Pompeo viaja a Kabul para salvar el pacto con los talibanes

El secretario de Estado norteamericano intenta desbloquear el diálogo interafgano mediando entre Ghani y Abdullah

El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo.Jacquelyn Martin (AP)

El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, ha llegado este lunes a Kabul para intentar desbloquear el diálogo interafgano y salvar así el acuerdo que su país firmó con los talibanes el mes pasado. El pacto, que debe permitir la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, ha chocado con la crisis política abierta por el rechazo de Abdullah Abdullah a reconocer la reelección como presidente de ...

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El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, ha llegado este lunes a Kabul para intentar desbloquear el diálogo interafgano y salvar así el acuerdo que su país firmó con los talibanes el mes pasado. El pacto, que debe permitir la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, ha chocado con la crisis política abierta por el rechazo de Abdullah Abdullah a reconocer la reelección como presidente de Ashraf Ghani. Mientras, los insurgentes han reanudado sus ataques sin atender a la petición de una tregua por el coronavirus.

El plan de Pompeo es reunirse con el presidente y su rival, de forma separada primero y conjuntamente más tarde, según fuentes diplomáticas citadas por Reuters. Su objetivo es sin duda convencer a Abdullah de que reconozca a Ghani como presidente a cambio de alguna cuota de poder, algo similar a lo que EE UU consiguió tras las elecciones de 2014 cuando aquel también disputó los resultados. De nuevo ahora, y a pesar de que la Comisión Electoral concluyó el pasado febrero que Ghani había obtenido el mayor número de votos en las elecciones de septiembre, el equipo de Abdullah insiste en que hubo fraude en algunas regiones y que, sin esos votos, su candidato es el ganador.

Ese enfrentamiento llevó a que el mismo día en que era investido Ghani, Abdullah se proclamara presidente en una ceremonia simultánea. Más allá del riesgo de que se formen dos gobiernos paralelos e incluso que sus partidarios lleguen a enfrentarse, la crisis ha paralizado el nombramiento del equipo que debe sentarse a negociar con los talibanes como paso previo a la retirada de las fuerzas estadounidenses.

Ese obstáculo se suma a la negativa de Ghani a soltar a 5.000 presos de esa milicia antes de iniciar el diálogo, tal como se establece en el acuerdo que Estados Unidos firmó con los talibanes en Doha (Qatar), pero del que el Gobierno afgano no formó parte. Temeroso de quedarse sin instrumentos ante los insurgentes que controlan casi la mitad del país, el presidente propuso un liberación escalonada y condicionada a que el grupo mantuviera la “disminución de violencia” que respetó durante la semana anterior a la rúbrica. Ambas partes trataron el asunto en una reunión por Skype el domingo sin que haya trascendido el resultado.

De hecho, aunque los talibanes han parado los ataques contra las tropas extranjeras tras el pacto, mantienen la presión contra las fuerzas afganas. Al menos medio centenar de policías y soldados han muerto y decenas más han resultado heridos durante el fin de semana, en los enfrentamientos que se han producido en 14 de las 34 provincias del país, según datos del Gobierno. Una fuente talibán citada por la cadena de televisión afgana ToloNews atribuyó el aumento de la violencia al retraso del Gobierno en liberar a sus presos.

Ni siquiera la amenaza del coronavirus ha logrado pararles. El Gobierno de Ghani sugirió a mediados de la semana pasada una tregua para ayudar a frenar la expansión del coronavirus, sin resultado. No obstante, Suhail Shaheen, un portavoz de los talibanes, tuiteó que estaban dispuestos a “cooperar y coordinar” con las organizaciones sanitarias en su lucha contra el virus.

Afganistán, que carece de infraestructuras sanitarias, ha confirmado hasta ahora 40 casos diagnosticados, pero apenas ha realizado la prueba a unos pocos centenares de sus 35 millones de habitantes. Fuentes médicas temen un estallido ya que miles de afganos regresan cada día del vecino Irán, uno de los países más afectados. A ese riesgo se suma la dificultad de poner coto a la muy extendida costumbre de darse la mano y abrazarse, en una población mayoritariamente analfabeta.

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