La nueva ilusión argentina
El proyecto político macrista ha derrotado al peronismo en lugares donde ganaba desde que el mundo es mundo

Existe en la Argentina un hermoso libro de historia económica —si tal cosa no es un oxímoron, o un imposible— titulado Los ciclos de la ilusión y el desencanto. Pocos títulos describen con tanta precisión la historia argentina del último siglo. A toda ilusión le cedía un desencanto que era reemplazado por otra ilusión de signo opuesto a la anterior. Una nueva vuelta de ese carrusel se está viviendo en estos días en la Argentina. Con su último triunfo electoral, Mauricio Macri ha abierto otra era política, la cuarta desde que se inició la democracia en 1983. Macri era el dirigente más odiado por su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner, y entendió que, cuando la sociedad se cansara de ella, el péndulo la llevaría hacia él. Así llegó al poder y así fue cómo en las parlamentarias del domingo, una vez más contra Kirchner, arrasó.
Con ese nuevo triunfo, Macri ha puesto en cuestión muchos mitos argentinos al mismo tiempo: que el peronismo será por siempre mayoría, que no se puede gobernar sin él, que si un Gobierno, especialmente uno no peronista, aplica un ajuste en el nivel de vida de la sociedad, caerá en menos de lo que canta un gallo. Es más: el proyecto político macrista ha derrotado al peronismo en lugares donde ganaba desde que el mundo es mundo. El peronismo siempre fue el rey de esta selva. El liderazgo de Cristina Kirchner lo ha transformado en un cachorro desorientado ante el imprevisible respaldo que recibió Macri.
El presidente es un hombre riquísimo, eso se sabe. Pero su triunfo es una especie de revuelta de la clase media argentina, o al menos de su sector mayoritario, contra algunos de los valores más controvertidos del kirchnerismo: la presión contra la prensa y el pensamiento diverso, la corrupción individual de dirigentes muy destacados, el culto a la personalidad, el intento de perpetuarse en el poder. Esos mismos rasgos, hace dos décadas, provocaron la misma rebelión, pero contra Carlos Menem y los suyos, que también empezó en la clase media, mucho antes del estallido económico.
A la ilusión con Menem le siguió el desencanto, a ese desencanto la ilusión con los Kirchner, a la ilusión kirchnerista un nuevo desencanto, y de allí surge la ilusión con Macri. No hay que ser un genio para deducir adónde lleva esa poderosa inercia: evitarlo es el principal desafío del nuevo presidente.
Durante la última visita de Mauricio Macri a Madrid, Íñigo Errejón le reprochó a Mariano Rajoy su afinidad con el presidente argentino. "Aguanten argentinos, que vamos a volver", pronosticó el dirigente de Podemos. "Vamos a volver", es el eslogan más coreado por los seguidores de Cristina Kirchner. Luego del domingo, ese objetivo parece más lejano que nunca: una utopía, una quimera, apenas un lamento en medio de la agonía.
(Los ciclos de la ilusión y el desencanto fue escrito por los economistas argentinos Pablo Gerchunoff y Lucas Llach).
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