Tres presidentes de EE UU, tres líderes yihadistas liquidados

La muerte de Al Quraishi la semana pasada se suma a otras operaciones contra Al Qaeda y el ISIS comandadas por Obama y Trump

El presidente de EE UU, Joe Biden, la vicepresidenta, Kamala Harris, y el equipo de Seguridad Nacional, durante la operación militar contra el líder del Estado Islámico.Foto: THE WHITE HOUSE (VIA REUTERS)

La primera gran operación antiyihadista comandada por Joe Biden acabó esta semana con la vida del líder del Estado Islámico (ISIS, siglas en inglés), Abu Ibrahim al Hachemí al Quraishi, en Atmeh, noroeste de Siria. Se trata de la última victoria que un presidente de EE UU puede exhibir en la lucha contra el terrorismo después de que sus antecesores acabaran con Osama Bin Laden (en 2011, en la época de Barack Obama) y Abubaker al Bagdadi (en 2019, con Donald Trump al frente).

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La primera gran operación antiyihadista comandada por Joe Biden acabó esta semana con la vida del líder del Estado Islámico (ISIS, siglas en inglés), Abu Ibrahim al Hachemí al Quraishi, en Atmeh, noroeste de Siria. Se trata de la última victoria que un presidente de EE UU puede exhibir en la lucha contra el terrorismo después de que sus antecesores acabaran con Osama Bin Laden (en 2011, en la época de Barack Obama) y Abubaker al Bagdadi (en 2019, con Donald Trump al frente).

La guerra contra el terror la juramentó el presidente George W. Bush en 2001 tras el ataque del 11-S que conmocionó y cambió el mundo contra los corazones financiero y político de la primera superpotencia. Habrían de pasar 10 años y estar en la Casa Blanca un nuevo presidente para que se consumara la venganza de dar caza y captura al hombre más buscado por EE UU. El líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, derribó las Torres Gemelas, atacó el Pentágono y habría borrado del mapa la Casa Blanca si el avión que iba destinado hacia ella no hubiese sido desviado hacia una tierra baldía en medio de Pensilvania.

Tras más de una década de búsqueda infructuosa y fracasos, diez años en los que se creó el limbo legal de Guantánamo para secuestrar e interrogar a sospechosos, años en los que la tortura y los asesinatos selectivos fueron reconocidos y empleados por la Administración estadounidense, el primer domingo de primavera de mayo de 2011, cuando quedaban menos de 30 minutos para que acabase el día, Obama sorprendía a una nación que estalló en vítores al anunciar que un comando de élite de la Armada de EE UU había abatido de madrugada al terrorista más buscado de todos los tiempos.

“El mundo es más seguro ahora”, declaró Obama al devolver el orgullo mancillado en el 11-S. Anunció, serio, frío, presidencial, la muerte de Bin Laden. Murió de un tiro en la cabeza durante una operación que duró 40 minutos en un complejo residencial a unos 60 kilómetros al norte de Islamabad, la capital de Pakistán, y a escasos metros de la principal escuela militar paquistaní. El primer presidente negro de la EE UU informó de que el cuerpo del líder de Al Qaeda había sido arrojado al mar.

Para la historia queda la fotografía de Pete Souza en la Situation Room (sala de control de crisis) de la Casa Blanca mientras Obama sigue la operación de asalto junto a su entonces vicepresidente, Joe Biden, entre otros. Su equipo de Seguridad Nacional y una Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado, con la mano en la cara y expresión de miedo, quien poco después confesó que habían sido los 38 minutos más intensos de su vida.

El presidente Barack Obama, junto al vicepresidente Joe Biden, recibe un nuevo dato de la misión que tenía por objetivo acabar con Bin Laden.Pete Souza (La Casa Blanca)

Los dos presidentes que han seguido a Obama han tenido también su momento de gloria frente a las cámaras de televisión para anunciar la muerte de algunos de los terroristas más buscados que ilustraban la correspondiente lista del FBI. Pero la organización de Bin Laden persiste, incluso sin su figura como una estructura global, que además compite por la hegemonía yihadista con el ISIS.

También en domingo, Trump informaba el 27 de octubre de 2019 que el hombre que en 2014 proclamó el califato del Estado Islámico que durante los siguientes tres años de apogeo se extendería en Irak y Siria, había muerto “como un perro, como un cobarde”. “El animal que trató de intimidar al resto ha terminado llorando y gimoteando, aterrado de ver que las fuerzas estadounidenses se le venían encima”, declaró Trump. Abubaker al Bagdadi detonó el cinturón de explosivos que portaba cuando se supo acorralado dentro de un túnel durante una operación militar de un comando norteamericano en el noroeste de Siria. La caída de Al Bagdadi marcó un hito en la lucha contra el Estado Islámico y, con la operación, Trump logró desviar durante un tiempo la importante crisis doméstica que vivía con el proceso de su primer impeachment.

Con un terrible error de cálculo, Biden quiso hacer coincidir la conmemoración del 20º aniversario del 11-S con la fecha límite de la presencia de las tropas estadounidenses en Afganistán. Pero la caótica salida de Kabul muestra que sí ha habido un vencedor en la guerra en ese país han sido los talibanes, de vuelta en el poder.

En una fotografía parecida a la de Obama, Biden siguió el pasado jueves en la Situation Room la muerte de Al Quraishi. Como hiciera en su momento Obama, el demócrata daba así la orden de lanzar la primera gran operación contraterrorista de su mandato. Al Quraishi murió junto con al menos 13 personas, entre ellas seis niños, al accionar un cinturón de explosivos cuando se supo asediado, como hizo Al Bagdadi.

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