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La anulación de su candidatura deja a Lula sin opciones

El exmandatario se enfrenta a unos plazos estrictos para nombrar un sustituto, mientras su agrupación insiste que recurrirá la sentencia

Tom C. Avendaño

Las elecciones más inciertas en la reciente democracia de Brasil sufrieron la madrugada del sábado, a 36 días de las urnas, una nueva sacudida. El Tribunal Electoral decidió, con 6 votos a favor y 1 en contra, que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en las encuestas, no puede presentarse como candidato por estar condenado desde abril a 12 años de prisión por corrupción. Lula, que se había inscrito desde la cárcel, en claro desafío a las leyes que prohíben concurrir a los condenados en la segunda instancia como él, tampoco podrá tardar mucho en nombrar un sustituto y hasta que lo haga, no se le dejará pedir el voto en la campaña televisiva que comienza hoy

Una manifestación a favor de la libertad del expresidente brasileño Lula da Silva, en Curitiba (Paraná) a finales de agosto
Una manifestación a favor de la libertad del expresidente brasileño Lula da Silva, en Curitiba (Paraná) a finales de agostoRODOLFO BUHRER (REUTERS)

La cuestión ya no era si Lula da Silva iba a volver a presidir Brasil tras las elecciones de octubre como podría parecer leyendo las encuestas. Con las leyes tan firmemente en contra de que un preso como él llegue al poder a pesar de su popularidad, y con tantos tribunales dispuestos a aplicarlas al pie de la letra, el quid era más bien hasta dónde podía llegar esta candidatura. Y esa respuesta llegó el viernes.

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No por ser una noticia esperada deja de ser trascendental en los complicados comicios del primer país latinoamericano. Por un lado, a tan solo cinco semanas para las urnas, se ha vetado al candidato más popular. Aún desde la cárcel, Lula tiene un 39% de la intención del voto: el siguiente en la lista, el ultraderechista Jair Bolsonaro, tiene un 19% y el resto apenas pasa del 6%. Los no pocos simpatizantes de Lula podrían pasar el resto de los comicios cuestionando la legitimidad de estos y argumentando que sin el expresidente, la votación no es válida (lo que también podrían decir sus oponentes en caso contrario). El potencial que tiene esta sentencia de desestabilizar el discurso público es considerable.

Pero irónicamente también ayuda a estabilizar el tono porque disipa buena parte que las incógnitas que estaban estancando los comicios. Ya no existe más la pregunta principal: ¿se podrá presentar Lula? Porque la respuesta es no. La siguiente pregunta en la lista es la complicada: ¿es esta sentencia el fin de la candidatura de Lula? Sí y no.

Primero el no. Lula es candidato hasta que desista o hasta que el Tribunal Supremo diga que no lo es. El PT insiste que mientras tenga recursos que presentar contra una sentencia desfavorable al expresidente, lo hará. Juicio a juicio, estirando cada plazo todo lo que puedan, en una imposible carrera hacia adelante que les lleve lo más cerca posible de la cita con las urnas. Y tras la sentencia del viernes aún les quedan tres recursos que presentar, uno ante el Tribunal de Justicia y dos ante el Supremo. A largo plazo, esta estrategia podría resultar en que los votos que logre se declaren nulos (no deja de haber en la agrupación una minoría radical que insiste en que este es el camino a seguir).

Y ahí es donde entra la idea de que sí es el fin de la candidatura de Lula. Poco queda para que o Lula o Supremo digan que el exmandatario no lo es. Toda esta carrera tiene, al fin y al cabo, vocación de circo. En Brasilia se da ya por sentada la teoría que el objetivo de Lula nunca fue llegar a la presidencia. Que en cuanto entró en la cárcel y quedó virtualmente inhabilitado para cualquier cargo político, el PT cambió de estrategia y escogió al único nombre medianamente conocido que les quedaba: Fernando Haddad, exalcalde de São Paulo. Solo que quien tiene el 39% de la intención de voto no es él sino el exmandatario. Así, se creó un sainete con la candidatura de Lula desde la cárcel cuyo único propósito es retener los máximos votantes posibles hasta que el expresidente, a última hora, delegue todo en manos de Haddad.

Esa última hora tenía una fecha grabada en fuego: el 17 de septiembre, 20 días antes de las urnas, último momento legal para modificar las candidaturas legalmente. Ese día iba a que ser el Rubicón de la estrategia del PT. Y ni un día antes porque, como ha demostrado una de las últimas encuestas, Haddad ha resultado no despegar entre los votantes. Solo un 4% de los seguidores de Lula está dispuesto a darle su voto.

Sabiendo esto, el juez instructor de la causa en el Tribunal Electoral, Luis Roberto Barroso, repartió en su sentencia de ayer una serie de obstáculos. Primero, Lula tiene 10 días para presentar un sustituto, bien antes del día 17. Y segundo: hasta que no lo haga, Lula no podrá protagonizar publicidad electoral pidiendo el voto para sí mismo.

El PT insiste que va a recurrir la sentencia.  Pero lo cierto es que Haddad ya está haciendo campaña informalmente: el sábado fue a Caetés, tierra natal de Lula. En sus propias filas ya hay quien apunta que el expresidente, sin opciones reales, delegará todo en Haddad lo antes posible. Por primera vez en la vida del histórico exmandatario, cada día que tarde en tirar la toalla es un día perdido.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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