"No es la fibra óptica, es la imaginación"
Es frecuente que funcionarios poco informados y aun menos imaginativos, en ansiosa búsqueda de soluciones salvadoras y "modernas" para organizar la cultura y buscar propuestas inclusivas para los jóvenes, descubran que la solución pasa por utilizar los medios (las redes) que usan los jóvenes. Facebook, Twitter, Tuenti, MySpace. Los instrumentos y la tecnología emergen como depositarias de nuestra responsabilidad, que ahora transferimos a Internet.
¿Se pretende que contenidos anacrónicos, iterativos, frecuentemente excluyentes -publirreportajes en muchos casos-, sólo por ser introducidos...
Es frecuente que funcionarios poco informados y aun menos imaginativos, en ansiosa búsqueda de soluciones salvadoras y "modernas" para organizar la cultura y buscar propuestas inclusivas para los jóvenes, descubran que la solución pasa por utilizar los medios (las redes) que usan los jóvenes. Facebook, Twitter, Tuenti, MySpace. Los instrumentos y la tecnología emergen como depositarias de nuestra responsabilidad, que ahora transferimos a Internet.
¿Se pretende que contenidos anacrónicos, iterativos, frecuentemente excluyentes -publirreportajes en muchos casos-, sólo por ser introducidos en redes operen el milagro? ¿Se pretende que la piedra filosofal -Internet- los convierta en fuente de consumo, sabiduría, inspiración y apropiación de multitudes de jóvenes? ¿No se han preguntado por los contenidos? En 1995, el gurú del mundo digital emergente Nicholas Negroponte lo expresó así: "Los nuevos servicios [pensemos en contenidos] no los proporcionará la fibra óptica, sino la imaginación".
Enfrentamos una disyuntiva: somos capaces de anticipar o al menos de acompañar, con nuestra imaginación y creatividad, los avances de las tecnologías o continuamos atados al resplandor de modelos que, si no se demuestran francamente inoperantes, por lo menos se evidencian restrictivos y excluyentes.
"Educar es prepararse para comprender". ¿Estamos preparando a nuestros jóvenes para comprender? ¿Y ese esfuerzo colectivo para comprender deja fuera a la televisión? O, dicho de otra forma, ¿podemos pensar en la educación renunciando al potencial de comunicación y creatividad de la televisión?, ¿podemos ir hacia una sociedad del conocimiento sin contar con la televisión? Con contenidos iterativos, redundantes, uniformes, ¿es posible promover la creatividad, crecer, introducir, comprender y estimular el conocimiento?
Si estamos convencidos de que es, al menos, más difícil pensar en una sociedad incluyente si excluimos a la televisión, ¿podemos permitirnos el lujo de prescindir de las oportunidades que ofrece el escenario digital para intentar crear nuevas propuestas y pensar en nuevos modelos? ¿Podemos ser capaces de reducir una portentosa invención a la multiplicación de naderías? No, la fibra no va a dotarnos de imaginación. También crea autopistas que conducen a la nada. Son los contenidos los que dotarán de sentido a la invención. Es nuestra creatividad.
Los jóvenes parecen desertar del modelo comercial y se alejan de la televisión. Pero buscan afanosamente contenidos audiovisuales: descargan 350 millones de películas, consumen millones de fotos, cuelgan y ven contenidos a través de plataformas Web 2.0, a través de las redes sociales. ¡Se niegan a someterse al pontificado de la Grilla!
Los expertos en el negocio de la televisión -programadores, directivos, teóricos del mercado audiovisual, aguerridos ejecutivos- siguen diciendo: "Esta es la televisión, este es el modelo, construido sobre el mercado publicitario, santificado por la demanda". Y estos son sus instrumentos: la parrilla (o la Grilla), los formatos, los contenidos iterativos. Fuera de este modelo la televisión parece no existir; solo manda sobre ella el mercado. ¿Estamos condenados a la eterna, a la única televisión que nos diste en el viejo paraíso?, escribiría Gonzalo Rojas.
Alberto García Ferrer es secretario general de la Asociación de Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas