Análisis

El tiro por la culata

Algunos temieron que la sentencia del Constitucional alemán contra los programas de expansión cuantitativa del BCE auguraba lo peor

Miembros del Tribunal Constitucional alemán, el pasado 19 de mayo en Karlsruhe.Uli Deck (AP)

Al Tribunal Constitucional alemán le ha salido el tiro por la culata. Algunos temieron que su sentencia contra los programas de expansión cuantitativa del Banco Central Europeo, BCE, auguraba lo peor. A saber, que los magistrados controlarían “las relaciones de Alemania con la UE”, “supervisarían las actuales medidas” del banco y “bloquearán cualquier intento de introducir eurobonos”, escribió una jurista de alto per...

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Al Tribunal Constitucional alemán le ha salido el tiro por la culata. Algunos temieron que su sentencia contra los programas de expansión cuantitativa del Banco Central Europeo, BCE, auguraba lo peor. A saber, que los magistrados controlarían “las relaciones de Alemania con la UE”, “supervisarían las actuales medidas” del banco y “bloquearán cualquier intento de introducir eurobonos”, escribió una jurista de alto perfil, Katharina Pistor, catedrática en Columbia (Project Syndicate, el 8 de mayo).

Ha sucedido exactamente lo contrario. El Gobierno de la canciller Angela Merkel apuesta más que nunca, y más deprisa, por una salida europeísta a la crisis, incluida lo que hasta ahora era anatema: la emisión de eurobonos, o deuda mancomunada, emitida conjuntamente a través de la Comisión, si bien todavía no mutualizando su responsabilidad de forma ilimitada.

La sentencia provocó un inédito revuelo en el mundo jurídico doméstico. El presidente del Tribunal Supremo, Peter Meier-Beck la tildó en su blog de “horror”; la calificó de “ataque contra la UE como comunidad legalmente constituida de las democracias europeas”; y la desacreditó por no estar “argumentada”. Y las críticas se han agudizado, como trasluce el reciente manifiesto de juristas (La supremacía del derecho comunitario, EL PAÍS, del 31 de mayo).

También los efectos del putsch de Karlsruhe fueron inanes en la Comisión Europea, y en el ánimo del TJUE, que lo despreció en un comunicado de prensa. Y en el BCE. Su presidenta, Christine Lagarde, aseguró que no la “inmutaba” y que la entidad obedecía a Estrasburgo (Parlamento Europeo) y Luxemburgo (sede del tribunal europeo) y no a Karslruhe.

Y la nueva miembro alemana del Consejo de Gobierno del banco, la académica Isabel Schnabel, la ha desacreditado: “No estamos haciendo ajustes en nuestra política monetaria a causa de esta sentencia”, ha declarado (Financial Times, 27 de mayo), pues “no nos afecta” y por tanto “tenemos que seguir actuando con contundencia”. Se admiten apuestas a lo que haga el BCE en su reunión de este jueves.

Atención, Schnabel es una aperturista, pero también de ribetes ortodoxos. ¿Recuerdan que Lagarde cometió un traspiés el 12 de marzo, al acompañar el anuncio de su primera medida de política monetaria contra la recesión provocada por la pandemia?

Dijo entonces —luego rectificó— que “no estamos aquí para reducir los diferenciales de deuda” entre los Estados miembros de la eurozona. Pareció una marcha atrás a la era Draghi, que salvó al euro evitando la fragmentación financiera: entre tipos de interés muy dispares de cada deuda nacional (la prima de riesgo). Pues bien, Lagarde se había inspirado en una frase de Schnabel. Por eso destaca el coraje de esta: “Alemania es uno de los países que se ha beneficiado mucho del euro y por tanto no debería ser el país más crítico con él”, declaró, recordando que “muchos de los argumentos populares” contra la moneda única usados en su país “no pueden sostenerse”.

Es en el marco de estos cambios de la mentalidad colectiva germana donde Merkel ha acelerado también su evolución. La decisión” del tribunal “cambió la perspectiva política” y “pesó en la decisión alemana” de apostar a la política presupuestaria, argumenta el ministro francés Bruno Le Maire (La Vanguardia, 30 de mayo). En efecto, el 10 de abril Merkel acogía con escueta simpatía los resultados del Eurogrupo (préstamos del fondo de rescate, Mede, a los más afectados): “solo juntos podemos superar esta crisis”. Ya en el Consejo Europeo del 23 de abril, sin ceder a los eurobonos, rompía su anterior postura congeladora del presupuesto común: “Debemos estar preparados para hacer una contribución mucho mayor”.

Y el 18 de mayo firmaba, en fin, con su colega francés Emmanuel Macron su propuesta de un Plan de recuperación europea, por medio billón de euros ¡en subsidios! y ¡recolectados ¡mediante emisiones de bonos europeos! “Haremos un esfuerzo extraordinario para asumir este desafío extraordinario”, justificaba el día 27, apoyando el plan, muy similar, de la Comisión. Extraordinario.

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