Un superviviente de los bombardeos en Gaza: “Las heridas de la guerra se han curado, las de la memoria siguen abiertas”

Solo un 5% de la ayuda para la reconstrucción comprometida por la comunidad internacional en 2021 ha llegado a la Franja palestina, mientras las víctimas del conflicto arrastran el trauma de la pérdida de familias enteras

El palestino Riad Eshkumat, que perdió a su esposa y a cuatro hijos en un bombardeo israelí, en un imagen del 21 de mayo de 2021 (derecha) y en otra un año después.

Riad Eshkumat ya no tiene la mirada perdida como hace un año, cuando acababa de ser rescatado de entre los escombros del barrio de Rimal de Gaza, bombardeado por la aviación israelí. Murieron 43 personas en una sola noche al desplomarse tres edificios residenciales. Entre las víctimas se encontraban su esposa y cuatro de sus cinco hijos, con edades comprendidas entre los dos y los 12 años. Susi, su otra hija, que entonce...

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Riad Eshkumat ya no tiene la mirada perdida como hace un año, cuando acababa de ser rescatado de entre los escombros del barrio de Rimal de Gaza, bombardeado por la aviación israelí. Murieron 43 personas en una sola noche al desplomarse tres edificios residenciales. Entre las víctimas se encontraban su esposa y cuatro de sus cinco hijos, con edades comprendidas entre los dos y los 12 años. Susi, su otra hija, que entonces contaba siete años, sobrevivió también tras permanecer más de 10 horas sepultada. “Es como si ninguno de los dos estuviéramos ya vivos”, admitió el 21 de mayo del año pasado, poco después de que entrara en vigor el alto el fuego entre el Ejército de Israel y las milicias islamistas de Gaza.

“Las heridas de la mano y la cabeza se curaron estos meses, las de la memoria aún siguen abiertas”, reconoce Riad un año después de la tragedia que causó 260 muertos en Gaza, entre ellos 67 niños, y arrasó más de 1.700 casas. Resta importancia a las secuelas físicas que sufre en la espalda y en una mano para concentrarse en la principal razón de su existencia a los 44 años. “Mi hija sigue tratamiento psicológico tras la pérdida de su madre y sus hermanos. No se ha recuperado del trauma y se despierta por la noche temiendo que vaya a quedarse también sin su padre”, detalla las tribulaciones de la pequeña, ahora en segundo curso de primaria.

La vida cotidiana ha retomado un cierto pulso en el empobrecido enclave costero palestino. Pero el ingeniero Yusuf Sarhan, responsable de la reconstrucción de Gaza, vive cada nueva ofensiva israelí (2008-2009, 2012, 2014 y 2021) como un castigo de Sísifo. “La del año pasado fue una de las guerras más intensas y destructivas”, resalta el viceministro de Obras Públicas palestino. Más de 1.700 viviendas resultaron total o parcialmente destruidas, según datos recabados por Naciones Unidas. “Por ahora solo hemos reconstruido 270″, aclara Sarhan.

“Más de 20.000 pisos sufrieron daños menores. Aquí se ha avanzado más, con el 70% reparado”, celebra antes de tornarse sombrío: “Pero no tenemos fondos para seguir adelante”. Egipto y Qatar se comprometieron a aportar 500 millones de dólares (475 millones de euros) cada uno. Sin embargo, el ingeniero palestino advierte de que un año después de la guerra solo se ha desembolsado un 5% de lo prometido. El resto de las donaciones internacionales anunciadas han sido simbólicas. Estados Unidos: 28 millones de dólares canalizados a través de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. Japón y Alemania: cada uno seis millones de dólares.

Bombardeo israelí del edificio en Gaza capital en el que tenían sus oficinas la cadena Al Jazeera y la agencia Associated Press, el 15 de mayo de 2021.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)

“Susi echa de menos a una familia que ya no existe”, menea la cabeza Riad con un punto de desesperación. “Al principio la vida ya no tenía interés para mí, me había dejado un sabor muy amargo. Ya no”. Muestra imágenes de la pequeña en el móvil jugando con un gatito o vestida con sus mejores galas para la reciente fiesta del Eid el Fitr, al término del Ramadán. “Lo está pasando muy mal, llena de miedos”, lamenta Riad, quien se ha vuelto a casar para darle una madre a su hija. “Quiero una vida normal, y que ella pueda tener otros hermanos”, relata la compleja reconstrucción de su existencia este peluquero que trabajaba en el mismo barrio que quedó arrasado. Ahora es guarda de seguridad por las noches en un hotel, para poder pasar más tiempo con su hija. Acaba de recibir una vivienda gracias a la ayuda de una ONG sudafricana.

“La Unión Europea no ha enviado ni un euro. A Ucrania le están llegando miles de millones”, rezonga Sarhan, viceministro en el Gobierno que Hamás ejerce de facto en Gaza desde 2007. “Después de 15 años de aislamiento y de cuatro guerras, sentimos que sufrimos un doble rasero. En lugar de invertir en la paz en Oriente Próximo, seguimos en el olvido”, lamenta.

