OBITUARIO

Charles Pasqua, el halcón francés amigo de los socialistas españoles

Con él como ministro del Interior comenzó el principio del fin del santuario galo para ETA

Charles Pasqua, exministro del Interior francés, en 2011.LIONEL BONAVENTURE (AFP)

En la noche del lunes murió Charles Pasqua, un hombre cuya influencia en la política francesa ha sido muy superior a la que correspondería a sus cargos oficiales. Pertenecía a una derecha sin complejos, un político duro e inflexible, a veces peligrosamente cercano a las tesis del Frente Nacional, que combatía a los “alborotadores izquierdistas”, a los inmigrantes y a la moneda única. Para España fue, sin embargo, un magnífico aliado. La intensificación de la cooperación antiterrorista en 1986 cuando ocupó el ...

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En la noche del lunes murió Charles Pasqua, un hombre cuya influencia en la política francesa ha sido muy superior a la que correspondería a sus cargos oficiales. Pertenecía a una derecha sin complejos, un político duro e inflexible, a veces peligrosamente cercano a las tesis del Frente Nacional, que combatía a los “alborotadores izquierdistas”, a los inmigrantes y a la moneda única. Para España fue, sin embargo, un magnífico aliado. La intensificación de la cooperación antiterrorista en 1986 cuando ocupó el Ministerio del Interior no tenía entonces precedentes. Con él comenzó el principio del fin del santuario francés para ETA.

Charles Pasqua ha sido un referente de la política francesa durante cincuenta años. Nacido en la Costa Azul en 1927, de familia corsa, se enroló en la Resistencia francesa cuando solo tenía dieciséis años. De talante profundamente conservador y nacionalista sentía verdadera pasión por Charles De Gaulle. “Si me hubiera pedido morir por él, lo hubiera hecho sin dudar”, llegó a decir. Con el tiempo, se convirtió en la bestia negra de la izquierda francesa.

Fundó el Servicio de Acción Cívica (SAC), una especie de policía privada del gaullismo, estableció, como ministro del Interior, controles sistemáticos de ciudadanos en base a su aspecto, persiguió a los inmigrantes y a la prensa erótica y de humor, era contrario al voto comunitario en las municipales, sofocó con dureza las manifestaciones de estudiantes y pidió el restablecimiento de la pena de muerte.

Entró en política como diputado en 1968, fue miembro fundador del principal partido de la derecha francesa, ahora llamado Los Republicanos, y fue ministro del Interior entre 1986 y 1988 y entre 1993 y 1995. Su guerra contra el terrorismo le reportó en casa sonoras victorias. Se apuntó la captura del famoso terrorista Carlos, Chacal, en 1994, logró la liberación de los rehenes franceses en El Líbano en 1988 y la del avión secuestrado por integristas argelinos que, según su versión, pretendían estrellar la aeronave contra el centro de París en 1994. De aquella turbulenta época datan sus frases más célebres: “Hay que aterrorizar a los terroristas” y “hay que desintegrar a los integristas”.

Su llegada al Gobierno francés supuso un importante balón de oxígeno para la lucha española contra ETA. Solo un mes después de ser nombrado ministro del Interior, en 1986, dio la primera prueba del compromiso expresado a su entonces homólogo José Barrionuevo de intensificar la lucha contra la banda deteniendo a su entonces máximo dirigente Domingo Iturbe Abasolo. Un año más tarde, la policía gala desplegaba una espectacular operación arrestando a 67 etarras. Sus contactos con Barrionuevo y el entonces subsecretario Rafael Vera eran permanentes. El Gobierno de Felipe González le condecoró tras su primera etapa en el ministerio. Eran los primeros años de España en la Unión Europea y también los de sangrientos atentados independentistas en Córcega.

Para su partido ha sido un referente ineludible. Estrecho colaborador de Jacques Chirac, con el que después se enemistó, sus opiniones han sido tenidas en cuenta hasta hace bien poco. Nicolas Sarkozy ha buscado siempre sus consejos. Y ello a pesar de que afrontó múltiples problemas con la justicia y una derrota política espectacular: pidió el no en 1992 al Tratado de Maastricht que acordaba la moneda única. “El primer policía de Francia”, como a él le gustaba denominarse, fue acusado de pinchar teléfonos ilegalmente, de tráfico de armas, de viajar a cuenta de Elf, de recibir pagos de Sadam… Solo fue condenado con penas menores que no le condujeron a la cárcel en un par de asuntos de corrupción. “Mis problemas comenzaron en 2000”, dijo años más tarde, “cuando dije que me presentaría a las elecciones presidenciales de 2002”…”Todo se hizo para eliminarme”.

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Sus aportaciones a la derecha fueron cruciales. Inventó la llamada “democracia de los autobuses” logrando claques masivas para líderes como Jacques Chirac y era un experto en organizar contramanifestaciones para neutralizar el eco de los izquierdistas en la calle. Sus duras políticas contaban con el favor de los electores, lo que le convertía en hombre fuerte de los dos gobiernos en los que estuvo, poseedor de secretos de Estado que seguramente se ha llevado a la tumba.

Fue senador hasta hace cuatro años. Su última aparición pública data del 30 de mayo de este año. Quiso participar en el congreso en el que Sarkozy ha refundado el partido, cambio de nombre incluido (Unión por un Movimiento Popular, UMP, por Los Republicanos). Dijo que no se habría perdido ese día “por nada del mundo”. Gravemente enfermo, le falló el corazón en la noche del lunes en el hospital Foch de Surenes. Tenía 88 años y acababa de perder a su único hijo.

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