México y Argentina fortalecen su alianza regional con el traspaso de mando de la CELAC
El presidente Alberto Fernández reemplaza a Andrés Manuel López Obrador en la presidencia pro témpore del bloque que reúne a 33 países latinoamericanos, sin EE UU ni Canadá
México ha traspasado este viernes el bastón de la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a Argentina. Ha sido más que una formalidad. La sucesión dice mucho de la alianza estratégica que mantienen ambos países en su esfuerzo por mantener a raya la influencia de Estados Unidos en la región. La CELAC no tiene entre sus socios a la potencia del norte ni a Canadá, y cuando nació hace 12 años, en un escenario d...
México ha traspasado este viernes el bastón de la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a Argentina. Ha sido más que una formalidad. La sucesión dice mucho de la alianza estratégica que mantienen ambos países en su esfuerzo por mantener a raya la influencia de Estados Unidos en la región. La CELAC no tiene entre sus socios a la potencia del norte ni a Canadá, y cuando nació hace 12 años, en un escenario de mayoría de Gobiernos progresistas, se la pensó como un contrapeso regional a la Organización de Estados Americanos (OEA). Las tensiones sobre el perfil que debe tener el foro sobrevolaron la reunión presencial de cancilleres celebrada en Buenos Aires. Mientras Venezuela, Nicaragua y Cuba fustigaron a Washington, países como Colombia advirtieron que sería “una gran irresponsabilidad” pensar que una CELAC más fuerte implica “enterrar a la OEA”.
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, cerró la cumbre celebrada en el Palacio San Martín, un palacete de estilo francés que es sede de la cancillería en Buenos Aires. Fernández recogió el guante del debate sobre el espíritu del foro. “La CELAC no nació para oponerse ni enfrentarse a otras instituciones, nació como un foro en favor de nosotros mismos, que siempre promovió el consenso sin exclusiones”, dijo en un discurso que, a diferencia de otras ocasiones, leyó sin agregados improvisados. Fernández no nombró a la OEA, como sí lo hizo la vicepresidenta y canciller de Colombia, Marta Lucía Ramírez, en un texto leído por una representante. Mientras el resto de los cancilleres centraron sus discursos en la necesidad de unir fuerzas contra la covid-19, Ramírez advirtió que “siempre viviremos en el mismo vecindario de Estados Unidos y Canadá, a quienes parecería que afanosamente y sin claridad en las intenciones, se les quiere dar las espalda por parte de algunos en esta organización”.
Ramírez llevó a Buenos Aires la voz de aquellos gobiernos más alineados con Washington. Por eso recordó además que el foro exige expulsar a aquellos miembros que no cumplen con las normas de la democracia, “como sucede en al menos tres de los países que acá se encuentran representados”, dijo. No hizo falta que nombrase a Venezuela, Nicaragua y Cuba.
La CELAC es un foro de cooperación. Nació con 33 socios, pero hoy tiene 32. Brasil se autoexcluyó apenas llegó a la presidencia el ultraderechista Jair Bolsonaro, que lo consideró un grupo nacido para aupar a países del eje bolivariano. No hubo representantes brasileños este viernes, pero sí del resto de las naciones, incluso de las no alienadas con la izquierda. En cualquier caso, la presidencia pro témpore de Argentina garantiza la continuidad del perfil que México ha dado a la CELAC.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador cierra su presidencia pro témpore con una gira del canciller, Marcelo Ebrard, por Sudamérica. El viaje de Ebrard tuvo dos destinos políticos prioritarios: Santiago de Chile, para tener una primera toma de contacto con el presidente Gabriel Boric y, por supuesto, Buenos Aires, para dar el relevo a Alberto Fernández en el organismo multilateral. La escala en Chile ha sido especialmente relevante: el país se suma con Boric al eje progresista que México pretende liderar en la región, tras años de gobiernos de derecha. En el centro del proyecto diplomático mexicano está la consolidación de un eje progresista que aproveche la llegada de Boric y apuntale las simpatías con Argentina y Bolivia, entre otros países, para abrir una “nueva etapa” en la representación de la región frente al mundo.
“Entre más divididos estemos, menos organizados, tendremos más dificultades para hacer valer los intereses y la voz de América Latina y el Caribe en el mundo”, dijo Ebrard en una conferencia de prensa esta semana. Si este año Luiz Inácio Lula da Silva gana la presidencia de Brasil (aunque aún no ha formalizado su candidatura, el líder petista es favorito en todos los sondeos frente a Bolsonaro), el nuevo mapa político estará consumado.
Creada en 2010 e impulsada por la anterior ola de gobiernos de izquierdas latinoamericanos de hace más de una década, la CELAC cayó después en un periodo de irrelevancia que se extendió por años. México asumió la presidencia de un organismo operativamente muerto y que ya no pesaba en la región para reconvertirlo en un campo paralelo donde podía desfogar el añejo conflicto que mantiene con la gestión de Luis Almagro en la Organización de Estados Americanos (OEA), que carga con el peso histórico de estar bajo el control de Estados Unidos. En un mandato que se extendió por dos años por la pandemia, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador pudo dar un guiño político hacia el sur y organizó en septiembre pasado una reunión de jefes de Estado en la que se sentaron a la mesa miembros tan disimiles como la Venezuela de Nicolás Maduro o el Uruguay de Luis Lacalle Pou, en un encuentro que no estuvo ajeno de turbulencias.
Esa reunión terminó sin una nueva presidencia pro témpore, por la negativa de Nicaragua de apoyar a Argentina. El régimen de Daniel Ortega cargó contra Buenos Aires por una serie de críticas que la Casa Rosada había lanzado contra el manejo de las protestas y la persecución de opositores en Managua. Por ese entonces, Nicaragua se encaminaba a una elección presidencial que tenía a Ortega como candidato y presos a todos los políticos opositores con posibilidades de triunfo. Roto el consenso que exigen las normas de la CELAC para cualquier decisión, el reemplazo de México debió esperar hasta este viernes, cuando Nicaragua cedió a los gestos de acercamiento que ensayó la Cancillería argentina para destrabar la situación.
“La CELAC se tiene que fortalecer y abrir paso independientemente de lo que suceda con la Organización de Estados Americanos”, dijo Ebrard. En el discurso oficial, desde la Cancillería mexicana se hablaba de dejar de lado la política para encontrar coincidencias en la cooperación científica y educativa. México defiende como avances principales los planes para alcanzar una mayor autosuficiencia en la lucha contra la pandemia, con proyectos para la producción regional de vacunas y el intercambio de información técnica para facilitar el acceso a tratamientos y medicamentos contra la covid. Se creó también un fondo común de mitigación de desastres naturales provocados por el cambio climático que operará la Cepal a partir de este año, así como una agencia espacial latinoamericana.
En el terreno son iniciativas discretas que, sin embargo, han servido al doble papel que quiere asumir México en la diplomacia del continente: de interlocutor confiable de Estados Unidos y líder entre sus aliados latinoamericanos, sobre todo ante la ausencia del Brasil de Jair Bolsonaro. La llegada del Gobierno de Fernández busca mantener ese impulso en el organismo, algo que difícilmente se hubiera podido hacer si llegaba un país como la pequeña nación caribeña de San Vicente y las Granadinas, que hace unos meses levantó la mano para hacerse cargo. Con Argentina en la CELAC, se anticipa que México se concentre en la Alianza del Pacífico, un organismo que presidirá este año y que reúne a Chile, Perú y Colombia, con la próxima adición de Ecuador.
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