_
_
_
_
_

Noailles: “Argentina está harta de sí misma, quiere cambiar”

Este intelectual crítico con el kirchnerismo es optimista sobre la posibilidad de un giro social

Enrique Valiente Noailles (Buenos Aires, 1960) se asusta de su optimismo sobre Argentina. El expresidente del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), el más conocido think tank argentino, y habitual columnista del periódico ‘La Nación’, muy crítico con el kirchnerismo, espera que con las elecciones presidenciales del próximo domingo comience un cambio profundo en su país.

Pregunta. ¿Cómo llega Argentina a estas elecciones?

Respuesta. Veo un ambiente de hartazgo cultural en algunos gestos de Argentina. No es un hartazgo solo con los líderes. Me parece que es un hartazgo cultural de Argentina consigo misma. Argentina tiene un cierto hastío de vivir en un ambiente que produce su propio monóxido de carbono. Más allá de la coyuntura, de cosas buenas que han ocurrido en el último Gobierno, hay una sensación de estancamiento profundo del destino de Argentina. La brecha verdadera que no se cierra nunca y que incluso se agranda es entre lo que es Argentina y lo que puede ser.

P. Hay muchos que dicen que se exagera lo que fue Argentina, lo que podría ser…

R. Argentina tiene bonus favorable. Desde un bonus generacional, que va a jugar a favor en términos económicos, hasta bonus de todo tipo en términos de la riqueza material, agrícola, tecnología de punta. Lo que tiene es un grado caótico de organización comunitaria y un cierto desparpajo frente a la ley que permite una especie de anarquía andante. Los individuos tienden a pensar que de alguna manera sacan provecho de esa anarquía, pero la suma de esas anarquías es altamente tóxica.

P. Pareciera que eso existe desde siempre.

R. Un poco sí. Acá hay una pregunta muy relevante: ¿está mutando en el sentido profundo Argentina? Probablemente haya un cambio de presidente y esto permite una oportunidad de otro orden después de 12 años de casi desierto kirchnerista. Hay una imagen que usaba Wittgenstein cuando dice que el filósofo en general parece como un hombre que está encerrado en su meditación, intenta salir pero la ventaba está muy alta, la chimenea es muy estrecha, trata de abrir hueco en las paredes y demás, cuando de lo único que tendría que darse cuenta es que tiene que darse vuelta y notar que la puerta está abierta. Argentina está en inminencia profunda, algo de otro orden está por pasar. No recuerdo otra oportunidad igual desde 1983.

P. ¿Por qué hay miedo a Macri?

R. La idea de promover el miedo es contracíclico a lo que está viviendo Argentina, que está saliendo de esa fase. Macri tendrá como GPS de su eventual gestión el espejo inverso del kirchnerismo.

P. ¿O sea que es un nuevo péndulo en Argentina?

R. No sé si es un péndulo. Nada le puede llegar a ser más provechoso a la gente humilde que un gobierno como el que puede llegar a venir ahora, con gestión básica. La gente carece de cuestiones de infraestructura absolutamente básica en términos no solo materiales sino de dignidad.

P. Pero eso no es lo que cree la mayoría de esta clase más pobre, que mayoritariamente vota al kirchnerismo.

R. Es muy interesante esto, pensar cuáles son los factores que detonan un cambio en Argentina. Lo que ha detonado un gesto de salud de parte de la provincia de Buenos Aires y de parte del país entero es haberle puesto un freno a una cuestión extrema, que es casi suicida: el narcotráfico.

P. ¿La gente se ha cansado del kirchnerismo?

R. No solamente se ha cansado del kirchnerismo, se ha cansado de sus modos, no le gusta que se le metan tres veces por semana con la cadena nacional de radio y televisión, no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, pensar, ni esa suerte de manoteo generalizado. Sin desconocer cosas buenas como puede ser la inversión en educación, en ciencia y tecnología, la asignación universal por hijo, todas cosas que tengo la certeza de que van a continuar. La llamada centroderecha argentina ha hecho un aprendizaje. Vamos a ver. No veo en absoluto un riesgo de vuelta al neoliberalismo de los 90. Veo lo contrario: la posibilidad de probar que se puede hacer un gobierno democrático, abierto, racional y moderado con atención profunda a los problemas de la pobreza.

P. ¿Este país se puede arreglar?

R. Tengo sensaciones ambiguas. Me pregunto cómo se va a comportar Argentina en medio de una experiencia no extrema.

P. ¿Pero hay ganas de cambio?

R. Estamos hartos de nosotros mismos. La persona que viola la ley y le enseña a los hijos que no hay que violarla también está harta de esa esquizofrenia social. Ahora, ¿va a tener éxito el próximo gobierno? No lo sé.

P. ¿Qué riesgos habría en un gobierno de Macri?

R. Va a tener herencias fenomenalmente difíciles. Hay cuestiones operativas, que las va a tener cualquier gobierno: inflación, estancamiento de la economía, falta de inversión, cepo (control) cambiario, una educación que no muestra signos de mejora en su calidad, desafíos de salud, seguridad, de ordenar fuerzas policiacas que muchas veces están asociadas al delito. Todas las mejoras que necesita Argentina requieren de un mediano plazo y la ilusión se consume en el corto.

P. ¿Qué quedará del kirchnerismo?

R. Lo bueno como herencia es que Argentina necesita resolver su problema social. Es un tema que la derecha no tenía claro en los 90. Pero tras esta transición por estos 12 años, tengo la certeza de que los gobernantes de Cambiemos (la alianza de Macri) tienen el tema de la pobreza en el corazón de su preocupación.

P. Curioso país que puede estar 12 años gobernado por un gobierno muy a la izquierda y de repente girar de un día para el otro.

R. Pero son algunos giros en la superficie porque es una izquierda que avala y lleva adelante grados altísimos de corrupción. ¿Se le llama izquierda o conservadurismo? ¿Es un régimen realmente que cree en los ideales de equidad?

P. ¿La ilusión de cambio y el hartazgo no se sintió también en 1999, cuando Fernando de la Rúa puso fin a diez años de Gobierno de Carlos Menem?

R. No había un hartazgo del calibre que hay hoy en la sociedad, una sociedad que hace 32 años que es democrática y carece de excusas para no tener un destino razonable. Ese hartazgo termina de madurar ahora. En 1999 veía una voluntad de cambio, pero no una rebelión. Me pregunto ahora si hay un deseo de cambio superficial o una idea de cambio de destino. Me asusta estar tan positivo, pero tal vez uno necesita eso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_