Ómicron obliga a Brasil a olvidarse de multitudes en Nochevieja y pone en peligro el Carnaval

Los brasileños esperan ansiosos el dictamen de sus alcaldes mientras las escuelas de samba siguen con los ensayos

Desfiles del Carnaval de Río de 2020 en el Sambódromo de Sapucai el 24 de febrero de 2020.Buda Mendes (Getty Images)

Los brasileños, siempre cuidadosos con su aspecto, llevan semanas inmersos en la operación Nochevieja/Carnaval. Más ejercicio del habitual, tratamientos y retoques estéticos y las reservas hechas porque las mejores fiestas y playas se llenan pronto. Tras un año de abstinencia por culpa de la pandemia, el primero en más de un siglo sin desfile en el Sambódromo ni fiestones multitudinarios en la calles, el ansia es infinita. Porque para muchos brasileños la vida es una cuenta atrás hasta...

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Los brasileños, siempre cuidadosos con su aspecto, llevan semanas inmersos en la operación Nochevieja/Carnaval. Más ejercicio del habitual, tratamientos y retoques estéticos y las reservas hechas porque las mejores fiestas y playas se llenan pronto. Tras un año de abstinencia por culpa de la pandemia, el primero en más de un siglo sin desfile en el Sambódromo ni fiestones multitudinarios en la calles, el ansia es infinita. Porque para muchos brasileños la vida es una cuenta atrás hasta el próximo Carnaval. El regreso del evento más esperado del año fue uno de los alicientes para vacunarse y hacer oídos sordos al discurso antiinyecciones del presidente Jair Bolsonaro.

Son los días en los que en Brasil es norma olvidarse de las miserias cotidianas, acentuadas por el maldito coronavirus, y entregarse al disfrute, al desenfreno en todas sus acepciones. Supone también un fenomenal negocio, fuente de cientos de miles de empleos. Las expectativas individuales y colectivas estaban por las nubes cuando !zas! apareció la variante ómicron y arruinó los planes más inminentes. Ante los confinamientos en Europa y las alertas de la OMS, los ayuntamientos brasileños están anulando en cadena los eventos multitudinarios para recibir 2022.

Y el Carnaval corre serio peligro. Eso ya son palabras mayores por el dineral que mueve y porque la afición por el culto al rey Momo y a la samba hermana a los brasileños pobres y ricos, de capital o del interior. Sólo los más ultras entre los evangélicos dan la espalda a la fiesta más brasileña de todas, sea para divertirse o para trabajar.

En São Paulo, Salvador de Bahía, Recife… la nochevieja será en petit comité. Río de Janeiro es la última de las grandes capitales que este mismo sábado se les ha unido. También ha cancelado la fiesta de fin de año. “Respetamos la ciencia”, ha declarado su alcalde, Eduardo Paes, tras explicar que el comité científico municipal bendecía el evento, pero el comité estatal no. “Por tanto, no se puede. Vamos a cancelar la celebración oficial de Nochevieja en Río”. Paes es un político de los que vive el Carnaval, un aficionado al samba elegido hace un año en sustitución de un evangélico.

Por segundo año consecutivo, el día 31 no habrá cientos de miles de personas en Copacabana y las playas vecinas vestidas de blanco. La tradición manda también saltar siete olas para asegurarse amor, prosperidad y un buen año.

No obstante, los ensayos y el resto de preparativos para Carnaval mantienen el ritmo. Además de estar en el ADN carioca, los festejos y los miles de visitantes que atraen suponen una fuente crucial de ingresos para las arcas públicas y los bolsillos privados.

El alcalde de Río no descarta suspender la otra gran fiesta de la ciudad escuchando las recomendaciones de los expertos, como explicó el martes pasado en un acto público. “No voy a crear pánico en la población. Si tenemos que adoptar restricciones, no será solo en Carnaval. Si hay que cancelar, cancelaremos. Planifiquemos hasta el último momento. Todavía queda mucho para el Carnaval”.

Pero mientras decide, las mil actividades vinculadas al fin de año y al Carnaval (modistas, zapateros, compositores, coreógrafos, instrumentistas…) siguen en marcha, dando trabajos mal que bien a miles de personas. Supone un alivio ante el aumento de la pobreza que acompaña a la pandemia. Lo que sí ha hecho el alcalde es reforzar la exigencia de vacuna para entrar en bares, restaurantes y salones de belleza. Ya se exigía en gimnasios y estadios.

Río confía también en el retorno de los turistas extranjeros. Y ningún reclamo mejor que la cantante carioca Anitta, una especie de chica de Ipanema 2.0. Alguien pagó esta semana 110.000 dólares en una puja benéfica celebrada en Miami por vivir el Carnaval junto a la intérprete de Girl in Rio. La misma que en vísperas de la detección del primer caso de covid en Brasil, el miércoles de ceniza de 2020, reunió a cientos de miles de personas en el centro de la ciudad.

Tocados del Carnaval carioca que serán expuestos en un museo del traje en Moulins, Francia. THIERRY ZOCCOLAN (AFP)

São Paulo estaba a solo unos días de levantar la exigencia de mascarilla en lugares públicos en vista de las altas tasas de vacunación y el descenso de hospitalizados, pero se ha echado atrás por ómicron. La ciudad más poblada y rica de América no despedirá el año en la avenida Paulista aunque hace solo dos semanas acogió el gran premio de Fórmula 1.

A Bibiana Gobo Silva, de 40 años, le parece bien la cautela de las autoridades paulistas. “Aunque hasta hace unos días teníamos la expectativa de celebrar la Nochevieja y el Carnaval con amigos en grandes aglomeraciones, ahora tengo bastante recelo porque no estoy segura de que, con el covid, sea seguro”, dice esta fisioterapeuta que está completamente inmunizada como el 63% de los brasileños. “Es una decepción, sí, pero prefiero cuidarme”, añade. Sí ha notado es que se le acumulan los pacientes y que llegan con más dolores por el estrés. Se ve que están forzando el cuerpo para lograr alcanzar las metas que se impusieron al comienzo de 2021.

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