Gran pulso político en Argentina con una huelga en pleno Foro Económico Mundial
Graves incidentes entre la policía y los huelguistas. El país confirma su protagonismo internacional a la vez que sufre un grave conflicto interno
Todas las huelgas generales son un gran pulso político entre el Gobierno y los sindicatos. Pero en Argentina llegó ayer al nivel de prueba de fuego entre los fieles a Mauricio Macri, que convirtieron ir a trabajar casi en un acto de militancia, y los opositores, que trataron de paralizar Buenos Aires con piquetes disueltos violentamente por la policía. Y este escenario de tensión se produjo en el mismo día en que Buenos Aires albergaba el Foro Económico Mundial sobre América Latina, un momento de máximo apoyo internacional para Mauricio Macri. "Qué bueno que estamos acá trabajando", dijo con toda la intención el presidente para arrancar el foro mientras en las afueras de la ciudad se producían violentos enfrentamientos entre la policía y los huelguistas.
Dos argentinas se dieron cita ayer con la única separación de las barreras de metal que protegían el puente que lleva al hotel Hilton, en el lujoso barrio de Puerto Madero, para evitar que los manifestantes boicotearan la reunión de 1.200 empresarios y políticos de todo el mundo, sobre todo latinoamericanos. Una, la de Macri y los millones de personas que le apoyan, que ha apostado por políticas económicas ortodoxas después de 13 años de kirchnerismo y recibió ya en Davos en 2016 un enorme espaldarazo del Foro Económico Mundial, esto es del mundo de los negocios, y ahora se confirma con la convocatoria del foro en Buenos Aires. Y la otra la que trataba de paralizar los accesos a Buenos Aires para garantizar el éxito de la huelga y acabó con seis detenidos y cuatro heridos.
En la cápsula del hotel, todo eran aplausos para el giro de Macri. Él agradecía el apoyo y prometía cambiar el país: "Argentina arrastra muchos años de frustraciones, eso trae mucha bronca, quiero que canalicemos esa bronca para construir futuro. Nada sirve si no logramos una sustancial reducción de la pobreza, aunque puede llevar décadas la pobreza cero que buscamos".
Pero esa otra Argentina no estaba muy lejos. Millones de personas hacían huelga para protestar por el ajuste, la recesión y la inflación, que empezó con el último Gobierno de los Kirchner y se agravó aún más en la primera etapa de Macri. Algunas cifras empiezan a ser un poco más positivas en 2017 pero muchos argentinos, en especial la clase media baja que vive en la economía informal, siguen notando la dureza de la caída que ha provocado casi 1,5 millones de pobres nuevos desde el cambio de Gobierno.
Argentina camina hacia un choque importante entre esos dos mundos. Durante todo el mes de marzo, Macri sufrió una presión inaudita que hizo a muchos dudar de su capacidad política para llevar adelante las reformas y sobre todo para ganar las elecciones de octubre, en las que se renueva buena parte del Parlamento. El Gobierno parecía noqueado y la calle estaba en manos de la oposición. Pero de forma imprevista, los fieles al Ejecutivo salieron también de forma masiva a apoyarlo en una inédita manifestación el pasado sábado. Y ahora, envalentonado, el Ejecutivo decidió convertir la huelga general, la primera que sufre Macri en su mandato, en un gran pulso contra la oposición.
Era un paro extraño. Los sindicatos no parecían decididos a convocarla, y la retrasaron todo lo que pudieron. Pero sus bases les empujaron. "Hemos estado conteniendo esto, pero llega un momento en que si no te pones al frente esto te pasa por arriba", admitió Carlos Acuña, uno de los tres líderes de la CGT, la central obrera más importante. La propia huelga servía para dilucidar varias batallas internas dentro de la oposición, entre los más duros, cercanos a la expresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y los peronistas clásicos que prefieren una negociación con el Gobierno. "El paro fue contundente. El único que para el país es la CGT. Quedó claro", remató Pablo Moyano, líder de Camioneros, puesto que heredó de su padre, Hugo. La huelga quedó aparentemente en empate, y ahora se abre una larga negociación con la vista puesta en las elecciones de octubre que decidirán si Macri vino para quedarse, como todo parece indicar, o se convierte en otro más de la lista de presidentes argentinos devorados por el peronismo, que cuando va a la oposición es especialmente duro.
Día sin multas
El Gobierno de Mauricio Macri invitó a la gente a ir a trabajar en coche, porque todo el transporte público se paralizó. Les ofreció incluso un día libre de multas, en el que se podía aparcar en cualquier sitio sin miedo a la sanción. Todo para romper la huelga. Lo lograron muy parcialmente. Algunos comercios estaban abiertos, varias escuelas privadas funcionaron, había coches en las avenidas principales de la capital, pero la gran masa de los trabajadores hizo huelga, bien por decisión propia o por las enormes dificultades para trasladarse a su trabajo. Sin autobuses, taxis, metro ni aviones; sin escuelas ni universidades públicas, con los hospitales funcionando solo para las guardias médicas; sin bancos, ni recolección de basura, el éxito parecía garantizado. Sin embargo, algunos encontraron en las aplicaciones móviles como Easy Taxi, un salvoconducto para desplazarse en la ciudad.
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