Análisis

La crisis que no llegó a ser entre EE UU e Irán

El acercamiento de Teherán y Washington ayuda a resolver la detención de 10 marinos norteamericanos en el golfo Pérsico

Los marinos estadounidenses retenidos en Irán.REUTERS

La noticia en la madrugada de este miércoles de que los Guardianes de la Revolución iraníes habían capturado a 10 infantes de marina estadounidenses en el golfo Pérsico presagiaba una nueva crisis diplomática en una región del mundo siempre al borde del conflicto. ¿Estaban los ultras iraníes contrarios al acuerdo nuclear intentando sabotear su inminente efectividad? En un país con múltiples centros de decisión y una trayectoria de utilizar la política exterior para ajustar cuentas, no e...

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La noticia en la madrugada de este miércoles de que los Guardianes de la Revolución iraníes habían capturado a 10 infantes de marina estadounidenses en el golfo Pérsico presagiaba una nueva crisis diplomática en una región del mundo siempre al borde del conflicto. ¿Estaban los ultras iraníes contrarios al acuerdo nuclear intentando sabotear su inminente efectividad? En un país con múltiples centros de decisión y una trayectoria de utilizar la política exterior para ajustar cuentas, no era descartable.

Además, el asunto coincidía con el discurso del presidente Barack Obama sobre Estado de la Unión y los periodistas siempre recelamos de las coincidencias. Por otro lado, había precedentes. Cuando en marzo de 2007 los iraníes apresaron a 15 marinos británicos en circunstancias similares, la detención se prolongó durante dos semanas.

Eran otros tiempos. No solo el pragmático Hasan Rohani ha remplazado al bombástico Mahmud Ahmadineyad como presidente de Irán, sino que la República Islámica tiene al alcance de la mano, por primera vez desde la revolución de 1979, su reintegración en la comunidad internacional. El acuerdo nuclear firmado el pasado julio con Estados Unidos y el resto de las grandes potencias ha cambiado las reglas del juego.

Se vio ya en la rápida y contundente reacción oficial al asalto de la Embajada saudí a primeros de año. A diferencia de ocasiones anteriores, las autoridades no buscaron excusas y condenaron sin reservas el ataque, obra de voluntarios, un oscuro componente de la política iraní que a menudo ha actuado con impunidad al dictado del Estado profundo. Durante los momentos iniciales, sin embargo, hubo tensión entre ambas fuerzas, la modernizadora y la inmovilista.

No así en la detención de los marinos estadounidenses. Enseguida los Guardianes de la Revolución (los poderosos Pasdarán) atribuyeron su presencia en aguas iraníes a “un sistema de navegación averiado”, rebajando la sugerencia inicial de que podían estar espiando. Con el Día de la Implementación del acuerdo nuclear (y consiguiente levantamiento de las sanciones) previsto para el próximo fin de semana, después de que el Organismo Internacional de la Energía Atómica emita su informe final el viernes, nadie ha intentado sacar partido.

Pero la rápida resolución del caso, en menos de 24 horas, ha sido también fruto de la mejora de las relaciones entre Irán y Estados Unidos que ha supuesto la firma de ese pacto. Aunque los dos países aún no han dado el paso de restablecer sus lazos diplomáticos, cortados en 1980 a raíz (precisamente) de la toma de la Embajada norteamericana en Teherán, el acercamiento ha permitido que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, pudiera telefonear directamente a su homólogo iraní, Mohammad Javad Zarif, y desactivar la crisis.

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El propio Kerry lo ha reconocido al agradecer su ayuda a Zarif: “La resolución pacífica y eficiente de este asunto prueba el papel clave de la diplomacia en mantener nuestro país fuerte y seguro”.

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