlson, “Ese es el espíritu”.
Este miércoles, justo una semana después de que Ian empezara su devastador viaje por amplias zonas del sudoeste, el centro y el nordeste de Florida, Biden ha llegado acompañado de su esposa, Jill Biden, a la zona con la cuenta de muertos, al menos 109 víctimas, aún sin cerrar. El lunes visitó Puerto Rico: la isla aún está convaleciente del último huracán, Fiona, que llegó sin que hubiera dado tiempo a la población de reponerse del anterior, María.
La pareja presidencial llegó a Fort Myers, una de las zonas más devastadas, y Biden y DeSantis se dieron la mano. Después, los Biden sobrevolaron la zona en un helicóptero durante una hora, y el gobernador les advirtió que nada era comparable con contemplar la tragedia “a ras de suelo”. Después, el presidente compareció ante la prensa con un discurso escrito en el que dijo: “Tenemos un trabajo y solo uno: asegurarnos de que las personas en Florida obtengan todo lo que necesitan para recuperarse por completo y de una vez. Por algo somos los Estados Unidos de América; y subrayo la palabra ‘unidos”. Al final, añadió: “Lo que ha hecho el gobernador es bastante notable”.
La sintonía de la última semana entre Biden y DeSantis, que han hablado varias veces por teléfono y han elogiado su predisposición mutua a colaborar en la tragedia, carece de precedentes, pero ambos parecen convencidos de enterrar el hacha de guerra en estos momentos complicados. En el caso de DeSantis, el ejercicio viene acompañado de síntomas de amnesia selectiva: cuando era un joven senador congresista allá por 2013 se opuso a la aprobación de un rescate federal para la región de Nueva York después del huracán Sandy. Lo consideraba un despilfarro irresponsable, un símbolo de “esa mentalidad de cargarlo todo en la tarjeta de crédito” a la que, como funcionario electo, estaba decidido a oponerse desde su responsabilidad en Washington.
La tregua entre gobernador y presidente llega poco después del último sonado desencuentro. Ambos se han enredado muchas veces en el pasado (por las vacunas, por la obligatoriedad del uso de las mascarillas...), pero tal vez no tanto como cuando DeSantis sufragó hace tres semanas con dinero público de Florida el envío de dos aviones con 48 inmigrantes venezolanos, que volaron engañados desde San Antonio a la isla de Martha’s Vineyard, bastión demócrata y lugar de vacaciones de los presidentes Kennedy, Clinton y Obama. Fue la manera de DeSantis de denunciar la fallida política de la Administración Biden en la materia y la presión migratoria de los Estados que comparten frontera con México.
Los gobernadores de dos de ellos, Arizona y Texas, llevan seis meses enviando autobuses con inmigrantes irregulares a ciudades como Chicago, Nueva York o Washington (algunos, hasta la puerta de la casa de la vicepresidenta Kamala Harris), pero el golpe de DeSantis, que podría haber escrito un equipo de guionistas de Fox News, tuvo un efecto mucho mayor. Biden calificó la jugada de “simplemente incorrecta”, “antiestadounidense” e “imprudente”.
En campaña
El martes, la portavoz de la Casa Blanca Karine Jean-Pierre no aclaró a los periodistas si ambos se dejarían ver juntos en la visita, más allá de la “reunión informativa”: “Sabemos que el gobernador tiene una agenda ocupada ya que está lidiando con las consecuencias de una tormenta catastrófica. Así que no puedo hablar específicamente sobre dónde estará en cada momento del miércoles”.
Es cierto que DeSantis no ha parado: ha repartido gofres en Punta Gorda y hamburguesas en Port Charlotte, se ha montado en una aerolancha para visitar a los vecinos de las zonas inundadas en el centro de la península y ha sobrevolado los daños de la región desde un helicóptero. También ha dejado claro a los conductores de Orlando quién se preocupa por ellos en los momentos difíciles. Desde la semana pasada, las enormes señales que atraviesan de lado a lado las autopistas de seis carriles de las circunvalaciones de la ciudad, que también resultó afectada, llevan luminosos que dicen: “Peaje gratuito por orden del gobernador”.
No hay que olvidar que está en campaña para la reelección en noviembre, una campaña con pocos alicientes en la que se enfrenta a Charlie Crist (que fue gobernador republicano entre 2007 y 2011 y aspira a ser el primer demócrata en llevar las riendas del Estado desde 1994). Las encuestas dan una victoria clara a DeSantis. E Ian ha sido una oportunidad para mostrarse cercano a los suyos, algo que no siempre consigue (quienes le conocen aseguran que comparte con Richard Nixon, alérgico a las relaciones personales, algo más que unos ideales conservadores). También, para apuntalar, por la vía de la moderación, su perfil presidenciable.
La reunión entre ambos enemigos se ha celebrado en la zona que se llevó la peor parte, en el condado de Lee, donde Trump ganó en 2020 con un 60% de los votos. A Crist, una visita de Obama, que incluyó un abrazo, le salió cara en su partido, así que DeSantis se ha cuidado mucho de mostrar ningún gesto de afecto con Biden. Y en St. Augustine, el último sitio del Estado en el que Ian descargó su furia, una de las casas de la zona inundada recibió esta semana la visita del actual gobernador con un cartel gigante que decía: “Let’s Go Brandon” (adelante, Brandon), mensaje en clave para “Fuck Joe Biden” (que le jodan a Joe Biden). La frase ha trascendido al chiste para convertirse en santo y seña de la derecha estadounidense más descontenta con el desempeño del presidente.
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