A Ucrania le espera el exterminio si vence Rusia
El objetivo del Kremlin es aniquilar a los ucranios, a los que la propaganda rusa equipara con los nazis
La matanza de Bucha y la carnicería en la estación de Kramatorsk son dos episodios sangrientos provocados por la invasión de Ucrania por Rusia. Se puede discutir cuál es el más terrible, pero ambos se inscriben en un nuevo contexto ideológico q...
La matanza de Bucha y la carnicería en la estación de Kramatorsk son dos episodios sangrientos provocados por la invasión de Ucrania por Rusia. Se puede discutir cuál es el más terrible, pero ambos se inscriben en un nuevo contexto ideológico que asemeja la política del Kremlin a la política de Solución Final de la Alemania nazi, solo que ahora en vez de los judíos el objetivo a aniquilar son los ucranios y la idea misma de lo ucranio, que se equipara a lo nazi en los textos de propagandistas y políticos rusos.
Con el título Qué debe hacer Rusia con Ucrania, la agencia oficial rusa RIA publicó el 3 de abril un artículo firmado por Timofei Sergueitsev, presentado como experto en tecnologías políticas, filósofo y metodólogo. En él, se afirma que la “desnazificación” ya pasó a “la práctica” en Ucrania y es un procedimiento “necesario cuando una importante parte de la sociedad —posiblemente su mayoría— ha sido dominada y atraída a su política por el régimen nazi”. Es decir, cuando no funciona la hipótesis de que “el pueblo es bueno y el Gobierno es malo”. La estrategia de desnazificación expuesta por el autor se realizaría bajo la dirección de “un órgano permanente especial” creado para 25 años y contempla la desaparición “total” de la palabra “Ucrania” en un territorio “históricamente ruso”. Este territorio sería dividido en ·repúblicas populares leales a Moscú, donde las “autoridades desnazificadoras” impartirían los castigos necesarios para que la población local “expiara las culpas” por la actitud hostil ante Rusia.
Sobre el telón de fondo de una rigurosa censura en Rusia, la difusión de posiciones tan extremas en una agencia oficial indica que los responsables de su publicación como mínimo no vieron nada censurable en ellas. El texto es elocuente: por desnazificación entiende “el conjunto de actividades en relación con la masa de la población nazificada, que técnicamente no puede ser sometida a castigo directo como criminales de guerra”.
“Los nazis que han tomado las armas deben ser aniquilados al máximo en el campo de batalla. No hay que diferenciar sustancialmente entre las Fuerzas Armadas de Ucrania, los llamados batallones nacionales, y los que se han unido a estos dos tipos de formaciones militares de defensa territorial”, señala Sergueitsev, partidario de la “depuración total”. “Todas las organizaciones relacionadas con la práctica del nazismo deben ser liquidadas y prohibidas”. “Además de la cúpula, es culpable una importante parte de las masas, que son nazis pasivos o cómplices del nazismo. Apoyaron y se entregaron al poder nazi”, sentencia.
El “castigo justo” de esta parte de la población es “soportar las inevitables cargas de una guerra justa contra el sistema nazi”. La “reeducación” de las masas se hará mediante la “represión ideológica” y una “severa censura” política, cultural y educativa.
Solo “los vencedores” (es decir, Rusia para el autor) pueden realizar esta desnazificación mediante una política que “no puede ser liberal” ni aplicar un “plan Marshall”.
La desnazificación se realizará “como mínimo durante una generación”. “El nazismo ucranio [en tanto que desarrollo del ‘nazismo europeo’ y el ‘racismo americano’] conlleva […] una amenaza mayor para el mundo y para Rusia que el nazismo alemán en versión hitleriana”.
“Ucrania no es posible como Estado nacional”. “Lo ucranio es una construcción antirrusa artificial que no tiene ni su propio contenido civilizador y que es un elemento subordinado a una civilización ajena y extranjera. La desnazificación de Ucrania es su “total deseuropeización”.
Tras la ”desnazificación militar” inicial, vendría “desnazificación del tiempo de paz”. En él, Moscú determinaría las fronteras y el ámbito de aplicación del derecho y la jurisdicción rusa en el “territorio liberado”, crearía un “tribunal para los crímenes contra la humanidad en la exUcrania” y se convertiría en el “guardián del proceso de Núremberg”. Fuera del diseño quedaría la “provincia católica” (las seis regiones del este de Ucrania) donde se renuncia a la “desnazificación mental” y la unión al resto del “territorio prorruso”, pero no a la neutralidad y desmilitarización, para lo cual se necesitaría “presencia militar rusa”. Desde la línea de separación de la “provincia católica” y la frontera rusa habría un territorio “potencialmente integrable a la civilización rusa, antifascista por su propia naturaleza interna”.
Inicialmente, la narrativa justificativa para la invasión de Ucrania, aparte de la ampliación de la OTAN, subrayaba también liberar a una mayoría de la población local de la supuesta tiranía de unos dirigentes usurpadores del poder. De ahí que Putin invitara a los soldados ucranios a pasarse a las filas rusas. “No vamos a imponer nada a la fuerza”, “no queremos perjudicar los intereses de Ucrania y el pueblo ucranio”, dijo el líder del Kremlin la madrugada del 24 de febrero al comenzar la invasión.
Por su parte, en un comentario en las redes sociales, Dmitri Medvedev, vicejefe del Consejo de Seguridad, además de expresidente y ex primer ministro, niega el fenómeno de lo ucranio, que define como ”bulo” defendido por fanáticos y afirma que “Ucrania sufrirá su propio destino”, tras experimentar la “transformación mental en el Tercer Reich”. La “desmilitarización y desnazificación de Ucrania son tareas difíciles que no se ejecutan en un momento. Y [estas tareas] se realizarán no solo en el campo de batalla. Cambiar la conciencia sangrienta y llena de falsos mitos de una parte de los ucranios de hoy es el objetivo más importante […] por la tranquilidad de las futuras generaciones de ucranios y la oportunidad de construir por fin una Eurasia abierta, desde Lisboa hasta Vladivostok”. Hay que precisar que el lema de “Lisboa hasta Vladivostok” hacía referencia a una Europa unida cuando surgió en los años ochenta del siglo pasado.
Por último, Evgueni Primakov Junior, director de Rossotrudnichestvo (entidad federal para la cooperación con el espacio postsoviético y rusos en el extranjero), ha propuesto “anunciar una recompensa por las cabezas de los organizadores ucranios de la carnicería en Bucha”, los ejecutores y los que los idearon, (…) y “comenzar una cacería contra ellos”. La recompensa debe ser generosa para que “los cómplices de estos criminales de guerra se sientan tentados a entregar a estos canallas”, sentenció.
En una guerra, las comunidades enfrentadas pueden tener ambas responsabilidad por brutalidades delictivas. En esta, los representantes de Ucrania han dicho que investigarán casos que afectan a prisioneros rusos, como los disparos en las piernas y ejecuciones sumarias. Mientras Kiev muestra por lo menos disposición a reconocer delitos, Rusia tiene una doble actitud. Por una parte, negar con vehemencia la misma posibilidad de culpa por episodios que apuntan en su dirección (invirtiendo las acusaciones hacia los ucranios) y, por la otra, justificar los episodios de barbarie en nombre de la doctrina de erradicación de lo ucranio, en la que estas atrocidades encuentran su justificación teórica.
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