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Asaltantes de la sinrazón

Que Europa sea un refugio para científicos y académicos es un orgullo. Lo que angustia es que todo esto sea consecuencia del asalto trumpista contra el sentido común

Estados Unidos ha revocado el visado del escritor nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura en 1986, aunque no está claro si lo hacen porque es nigeriano o porque es escritor, que no se sabe que es peor, o incluso porque ha ganado un Nobel y Donald Trump no. Todo puede ser, inclu...

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Estados Unidos ha revocado el visado del escritor nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura en 1986, aunque no está claro si lo hacen porque es nigeriano o porque es escritor, que no se sabe que es peor, o incluso porque ha ganado un Nobel y Donald Trump no. Todo puede ser, incluso que se deba simplemente a que Soyinka ha criticado a Trump, pues solo eso parece bastar en Estados Unidos para convertirte en un ilegal. Sin salir del terreno de la creación artística, implica que un avión pilotado por el propio presidente descargue personalmente sobre ti una tonelada de mierda entre grandes risotadas. El escritor africano ha dicho que lo suyo no es tan grave, que solo es un caso más, y miles de ciudadanos de origen extranjero están siendo expulsados de Estados Unidos a pesar de llevar una vida allí. O regresan a su país natal de visita y a la vuelta ya no los dejan entrar. O son estudiantes que de un día para otro son deportados mientras su compañero de habitación se pregunta por qué tarda tanto en llegar a cenar. Ya conocen la célebre frase de Churchill sobre qué es la democracia, aquello de que llamen a la puerta a las seis de la mañana y sepas que es el lechero. Bueno, en Estados Unidos lo del lechero ya no está nada claro. Y ni te cuento si vas con una lancha por el Caribe.

Soyinka se exilió en los noventa a Norteamérica para huir de una dictadura en su país, pero se volvió a Nigeria ya en 2016 con la primera victoria de Trump por “su desprecio de los valores democráticos”. Pero no solo es que en ese país no dejen entrar a un premio Nobel, no sea que a alguien se le pegue algo, sino que los Nobel que ya viven allí se plantean dejar el país. Una cosa tipo la Alemania prebélica. En abril más de 1.900 científicos de la élite académica estadounidense firmaron una carta abierta en la que denunciaban que “el sistema científico del país está siendo destruido” con recortes de financiación, miles de despidos y presiones para dejar el trabajo por motivos ideológicos. Uno de estos académicos, el genetista español Ginés Morata, lo resumió así a un periodista de EL PAÍS que le llamó por teléfono: “Es un asalto de la sinrazón al mundo de la razón”. Entre los firmantes del documento estaban la descubridora del virus del sida, Nobel en 2008; el astrofísico que detectó un agujero negro en el centro de nuestra galaxia, y el virólogo que identificó el virus de la hepatitis C, ambos ganadores del Nobel en 2020. Pero cómo vas a comparar esto con la certeza de que la Tierra es plana, es que no hay color.

En julio, la Universidad francesa de Aix-Marseille anunció que había recibido 600 solicitudes de investigadores de Estados Unidos para 31 plazas, colegas que se sentían “amenazados en su libertad académica”. El nombre del programa lo decía todo: Safe Place for Science (un lugar seguro para la ciencia). Que Europa sea un refugio para el saber y el sentido común es un orgullo. Ahora bien, que sea el último refugio en este asalto de la sinrazón angustia un poco. Estamos rodeados, como en El Álamo o Numancia. Desde luego cuando uno lee que la Complutense, la Universidad más grande de España, está en la ruina y no puede pagar las nóminas de diciembre, asfixiada desde hace años por la Comunidad de Madrid, como los otros cinco campus públicos de la región, es para preguntarse si Madrid, o más concretamente su presidenta, está en Europa o entre los asaltantes de la sinrazón. Desde luego aquí nadie ha pensado nunca que entre las ambiciones de Isabel Díaz Ayuso esté el Nobel, eso hay que reconocérselo.

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