De las barricadas de Plaza Italia a las urnas, la víspera de la votación en Chile desde la zona cero de las protestas
Este sábado y domingo los chilenos regresan a las urnas para elegir a los integrantes del organismo que pondrá fin a la Constitución de Pinochet
Los gases lacrimógenos y el carro lanza aguas regresaron la tarde del viernes al sector de Plaza Italia, punto neurálgico de las manifestaciones sociales de octubre de 2019 contra el modelo económico de uno de los países más desiguales de la OCDE y que se vieron marcadas por graves hechos de violencia, como saqueos e incendios de estaciones del metro, edificios y empresas.
En medio de una crisis que parecía si...
Los gases lacrimógenos y el carro lanza aguas regresaron la tarde del viernes al sector de Plaza Italia, punto neurálgico de las manifestaciones sociales de octubre de 2019 contra el modelo económico de uno de los países más desiguales de la OCDE y que se vieron marcadas por graves hechos de violencia, como saqueos e incendios de estaciones del metro, edificios y empresas.
En medio de una crisis que parecía sin salida, la clase política acordó una vía institucional para dar respuesta a las demandas ciudadanas, que desencadenó en un plebiscito donde casi un 80% de la población decidió poner fin a la Constitución impuesta en la dictadura de Augusto Pinochet, a través de un organismo que estará integrado por 155 personas, con paridad de género y 17 puestos asegurados para representantes de pueblos originarios. Todos ellos serán electos este sábado y domingo en una mega elección, donde además los chilenos elegirán a sus autoridades comunales y, por primera vez, a la máxima autoridad de sus regiones.
Pero, a diferencia de octubre de 2019 o de la víspera del plebiscito, en el lugar no hay más de 150 personas, quienes se manifiestan de manera pacífica en apoyo al pueblo palestino.
No hay calles repletas de manifestantes ni barricadas, tampoco hay encapuchados, ni la estatua del general Manuel Baquedano ha sido vandalizada. Es todo lo opuesto a la imagen de una manifestación en el sector. Esta vez, solo se trata de personas agitando banderas, y el uso de gases lacrimógenos y lanza aguas por parte de las Fuerzas Especiales resulta —a juicio de los manifestantes— completamente desproporcionado.
En el lugar se encuentra Nicole Kramm, fotógrafa y documentalista, quien está captando imágenes. Para ella no es un día cualquiera. Este viernes marcaba su regreso a una zona en la que habitó durante las protestas del estallido social, donde guardó un registro diario de las movilizaciones, el que terminó abruptamente el 31 de diciembre de 2019, cuando recibió un disparo en su ojo derecho por parte de funcionarios de Fuerzas Especiales de Carabineros, el que le provocó la pérdida permanente de su visión y que, durante meses, le hizo creer que su carrera había quedado truncada.
Nicole cuenta que no volvía al sector desde octubre de 2020, en la víspera del plebiscito. Estar ahí todavía le provoca miedo. “Me cuesta ir al centro. Llevo más de un año en terapia y sé que voy avanzando, pero nunca va a ser lo mismo”, reconoce.
Aunque ve con “recelo y desconfianza” el proceso constituyente señala que irá a votar “para que no salgan los mismos de siempre”. “Si bien el estallido condicionó esta nueva Constitución y ahora hay votaciones, estas no garantizan absolutamente nada, porque si nos desmovilizamos, nos van a joder”, señala.
Recorrer las inmediaciones de Plaza Italia es ver los vestigios de lo que fue una movilización que puso en jaque la institucionalidad. Los edificios mantienen las improvisadas protecciones metálicas, varios comercios llevan meses cerrados. Algunos restaurantes han comenzado, lentamente, a abrir sus puertas, en medio del relajamiento en las restricciones producto de la covid-19, donde si bien la pandemia sigue fuera de control, el gobierno conservador de Sebastián Piñera ha destacado el avance en el plan de vacunación, donde 7,4 millones de personas han completado sus esquema de inmunización, lo que equivale a la mitad de la población objetivo.
Al avanzar hacia el poniente es posible divisar las ruinas de la Iglesia San Francisco de Borja, perteneciente a Carabineros, y que resultó completamente incendiada para la conmemoración del primer aniversario del estallido social. Unos pasos más hacia el oese comienzan a aparecer los muros del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), que mantienen cientos de consignas y muestras de arte callejero.
En el lugar se encuentra Kevin Villalobos caminando junto a su pareja, Paula. “Yo venía prácticamente todos los viernes, y tengo varios recuerdos. Por un lado estaba la gente que protestaba de forma pacífica con carteles, batucadas, y por otro quienes estaban defendiendo esa movilización de los pacos (como los chilenos apodan a los carabineros), que en todo momento estaban intentando desalojar la zona”, recuerda.
