Las reticencias en el SPD mantienen en vilo el pacto de coalición alemán

Las juventudes socialdemócratas encienden el debate con su oposición a la alianza

Kevin Kühnert, líder de las juventudes socialdemócratas, durante un encuentro con periodistas extranjeros el lunes en Berlín. ODD ANDERSEN (AFP)

Apenas dos días después de que la canciller, Angela Merkel (CDU), y el líder socialdemócrata, Martin Schulz (SPD), alcanzaran un principio de acuerdo para acabar con el bloqueo político en Alemania, han empezado a asomar las primeras grietas en contra de una nueva Gran Coalición. Las poderosas juventudes del SPD han puesto en marcha una campaña para derribar el embrión de alianza, mientras otros dirigentes han pedido mejoras en el pacto y las direcciones del partido de dos Estados federados han votado e...

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Apenas dos días después de que la canciller, Angela Merkel (CDU), y el líder socialdemócrata, Martin Schulz (SPD), alcanzaran un principio de acuerdo para acabar con el bloqueo político en Alemania, han empezado a asomar las primeras grietas en contra de una nueva Gran Coalición. Las poderosas juventudes del SPD han puesto en marcha una campaña para derribar el embrión de alianza, mientras otros dirigentes han pedido mejoras en el pacto y las direcciones del partido de dos Estados federados han votado en contra. De ganar profundidad, las fisuras podrían causar un desplome  el próximo domingo, cuando un congreso extraordinario deberá autorizar a Schulz a iniciar negociaciones formales con Merkel. A estas alturas, el resultado sigue abierto.

El hombre en primera línea de las barricadas anticoalición se llama Kevin Kühnert y tiene 28 años. Lidera los Jusos, la organización juvenil del SPD, que cuenta con 70.000 miembros entre 14 y 35 años. “Hay una gran frustración con la cultura de la Groko [acrónimo con el que se conoce a la Gran Coalición en Alemania] en los últimos años, y porque el SPD no haya sido capaz de crear nuevas opciones para mayorías”, valoraba ayer Kühnert en Berlín.

Carismático y locuaz, el joven líder se presentó ante la prensa internacional para explicar por qué cree que la socialdemocracia comete un error histórico aliándose de nuevo con Merkel y por qué va a patearse el país en busca de apoyos de aquí al domingo.

Kühnert defiende que un no a la Gran Coalición no implica prolongar el bloqueo político en Berlín ni pasa por celebrar nuevas elecciones. “Queremos hablar de un Gobierno de minoría”, con Merkel como canciller y apoyos puntuales del SPD y otros partidos. Esta fórmula, inédita en Alemania, pero que seduce a numerosos socialdemócratas, ha sido rechazada de plano hasta ahora por la canciller, que la considera una fuente de inestabilidad.

Más allá del poder de persuasión de Kühnert, lo cierto es que en el Partido Socialdemócrata alemán camina con la nariz muy tapada hacia una nueva Groko. El amargor que dejó el desplome electoral en septiembre —20,5% de los votos, el peor resultado desde 1933— está aún muy presente, y son multitud los que dentro del partido culpan de su fracaso a la cohabitación con los conservadores durante ocho de los últimos 12 años (2005-2009 y 2013-2017).

Este fin de semana empezaron a aflorar las primeras voces críticas más allá de la vanguardia oposicionista de Kühnert. El alcalde de Berlín, Michael Müller, hizo públicas sus reticencias a una gran coalición en una entrevista con el Tagesspiegel. Otras destacadas figuras del partido han pedido modificaciones al principio de acuerdo, algo que los conservadores rechazan, porque consideran que se irá puliendo en las próximas semanas y que no se trata ahora de abrir de nuevo un melón que ha costado tanto cerrar. El sábado, el congreso regional del partido en el Estado federado de Sajonia-Anhalt, en el noreste del país, votaba en contra de negociar una Gran Coalición. El lunes por la noche fueron los dirigentes de Berlín los que votaron en contra.

