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PENSÁNDOLO BIEN…
Columna
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Una pistola amartillada

A López Obrador le bastó creer que tenía la razón moral. Lo demás salía sobrando

Jorge Zepeda Patterson

Según las encuestas, el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador ganará las elecciones de 2018 y reemplazará a Enrique Peña Nieto como presidente de México. O al menos eso dice la intención de voto en este momento. Sus enemigos dicen otra cosa, por supuesto, y actúan en consecuencia.

Acabamos de ser testigos de la cuidadosa trampa que alguien tejió para debilitar su mayor fortaleza: la reputación de ser un tipo honrado y austero. La puesta en escena fue una obra maestra. Primero, se escogió a la candidata idónea para montar la operación. La veracruzana Eva Cadena fue priista de joven, antes de que la expulsaran por el pago de unas cuotas; luego se relacionó con el PAN, pero no consiguió algún puesto de importancia y se pasó al PRD. Cuando Morena buscaba candidatos a las elecciones locales, ella cambió de camiseta y se presentó como una operadora política con experiencia. Se convirtió en diputada; luego solicitó licencia para dedicarse a la campaña en pos de la presidencia municipal de Las Choapas.

Y en esas andaba cuando distintas personas la buscaron para hacerle propuestas indecorosas, aunque muy bien remuneradas. Los organizadores de la trampa asumieron, con razón, que quien ha cambiado cuatro veces de partido es alguien de convicciones laxas, por decir lo menos.

La celada fue perfecta, pero aun mejor la difusión de los resultados. Primero el video en donde una supuesta empresaria pide a Cadena hacer llegar una cantidad en efectivo a López Obrador. Los organizadores de la trampa hacen un compás de espera tras hacer circular el video para que ella se defienda. Alega desconocimiento, frases fuera de contexto.

Días más tarde se difunde otro video en el que recibe 10.000 dólares y 50.000 pesos en efectivo. Para entonces el partido ha salido en su defensa y, justo lo que estaban esperando, Andrés Manuel López Obrador ha dicho que se trata de un infundio y sostiene que la diputada es uno de los miembros más honestos de Morena. Y entonces, y solo entonces, los organizadores dan el golpe de gracia y sueltan el tercer y definitivo video (pueden haber más, pero serán redundantes): un hombre paga un soborno de un millón de pesos por la intervención de la diputada en la aprobación de una ley al gusto del interesado. Las palabras de Cadena y la manera en que se embolsa el dinero no dejan lugar a dudas.

Habría que preguntarnos las razones para que un hombre con la experiencia de López Obrador caiga de bruces en la trampa. Fue una operación bien orquestada, pero es una piedra con la que el tabasqueño se había tropezado hace 13 años, cuando el empresario Carlos Ahumada difundió un video en el que entregaba dinero a René Bejarano, colaborador del entonces alcalde de la ciudad. También en aquella ocasión defendió a su correligionario, aunque más tarde debió tragarse sus palabras.

Hace tanto tiempo que López Obrador combate a la defensiva, en contra de algo o de alguien, que pareciera no entender la vida pública de otra manera. Cuando se exhibieron los videos con las corruptelas de Bejarano, ni siquiera se planteó una estrategia de evaluación, de contención de daños o de comunicación, me dijo en privado uno de sus asesores, para un perfil que yo preparaba. Respondió como responde un combatiente en el campo de batalla: devolviendo el golpe, contraatacando. Sin plantearse si el enemigo tenía la razón o si las evidencias en contra de su equipo eran ciertas. A López Obrador le bastó creer que tenía la razón moral, que estaba en el bando correcto de la historia. Lo demás salía sobrando. En este espacio aseguré alguna vez que el tabasqueño podría ser presidente, a condición de no darse un disparo al pie. En esta ocasión no supo verlo, aun cuando alguien le puso la pistola en la mano y amartillada.

@jorgezepedap

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