“Yo desconfío bastante del proceso, que fue un acuerdo de la clase política para la clase política. De todas formas voy a votar, porque a pesar de que me da desconfianza, quiero aprovechar la mínima herramienta que tengo, que es votar, para tratar de cambiar las cosas y que no estén siempre los mismos”, dice Kevin, de 22 años, quien hasta antes de la pandemia trabajaba como bartender y hoy se encuentra cesante.
Un par de cuadras hacia el sur se encuentra Fabián, de 51 años, quien se dedica a la venta de libros en la calle. Un rubro al que ingresó hace cinco años, tras haber quedado sin trabajo. A diferencia de Nicole y Kevin, Fabián vio el estallido como un “simple espectador” lo que, admite, le produce vergüenza. “Soy muy crítico del sistema, pero no he hecho nada por cambiarlo. En cambio, estos cabros chicos, porque esto surgió de una espontaneidad joven, lo están haciendo”, comenta desde su tienda informal de libros. Sobre la votación, asegura que sí o sí irá acudirá este domingo.
Pero Plaza Italia es también un lugar de contrastes y durante décadas fue considerado una frontera simbólica entre clases altas y bajas. Aunque esos límites se han desdibujado, basta solo alejarse unos metros de la zona cero de las protestas para comenzar a ver cambios: hacia oriente se inicia Providencia y la presencia de áreas verdes aumenta de manera considerable y varios de los daños causados durante las protestas han sido reparados. Se ven personas paseando perros o haciendo deporte, otros sentados en los bares del sector, y personas de la tercera edad contemplando cómo la tarde avanza ante sus ojos.
Nélida Rojas tiene 75 años y está decidida a ir a votar, aunque admite que aún no entiende bien qué rol cumplirán los gobernadores, como se denominará a los líderes regionales, electos por la ciudadanía: “Voy a ir a votar porque si no, no voy a tener derecho a reclamar. Me interesa eso sí que salgan los más idóneos, los más serios y menos aprovechadores”. Norma, su hermana, quien la acompaña en el parque, explica que esta vez se restará de votar: tiene 79 años y su local de votación le queda demasiado lejos.
Unos metros hacia el sur otra mujer de la tercera edad descarta tajantemente conversar con este medio: “cómo te voy a dar mi nombre, eso se presta para estafas”, dice.
La incógnita de la participación
“Se desinfló el ambiente electoral” asegura Marta Lagos, directora del Latinobarómetro, la mayor encuestadora de Latinoamérica. La economista relata que el jueves, horas antes de la mega elección, fue a la Vega, uno de los principales mercados en la capital, donde aprovechó de conversar y “encuestar” a las personas, algo que suele hacer cada vez que está en la calle.
Lagos relata que salió preocupada: la mayoría de las personas con las que conversó le dijo que con toda seguridad no irá a votar. Una cifra que tiene un correlato con un sondeo realizado en abril por Latinobarómetro —que nunca se llegó a publicar debido a la postergación de los comicios para mayo— y que arrojó que un 60% de los encuestados no tenía claro qué era lo que se votaría en la elección.
“Que la elección más importante de los últimos años tenga una baja participación electoral sería una derrota. Dios quiera que esté muy equivocada y se produzca una alta votación”, asegura Lagos, quien atribuye la “falta de ambiente” a las cuarentenas, a la suspensión de las campañas tras la postergación de los comicios, la falta de información sobre el proceso y su importancia, entre otros factores.
La desinformación sobre el proceso es un aspecto que también han tenido que enfrentar los propios candidatos. Claudia Pizarro busca reelegirse para un nuevo periodo en la alcaldía de La Pintana, una comuna emplazada en la periferia de la capital, esa donde la conexión a internet sigue siendo inestable y apenas existen dos sucursales bancarias para 190.000 habitantes, en contraste con comunas de mayores ingresos, donde los bancos están a la vuelta de la esquina. Esta campaña, cuenta, ha sido especial no solo porque no han podido conversar cara a cara con la gente, debido a las cuarentenas, sino que buena parte de la las conversaciones han estado enfocadas en explicar qué es lo que se vota y lo que está en juego con el resultado de este domingo.
“Chile no va a cambiar como queremos con la sola elección de los alcaldes. Chile va a comenzar a cambiar el día que tengamos una nueva constitución”, asegura.
Para Marcela Ríos, Coordinadora del área de gobernabilidad en la oficina de Chile del PNUD, la elección de este sábado y domingo es “quizás la más difícil de predecir” en medio de las cuarentenas y la falta de campañas informativas sobre el proceso.
Sin embargo, advierte que “más allá de la información oficial es probable que muchos ciudadanos se hayan encontrado con candidatos en la feria o en la plaza. La parte territorial puede estar teniendo un efecto que no es tan evidente para los medios y las élites, y puede ser que nos llevemos una sorpresa”.
A esto, dice Ríos, se debe recordar que el plebiscito de octubre de 2020 tuvo la mayor participación ciudadana desde la entrada en vigencia del voto voluntario en Chile, la que se explica por el alza de 20 puntos en la participación de electores menores de 30 años y que fueron quienes, en su mayoría, salieron a las calles en 2019.