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Apenas 48 horas antes, Schulz anunciaba victorioso el preacuerdo alcanzado con la canciller. El pasado viernes, tras cinco días de encierro, los principales partidos alemanes pactaron un acuerdo de 28 páginas en el que sientan las bases del que podría ser un futuro programa de Gobierno para la economía del euro. En él, Schulz logró situar a Europa en el centro del programa, así como inversiones millonarias en educación, familias y jubilados, entre otras propuestas.

No logró, sin embargo, evitar que se fije un tope máximo de refugiados que pueden entrar en Alemania cada año, ni una reforma del sistema de salud que permita un acceso más igualitario a la sanidad pública, ni un impuesto para las rentas más altas.

Píldoras amargas

“Hemos tenido que tragar píldoras muy amargas, especialmente las exigencias de la CSU [el partido aliado bávaro de Merkel] en asilo”, consideró el líder de los Jusos. La dirección del SPD sostiene que si sale adelante el pacto, la vida de millones de alemanes, especialmente los más necesitados, experimentaría una gran mejora. Ese impacto, añaden, no lo lograrían desde la oposición.

Para la campaña del No Groko, que abandera Kühnert, la oposición a la gran alianza es una cuestión de principios y casi existencial. “Hay muchos argumentos en contra de la Groko que no tienen nada que ver con el resultado de las negociaciones. Para empezar, el resultado electoral que nos envió una señal clara. Para nosotros es también importante evitar que AfD [Alternativa para Alemania, la extrema derecha] se convierta en líder de la oposición”.

Esta semana el SPD entra en su crucial recta final. Schulz y Kühnert recorrerán el país en busca de apoyos. Después, los 600 delegados del partido tendrán el domingo la penúltima palabra en Bonn. De acceder los delegados a la negociación formal con Merkel, serán todos los militantes (unos 450.000) los que después deberán dar el visto bueno al acuerdo. Esa será, probablemente, la verdadera prueba de fuego

Schulz vuelve a la carretera

La de Alemania empieza a parecer la campaña de nunca acabar. Martin Schulz, el líder socialdemócrata, volvió ayer a la carretera para convencer a “los camaradas” de que reeditar una nueva coalición con los conservadores es la opción menos mala.

Ayer a media tarde, Schulz se reunió con miembros del partido en Dortmund, en el Estado de Renania del Norte-Westfalia y bastión socialdemócrata que cayó en manos de los conservadores la pasada primavera y marcó el inicio del declive de Schulz. “Animo a todos los que estén contentos [con el proyecto de Gran Coalición] que lo digan alto”, pidió a los delegados regionales el hombre que despertó el entusiasmo de la socialdemocracia alemana y europea para sufrir después una continuada pérdida de apoyos.

“Soy optimista de que lograremos una mayoría”, les dijo Schulz en el Estado más poblado de Alemania y que cuenta con cerca de un cuarto de los delegados que el domingo votarán en Bonn si se inician negociaciones formales con los conservadores.

Poco antes, Schulz defendía en la cadena de televisión NRD su decisión de sentarse a negociar con Angela Merkel después de haber repetido una y otra vez que el lugar del SPD después del batacazo electoral del pasado septiembre estaba en la oposición. “Hemos conseguido una larga lista de temas que realmente van a mejorar la vida de la gente”, defendió.

Forjar una tercera Gran Coalición no era para Schulz o Merkel, ni para muchos alemanes, la opción preferida tras las elecciones de septiembre, en las que ganó Merkel pero no logró la mayoría suficiente como para formar Gobierno.

La idea de formar una coalición tripartita de conservadores, liberales y Verdes fracasó y la pelota se posó irremediablemente en el tejado de un SPD que aspiraba a reconstruirse en la oposición. De fracasar el actual intento de formar Gobierno, la repetición de elecciones figura como una de las opciones más plausibles.

Schulz viaja hoy a Düsseldorf para defender el proyecto que podría dotar a Alemania de un Gobierno, tras 113 días de parálisis, que en parte ha contagiado también a Europa.

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