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Milei y su “libertad financiera”: así funciona la lógica de la crueldad económica

El presidente de Argentina prosigue sus recortes tras las elecciones del Congreso, marcadas por el chantaje de Donald Trump, que condicionó la promesa de un rescate financiero a su victoria

Qué significa que el endeudamiento cotidiano es la realidad más generalizada de la población en Argentina? Deudas para comprar comida y medicamentos. Deudas para pagar el alquiler. Deudas para pagar deudas preexistentes. Deudas para financiar cualquier emergencia de la vida diaria. Solo entendiendo a fondo el entrena...

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Qué significa que el endeudamiento cotidiano es la realidad más generalizada de la población en Argentina? Deudas para comprar comida y medicamentos. Deudas para pagar el alquiler. Deudas para pagar deudas preexistentes. Deudas para financiar cualquier emergencia de la vida diaria. Solo entendiendo a fondo el entrenamiento en la precariedad al que acostumbra la inflación prolongada y la guerra contra los ingresos de quienes viven de su trabajo, se puede entender la construcción de intimidad con lo financiero a través del endeudamiento. El endeudamiento, infiltrado en la vida como herramienta de supervivencia, explica la capacidad de resonancia del chantaje financiero como mecanismo político que se experimenta en estas semanas.

La noción fetiche de “libertad financiera”, como promesa de negocios a futuro de una población sobreendeudada, se ha convertido en una clave de la ultraderecha en el Gobierno argentino, capaz de sintetizar nuevas tecnologías financieras como los monederos virtuales, la dolarización cotidiana (como resguardo frente a la inflación) y el fin de toda regulación cambiaria a través de un nuevo ciclo de endeudamiento, primero con el FMI y ahora directamente con el Tesoro estadounidense. La “libertad financiera”, a pesar de su nombre, se organiza en un continuum con la restauración conservadora: viene acompañada de un antifeminismo de Estado, que permite al neoliberalismo autoritario exacerbarse bajo modalidades fascistas, en tanto guerra declarada y soportada con recursos públicos contra los géneros, que va desde la anulación de casi la totalidad de las políticas de prevención de la violencia por razones de género hasta la violencia verbal y digital del presidente contra mujeres periodistas y políticas. Es a través del antifeminismo de Estado, que habilita la violencia contra mujeres, lesbianas y personas trans, que el Gobierno intensifica el proyecto neoliberal autoritario hasta organizarlo según lógicas fascistas de empobrecimiento y criminalización de ciertas poblaciones (jubilados, personas con discapacidad y migrantes son los últimos focos de ataque).

El triunfo de Milei en las elecciones de medio término en octubre relanzó su figura como político predilecto de la avanzada estadounidense sobre América Latina. Ese era el plan. Trump fue quien ganó las elecciones ofreciendo 20.000 millones de dólares. Su intervención no fue solo financiera, sino política. Una frase suya publicada al día siguiente de la victoria en todos los diarios argentinos funcionó como síntesis: “Estados Unidos ha ganado mucho dinero con las elecciones”. Las elecciones en tanto negocio sintetizan una operación político-financiera anterior: la promesa de un desembolso del Tesoro estadounidense como una “operación de rescate” de la economía argentina de una nueva crisis inflacionaria.

El mensaje de Trump se difundió en medios y redes sociales, diciendo que si el Gobierno no ganaba, no habría rescate. ¿Por qué funcionó? Porque ese chantaje financiero se ejerció como amenaza sobre una estabilidad precaria, hiperendeudada. ¿Es posible más caos que el que ya existe, en el cual los precios varían cada semana, la devaluación de los ingresos es mayor cada mes y el pluriempleo es una realidad cotidiana? Sí, todo siempre puede ser peor si se descontrolan la inflación y el dólar. La extorsión financiera fue clave y para eso hay que subrayar el impacto estratégico que implica lo financiero en la vida cotidiana. Esta secuencia política se completó en noviembre con la firma de un acuerdo entre EE UU y Argentina, que incluye ventajas para la instalación de centros de datos, que requieren enormes cantidades de agua y frío.

El endeudamiento de las familias es récord (un tercio de la población ya debe más de lo que gana en tres meses), por eso es parte del lenguaje mediático el “estrés financiero” que dicen vivir 7 de cada 10 argentinos. A esto se suma la desregulación brutal de la economía: los precios de los alquileres, de las medicinas y de los servicios básicos escalan mes a mes. Esta fragilización económica es fragilización existencial. El proyecto anarcolibertario es un capitalismo autoritario porque obliga a competir permanentemente en la carrera contra el empobrecimiento y, en esa tarea, las fórmulas de aniquilación de ciertas poblaciones se vuelven un lubricante de “economías de odio”. Las formas en que se gestiona la precariedad son un campo de disputa abierta: pueden ser materia clave sobre la cual crece el autoritarismo de la competitividad o terreno de organización política para insistir en formas solidarias, cooperativas, sindicales.

Las “fantasías libertarias” del Gobierno de Milei apuestan a la idea de que es posible vivir por sí mismo sin depender de nadie (proteger tu casa, tu familia y tu agua frente a la escasez como una forma de procesar el futuro catastrófico). La oferta y la apuesta de Milei no se entienden sin un tercer término: la estafa. Eso fue lo que hizo Milei desde su cuenta oficial para promocionar y llamar a invertir en una meme-coin llamada Libra: es decir, una criptomoneda inspirada en un meme. La estafa se condensa en perseguir una idea abstracta de libertad que toma el nombre de “libertad financiera”. Se sustenta en la manera en que las herramientas financieras vienen propagándose como ayuda frente a la precariedad y la devaluación de ingresos, a consecuencia del programa de ajuste del FMI desde 2018. Se adhiere a una subjetividad que debe valerse por sí misma como “emprendedora” permanente al punto de consagrarse como “especuladora de su propia supervivencia”.

Mientras tanto, el Gobierno gana tiempo y provee estabilidad a los negocios financieros sin lograr estabilizar la crisis. Esa inestabilidad funciona como discurso de legitimidad para acelerar reformas (laboral, de pensiones e impositiva), decretos (por ejemplo, para el cobro obligatorio de deudas por medio de monederos electrónicos) y entrega de territorios a empresas extranjeras (a favor del extractivismo minero y de litio).

En términos globales, la estrategia de la “libertad financiera” está ligada a una propaganda para conseguir rentas frente a la devaluación de los salarios y, en particular, de las pensiones. Es decir: frente a un futuro incierto en la vejez, la protección pasa a ser la libertad financiera. Pero en Argentina esa incertidumbre es ahora. Por eso, la responsabilización individual, traducida como libertad e independencia, encuentra en las herramientas de las finanzas el lenguaje para desplazar cuestiones como empobrecimiento, desigualdad y, sobre todo, incertidumbre. Esto se incrementa donde la devaluación de los ingresos se organiza como una verdadera guerra contra la población, a la que se articulan lógicas de crueldad. Organizar la impugnación a la crueldad que usa a las finanzas como arma de colonización masiva es una tarea difícil pero ineludible para ensayar la liberación en un capitalismo que solo apuesta a la guerra.

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