El virus se propaga en las grandes ciudades del Caribe colombiano

Los contagios avanzan sin freno en las áreas metropolitanas de Cartagena y Barranquilla

Un bar cerrado debido a la pandemia en Cartagena de Indias.RICARDO MALDONADO ROZO (EFE)

El casco histórico de Cartagena de Indias es la postal que se llevan de Colombia muchos de sus visitantes extranjeros. Pero la imagen que proyecta por estos días la joya turística y colonial está muy lejos del glamur que se le suele atribuir. La pandemia se ha llevado por delante aquella ciudad amurallada de festivales, eventos culturales y restaurantes exclusivos, convertida ahora mismo en la peor advertencia de los estragos que puede causar el coronavirus en las grandes urbes del caribe colombiano si no se consigue frenar su propagación.

Después de más de dos meses de cuarentena nacio...

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El casco histórico de Cartagena de Indias es la postal que se llevan de Colombia muchos de sus visitantes extranjeros. Pero la imagen que proyecta por estos días la joya turística y colonial está muy lejos del glamur que se le suele atribuir. La pandemia se ha llevado por delante aquella ciudad amurallada de festivales, eventos culturales y restaurantes exclusivos, convertida ahora mismo en la peor advertencia de los estragos que puede causar el coronavirus en las grandes urbes del caribe colombiano si no se consigue frenar su propagación.

Después de más de dos meses de cuarentena nacional, Colombia se apresta a pasar una nueva fase que relaja algunas de las medidas de confinamiento a partir del próximo lunes. En la última semana, el país ha superado en varias ocasiones el umbral del millar de nuevos contagios diarios, hasta alcanzar más de 25.000 casos detectados y más de 800 muertes relacionadas con la covid-19 en todo el territorio. Aunque la crisis se ha mantenido relativamente contenida, tres de los lugares que más preocupan a las autoridades sanitarias se ubican en la costa norte: Cartagena, Barranquilla y Soledad —las dos últimas son parte de la misma área metropolitana—. En conjunto, reúnen a más de 2,5 millones de habitantes.

Bogotá, una metropoli de más de siete millones de personas, sigue siendo el epicentro del virus en el país con más de 8.000 casos. Pero después le sigue el departamento de Atlántico, cuya capital es Barranquilla, que ha escalado hasta más de 3.000. En un cercano cuarto lugar está Bolívar. La situación de su capital, Cartagena, con una deficiente red hospitalaria, es particularmente calamitosa, pues la ciudad amurallada acumula 121 muertes por la covid-19 y casi 2.500 de los cerca de 2.700 casos detectados en el departamento.

Aunque cuenta con una capacidad hospitalaria más robusta, en Barranquilla los contagios también parecen desbocados. A comienzos de mes, el alcalde Jaime Pumarejo suspendió por varios días el sistema de transporte masivo, Transmetro, por superar el límite establecido del 35% de la capacidad para mantener el distanciamiento social. A sus 1,2 millones de habitantes se suma otro medio millón de la vecina Soledad, con una enorme movilidad entre los dos municipios. Barranquilla acumula 1.704 casos y 48 fallecidos, mientras Soledad añade otros 964 positivos y 16 decesos. “En las últimas semanas ha disminuido la adherencia a varias medidas, que igual desde el principio era baja, en particular en el sur de Barranquilla, en Soledad, donde ha crecido más rápido”, apunta el epidemiólogo Julián Alfredo Fernández, profesor de la Universidad del Norte. Señala que tanto Cartagena como Barranquilla —a diferencia de Bogotá o Medellín, que ha sido el ejemplo nacional— han sido tímidas en aplicar medidas propias, complementarias a aquellas direccionadas por el Ministerio de Salud. “Las multas han mostrado ser insuficientes”, valora.

El marcado aumento de casos en las urbes caribeñas en las últimas semanas se explica por “la presencia de brotes localizados en conglomerados”, explica a EL PAÍS el ministro de Salud, Fernando Ruiz, en referencia a las agrupaciones de casos en un área determinada. En Cartagena, concretamente en la principal plaza de mercado, Bazurto, donde trabajan más de 40.000 personas y hay una circulación permanente. “A través de Bazurto se está generando una posibilidad de contagio a todo el resto de la ciudad, especialmente a los sectores populares. Por esa razón se tomó la decisión de cerrar todo el componente minorista de la plaza”, apunta el jefe de cartera. Barranquilla, añade, es un caso parecido, pero ocurrió fundamentalmente en algunas empresas que han debido ser sometidas a controles y pruebas.

En ambas ciudades, la falta de adhesión a las medidas de distanciamiento está relacionada con una baja percepción del riesgo, según sugería una serie de encuestas del Centro Nacional de Consultoría a mediados de marzo. En aquel entonces, apenas al comienzo de la emergencia, más de la mitad tanto de barranquilleros como de cartageneros contestaban que la peor parte ya había pasado. A ese peligroso cóctel hay que sumar la desconfianza en las instituciones y cierta propensión a las cadenas de noticias falsas con todo tipo de teorías conspirativas. En uno de numerosos ejemplos, un reconocido pastor evangélico de Cartagena publicó un vídeo en sus redes sociales que sostenía que el coronavirus era un invento de Bill Gates.

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Cartagena ha disparado las alertas. La ocupación de camas de cuidados intensivos ya supera el 80%. El pasado fin de semana, la policía reportó 600 fiestas clandestinas e impuso más de 1.000 multas por incumplir el confinamiento. “Nosotros podemos tomar las medidas que sea, pero la disciplina ciudadana es fundamental. Y yo quiero hacer este llamado para toda la comunidad de Cartagena: el uso del tapabocas, lavarse las manos constantemente y el distanciamiento social salvan vidas”, apuntaba recientemente el presidente Iván Duque en su programa diario. También mencionaba la necesidad de “cercos epidemiológicos” en los barrios donde se han detectado conglomerados.

“Hay factores culturales que desafortunadamente no ayudan, también el propio hacinamiento en que viven muchas personas en espacios muy reducidos”, apunta el ministro Ruiz. A eso se suma la altísima informalidad de Cartagena. Una cuarta parte de su millón de habitantes vive en la pobreza, lo que dificulta que las capas más vulnerables de la sociedad cumplan con la cuarentena. La ciudad ha tenido 11 alcaldes en la última década y atraviesa una profunda crisis institucional, al punto que han abundado los llamados por una intervención del Gobierno Nacional. El Ejecutivo envió el miércoles al alcalde, William Dau, una circular con instrucciones para frenar los contagios. Las acciones que ordenaba incluían vigilar la intervención del mercado de Bazurto y el incremento de la oferta de pruebas, así como la inédita medida de cerrar seis barriadas populares de la ciudad: Nelson Mandela, Olaya Herrera, Pozón, La Esperanza, San Fernando y La María.

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