Análisis

No hay equidistancia

Alemania se creó con la solidaridad europea y la condonación de la deuda (Schmidt)

En 2011, en plena Gran Recesión, compareció ante la conferencia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) el viejo excanciller Helmut Schmidt, una de las mentes más lúcidas de la izquierda europea. La moneda del viejo continente las pasaba moradas, contagiada por los embates que le habían llegado de Estados Unidos, epicentro de la crisis. Preocupado Schmidt por el malestar y la antipatía que inspiraba Alemania a sus socios europeos —“todos nuestros superávit son déficit de otros países, nuestras exigencias a los demás son sus deudas”— d...

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En 2011, en plena Gran Recesión, compareció ante la conferencia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) el viejo excanciller Helmut Schmidt, una de las mentes más lúcidas de la izquierda europea. La moneda del viejo continente las pasaba moradas, contagiada por los embates que le habían llegado de Estados Unidos, epicentro de la crisis. Preocupado Schmidt por el malestar y la antipatía que inspiraba Alemania a sus socios europeos —“todos nuestros superávit son déficit de otros países, nuestras exigencias a los demás son sus deudas”— dirigió un doble mensaje que tiene enorme actualidad.

A sus conciudadanos les dijo que la reconstrucción que los alemanes habían llevado a cabo en las últimas seis décadas había sido acompañada por el esfuerzo del resto de los europeos, por lo que “tenemos razones para estar agradecidos. Al mismo tiempo tenemos precisamente la obligación de honrar la solidaridad recibida ejerciendo la solidaridad con nuestros vecinos”. A sus compañeros de partido les dijo: "No hace falta predicar la solidaridad a los socialdemócratas, los socialdemócratas alemanes son internacionalistas desde hace un siglo y medio, y lo han sido en mayor medida que generaciones de liberales, conservadores y nacionalistas alemanes”.

¿Qué tiene esto que ver con la política de su sucesora la canciller Merkel, su ministro de Finanzas, Schäuble, o sus correligionarios Gabriel y Schulz? En medio de la tensión de estos días se ha hecho pública la carta a Merkel de cinco economistas muy reconocidos, que es de justicia subrayar. Piketty, Rodrik, Sachs, Flassbeck y Wren-Lewis afirman que las cosas no podían haber ido peor con la aplicación en Grecia de las políticas de austeridad lideradas por Alemania y avaladas por Bruselas. Además de abrazar el sentimiento último de palabras de Schmidt (en la década de los cincuenta Europa se fundó sobre la condonación de las deudas pasadas, sobre todo las alemanas), los economistas hacían la siguiente analogía: a Tsipras se le pide que se ponga una pistola en la cabeza y apriete el gatillo. Desgraciadamente, la bala no sólo acabará con el futuro de Grecia en Europa sino que tendrá un daño colateral: acabar con la eurozona como paradigma de esperanza, democracia y prosperidad.

¿Empieza una nueva etapa en Europa? A partir de ahora los dirigentes comunitarios habrán de hacer superar a los ciudadanos la tremenda sospecha instalada en parte de la opinión pública de que lo ocurrido buscaba desplazar al Gobierno griego y sustituirlo —¡otra vez!— por una administración de tecnócratas; que a través de Grecia los halcones pretendían encontrar un precedente para otros países con problemas (incluida la propia Francia); y que no les gusta nada que ante decisiones clave, esos mismos ciudadanos puedan tomar directamente la palabra. Esto es lo que queda.

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