Las obras de construcción de la llamada Ciudad Egipcia, que albergará cientos de viviendas, permanecen semiparalizadas en Yabalia, al norte de la capital gazatí. Sarhan responsabiliza a la UNRWA del retraso en la planificación de la reconstrucción, mientras acusa a Israel de presionar a los grandes donantes para que no avancen en sus proyectos. Guarda silencio sobre El Cairo, el gran patrón de la Franja en la sombra. “Estamos ahora peor que un año después de la guerra de 2014. Si no se invierte en mantener la esperanza del pueblo palestino, otro conflicto será inevitable. Y ya estamos hartos de guerras”, apostilla.

Despierto mientras su familia dormía

Poco después del inicio de la madrugada del 16 de mayo de 2021, un sábado del final de Ramadán, Riad estaba despierto mientras el resto de su familia dormía. Los cinco niños descansaban juntos en un mismo cuarto, el más alejado de las fachadas y el considerado más seguro de la casa. Su mundo se vino abajo. “Permanecí consciente bajo los cascotes más de 10 horas hasta que me rescataron. Creí escuchar a uno de mis hijos pidiendo ayuda, pero su voz se apagó”, rememora con angustia.

Israel machacó con artillería, misiles y bombas de media tonelada zonas enteras de Gaza con la intención de destruir la red urbana de túneles de Hamás, bautizada como Metro, en el distrito de Rimal de Gaza. Cuando este corresponsal visitó poco después del alto el fuego el lugar donde se encontraba la casa de la familia Eshkumat, solo observó cascotes y cloacas reventadas. Fue el ataque más mortífero contra civiles registrado en el último conflicto. La Fiscalía del Tribunal Penal Internacional lo ha incorporado ya a la investigación de los crímenes de guerra cometidos en la Franja palestina. Las milicias palestinas dispararon miles de cohetes en dirección a Israel, donde causaron 13 muertos.

“Un año pasa rápido, aunque haya sido el más largo de vida, para intentar seguir en este mundo, en el que sigo solo por mi hija”, confiesa Riad su dolor roto por las bombas tras 12 años de matrimonio y cinco hijos. “Yo estaba enamorado de mi esposa; lo nuestro no fue un casamiento convencional. Recuerdo una vida feliz”, prosigue su relato, de nuevo con la mirada extraviada. “Luego todo se hundió. No podía creer lo que pasaba. Israel es responsable al cien por cien de lo que me ha pasado, aunque yo no busco disculpas ni compensaciones. Sobrevivimos dos de siete por casualidad. Así son las cosas de Dios. Vuelvo a tener una familia, pero el vacío que me ha dejado la muerte de quienes más quería no se ha llenado”, concluye Riad.

Más de 2.500 gazatíes se concentraron el domingo cerca del puerto de la capital del enclave para conmemorar el aniversario del fin de la última guerra en un acto más festivo que político. Mujeres con banderas palestinas y jubilados llenaban el recinto. “La defensa de los lugares sagrados de Jerusalén es una línea roja para Hamás, e Israel lo sabe”, advertía al término de la celebración Ahmet Bahar, asesor internacional en el Parlamento palestino con sede en Gaza, un órgano que lleva tres lustros sin poder reunir a todos sus diputados. “El mensaje es muy claro”, recalcaba en inglés este islamista de gestos educados ante la anunciada marcha de decenas de miles de extremistas israelíes por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén dentro de una semana. Hace un año ese fue precisamente el detonante de una guerra de la que aún no ha cerrado sus heridas.

El librero y editor Samir Mansur, ante los restos de su librería, destruida por un bombardeo israelí, en mayo en Gaza.Marcus Yam (Los Angeles Times via Getty Imag)

Reabre la librería bombardeada

La reapertura de la librería Mansur, la mayor de Gaza, que fue destruida por las bombas en mayo del año pasado, es una de las pocas buenas noticias en el aniversario del conflicto. El catedrático de Psicología de la Universidad de Gaza Mohamed Helo, de 67 años, acaba de adquirir un libro sobre el místico iraquí Ibn al Yusía. “Nos explicó hace 500 años cómo tenemos que relacionarnos con los demás respetando su pensamiento”, explica este profesor emérito en las nuevas instalaciones de la librería, inauguradas hace dos meses cerca del campus. “Nos hacía tanta falta”, asiente. “Nos faltan muchas cosas en Gaza, pero los libros son el alimento del alma”.

En los estantes de Mansur se ha renovado una oferta de entre 250.000 y 300.000 ejemplares. “Tenemos la obra completa de la escritora turca Elif Shafak en inglés. He leído todas sus novelas”, se jacta Huda Sliman, de 20 años, una estudiante de ingeniería que trabaja a tiempo parcial en la sección de libros en lenguas extranjeras. ¿Lo más vendido en la nueva sede? “Novelas, textos académicos y el Corán”, precisa la joven librera. Una campaña internacional de micromecenazgo ciudadano ha contribuido a reabrir la emblemática librería Mansur en un tiempo récord, mientras las obras de reconstrucción de infraestructuras se empantanan en medio del olvido del mundo.

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