Una cuestión de método

Las visiones en liza en estas europeas afrontan el combate al populismo de manera distinta

El candidato del PPE Manfred Weber, a la izquierda, y el candidato laborista Frans Timmermans, a la derecha, antes del debate televisivo matenido el pasado día 7 en el canal alemán Westdeutscher Rundfunk (WDR).INA FASSBENDER (AFP)

El interminable proceso del Brexit demuestra la imposibilidad de abandonar la Unión Europea y salir ganando. Es lo que prometieron los eurófobos británicos y lo que choca con la terca realidad. Paradójicamente, ese proceso ha funcionado como una potente vacuna entre los partidos euroescépticos de todo el continente. Ahora ya no esgrimen las bonanzas de romper con Bruselas, sino que pretenden extender su modelo trabajando desde dentro.

Los españoles, como los italianos, los lituanos, los suecos y ...

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El interminable proceso del Brexit demuestra la imposibilidad de abandonar la Unión Europea y salir ganando. Es lo que prometieron los eurófobos británicos y lo que choca con la terca realidad. Paradójicamente, ese proceso ha funcionado como una potente vacuna entre los partidos euroescépticos de todo el continente. Ahora ya no esgrimen las bonanzas de romper con Bruselas, sino que pretenden extender su modelo trabajando desde dentro.

Los españoles, como los italianos, los lituanos, los suecos y el resto de países, ya han votado en las europeas. Lo hicieron al elegir a sus respectivos Gobiernos, que son los que tienen casi siempre la última palabra en asuntos comunitarios. Ahora, los ciudadanos de los 28 países elegirán a sus representantes en las instituciones europeas, lo que es de máxima importancia porque son esos políticos al frente de la Comisión, del Consejo o de la Eurocámara los que velan por los proyectos comunes con una visión integradora. A pesar del sentimiento general de la ciudadanía, inclinar la balanza hacia un lado o hacia otro marcará una diferencia sustancial respecto a lo que los ciudadanos esperan de La Unión, una vez superada la larga crisis y los estragos de la austeridad.

Las dos visiones en liza con mayores posibilidades las encarnan el democristiano alemán Manfred Weber y el laborista holandés Frans Timmermans. El primero, veterano eurodiputado, defiende un control riguroso de la inmigración con un enfoque restrictivo, lo que está en línea con las preocupaciones de los electores, y es partidario del ejército europeo. La peor de sus tachas es haber defendido casi hasta el final la permanencia de Fidesz, el partido radical del húngaro Viktor Orbán, en el Partido Popular Europeo.

Por su parte, Timmermans es un firme partidario de las políticas sociales contra los populismos y aboga por un salario mínimo continental. Su familia política, la socialdemocracia, mantiene en su seno a los socialistas rumanos, que han iniciado una escandalosa involución, pero Timmermans ha sido, como vicepresidente de la Comisión, su máximo azote en Bruselas. Los Gobiernos de Hungría y Polonia, así como los independentistas catalanes, han recibido sus críticas más ásperas.

Hay otras opciones, pero el triunfo de los socialistas españoles ha dado alas a la candidatura de Timmermans en un Parlamento Europeo muy fragmentado y con una alta participación de los populistas y la extrema derecha, que ya gobiernan en coalición con los conservadores en países como Italia o Austria.

Si el populismo es hoy la peor amenaza, el voto de los ciudadanos de este mes de mayo será crucial para elegir el método de combatirlo; algo ya probado en un sentido o en otro en algunos Ejecutivos nacionales. La UE puede admitirlo en su seno para transformarlo aunque en el camino se asuman algunos de sus principios o puede pelear contra él desmontando sus mentiras y luchando contra la pobreza y la desigualdad para atajar el malestar social que, a su vez, alimenta la eurofobia. 400 millones de europeos tienen la palabra.

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