Saad Hariri vuelve al poder en Líbano un año después de dimitir por la ola de protestas

El dirigente suní tiene como principal misión formar un Gobierno cuanto antes para abordar la profunda crisis del país

Saad Hariri, este jueves en el palacio presidencial de Baabda en Beirut.Hussein Malla (AP)

Un año después de su renuncia, Saad Hariri ha vuelto a ser nombrado este jueves primer ministro de Líbano y el presidente, Michel Aoun, le ha encargado formar un nuevo Gobierno. Es la tercera vez que el político suní ocupa el cargo y el Ejecutivo que forme será el cuarto liderado por él, ya que durante su segunda etapa como mandatario el país estuvo nueve meses sin Gobierno. Hariri, que era...

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Un año después de su renuncia, Saad Hariri ha vuelto a ser nombrado este jueves primer ministro de Líbano y el presidente, Michel Aoun, le ha encargado formar un nuevo Gobierno. Es la tercera vez que el político suní ocupa el cargo y el Ejecutivo que forme será el cuarto liderado por él, ya que durante su segunda etapa como mandatario el país estuvo nueve meses sin Gobierno. Hariri, que era el único candidato a ocupar el cargo, ha sido respaldado por 65 de los 118 diputados que han participado en las consultas parlamentarias. “Formaré un Gabinete de expertos, que no procedan de partidos políticos, con la misión de emprender reformas económicas, financieras y administrativas acordes con la hoja de ruta propuesta por la iniciativa francesa”, ha prometido el político, de 50 años, a unos ciudadanos hastiados de una élite política a la que acusan de dilapidar las arcas estatales durante los últimos 30 años.

El premier vuelve al puesto doce meses después de que el estallido de unas protestas populares forzase su dimisión. Hariri será el tercer hombre que asuma el cargo de primer ministro este año. Hasan Diab anunció su dimisión tras la brutal explosión que sacudió el puerto de Beirut el pasado 4 de agosto dejando más de 200 muertos y 7.000 heridos. Su sucesor, Mustafá Adib, también tiró la toalla hace un mes sin haber logrado formar Gobierno. Hariri retoma ahora las riendas de un país que atraviesa su peor momento en un siglo de existencia, asolado por una triple crisis: sanitaria, económica y político-social.

“La amenaza concreta de un colapso económico ya se está traduciendo en una emigración masiva que está provocando una hemorragia de los recursos humanos cualificados de Líbano”, valora por teléfono Sybille Rizk, directora de políticas públicas en la ONG Kulluna Irada. “Para los que se quedan, el principal problema será asegurar sus necesidades básicas”, remacha. La mitad de los más de seis millones de habitantes de Líbano han caído bajo el umbral de la pobreza, según cifras del Banco Mundial, mientras que la tasa de desempleo no deja de aumentar conforme menguan los ahorros de los ciudadanos en unos bancos que han impuesto férreas medidas de control de capitales. Beirut anunció el pasado marzo su primer impago de deuda en la historia del país —al no desembolsar algo más de 1.000 millones de euros— y el Ejecutivo se ha visto obligado a subvencionar productos esenciales como el combustible, los medicamentos o la harina.

“Los precios de los alimentos se han disparado un 60% y gano hoy un tercio de lo que hace un año”, protesta el electricista Hasan Hemade en Beirut. “Hariri padre (Rafik, primer ministro en dos ocasiones y asesinado en 2005) e hijo han pasado 30 años gobernando y no han hecho nada. ¿Qué va a cambiar ahora?”, arremete este trabajador que, como muchos otros, dice haber perdido toda la confianza en sus políticos.

“En lugar de haber formado este año un Gobierno de rescate independiente y competente que nos ayude a salir de la crisis y atenúe su impacto sobre los más desfavorecidos, se ha hecho lo contrario al permitir la drástica devaluación de la libra libanesa [frente al dólar] y una hiperinflación que castigan a la población”, señala Rizk. Los libaneses se muestran escépticos también sobre la formación de un Gobierno de tecnócratas, ya que el anterior quedó trabado por la injerencia de los principales partidos político-confesionales, incapacitándolo para emprender reforma alguna. El nombramiento de Hariri fue pospuesto una semana con la intención de lograr el mayor consenso entre las fuerzas políticas. Los dos principales partidos cristianos (Fuerzas Libanesas, liderado por Samir Geagea y el Movimiento Patriótico Libre, al que pertenece el presidente Aoun) se han abstenido este jueves. Por su parte, el tándem chíi formado por los partidos Hezbolá y Amal ha respaldado a Hariri.

A la espera de una inyección internacional de divisas

Hariri será el encargado de liderar un Gobierno de rescate que tome las medidas necesarias para paliar la crisis y ganarse la confianza de una comunidad internacional que ha condicionado toda ayuda a reformas reales y entre la que el mandatario francés, Emmanuel Macron, ha destacado al establecer una hoja de ruta para el país mediterráneo. De las reformas estructurales depende igualmente el desembolso de una inyección de divisas de más 9.000 millones de euros prometidos en abril de 2018 en París durante una conferencia de donantes. “Se acabaron los años en los que se daba dinero a Líbano a fondo perdido”, advierte un diplomático europeo en Beirut que asegura ser poco optimista sobre una pronta salida de la crisis. “El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial e incluso Macron han dejado claros los pasos a seguir: una reforma fiscal, otra del sector eléctrico y medidas de austeridad. Pero cada vez que se habla de tocar la banca, todos los políticos, incluido Hariri, se cierran en banda”, afirma el funcionario.

El sistema de redes clientelares de una clase política, que se confunde con la económica y en la que numerosos diputados tienen intereses en la banca, la energía o la construcción, explica esa férrea reticencia de los partidos a unas reformas que pueden mermar sus beneficios, explica en su último informe sobre Líbano el Centro para Análisis Operacional e Investigación (COAR, por sus siglas en inglés). “[La de] Líbano se está convirtiendo rápidamente en una de las crisis más complejas en el mundo, con problemas sistémicos multifacéticos que se refuerzan mutuamente y que se combinan creando una potencial catástrofe regional”, reza el documento.

Líbano se ha transformado en un país de contrastes, con una de las tasas de desigualdad social más elevadas del mundo—el 60% de la riqueza nacional está en manos de 2.000 familias—, una deuda pública que alcanza el 170% de su PIB, y la mayor cifra de refugiados por cada 100.000 habitantes, tras acoger en los últimos a 1,5 millones de sirios.

“Trabajaré para formar un Gobierno rápidamente, porque el tiempo se está acabando”, ha dicho este jueves Hariri tras advertir de que esta es "la única y última oportunidad” para el país. Las innumerables trabas y la falta de tiempo son los dos elementos en los que parecen coincidir los expertos que temen que, de no frenar la caída libre en la que se encuentra la economía libanesa, el caos y la violencia se hagan con el terreno perdido por las instituciones estatales.

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