La incierta participación electoral marca la segunda vuelta chilena

En noviembre sufragó el 46% y aumentó la brecha entre ricos y pobres que votan

Santiago de Chile -
Sebastián Peñera y Alejandro Guillier tras el debate electoral.AP

La participación electoral ha caído en picado en Chile en las últimas dos décadas y en la primera vuelta presidencial del 19 de noviembre siguió cayendo. Si en la elección de 2013 el 51% ejerció su derecho a sufragio, este 2017 la cifra bajó al 46%. Una de las principales incógnitas de las elecciones de este domingo, donde la derecha de Sebastián Piñera se enfrenta al centroizquierda oficialista de Alejandro Guillier, radica en la cantidad de gente que ambos candidatos lograrán movilizar en...

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La participación electoral ha caído en picado en Chile en las últimas dos décadas y en la primera vuelta presidencial del 19 de noviembre siguió cayendo. Si en la elección de 2013 el 51% ejerció su derecho a sufragio, este 2017 la cifra bajó al 46%. Una de las principales incógnitas de las elecciones de este domingo, donde la derecha de Sebastián Piñera se enfrenta al centroizquierda oficialista de Alejandro Guillier, radica en la cantidad de gente que ambos candidatos lograrán movilizar en una elección que se revolvería por un margen estrecho, de acuerdo con las únicas dos encuestas conocidas antes del período de silencio legal que impera en Chile 15 días antes de los comicios.

Tanto en 2013 como en la primera vuelta de noviembre sufragaron unas 6,7 millones de personas. Como el padrón electoral fue creciendo, sin embargo, disminuyó el porcentaje de participación. De acuerdo con una investigación reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el promedio de participación de todo el mundo es del 64%, el de América Latina es del 71% y Chile representa una de las mayores bajas a nivel mundial en los últimos 25 años, solo superada por Madagascar. En 1990, cuando regresó la democracia al país sudamericano, votaba el 86,9%.

En 2012 se promulgó la ley de inscripción automática en los registros electorales y votación voluntaria, con lo que la abstención comenzó a dispararse en Chile. Pero Marcela Ríos, la investigadora responsable y coordinadora del programa de Gobernabilidad Democrática del PNUD, explica que no existe una relación automática entre la obligatoriedad del voto y los niveles de participación: “El fenómeno se agudizó, pero venía de antes”.

La participación electoral y el abstencionismo no están repartidos de forma homogénea. Ríos explica, por ejemplo, que “en la primera vuelta aumentó la participación electoral en la zona oriente de Santiago de Chile, donde vive la gente con más altos ingresos, y disminuyó la participación en los municipios más pobres”.

En el norte —donde la población se inclina históricamente por el centroizquierda, a diferencia del centro y del sur— los ciudadanos votan menos que en el resto del país. Las ciudades pequeñas, de menos 70.000 habitantes, siguen votando, pero no las ciudades grandes. “Estos contextos de desigualdad se están profundizando”, agrega la investigadora.

Todavía no es clara la cantidad de jóvenes que participaron en la primera vuelta, uno de los segmentos de la población que menos sufraga históricamente. Tampoco si los 6,7 millones que votaron en noviembre se quedarán o no en sus casas este domingo.

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En la única elección de segunda vuelta con voto voluntario, la de 2013, hubo casi un millón de votos menos en el balotaje. En esa ocasión, sin embargo, la carrera entre la candidata socialista Michelle Bachelet y la de la derecha, Evelyn Matthei, no era competitiva como la de Piñera y Guillier.

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