La gran prueba para los europeístas
España ha recibido, a través de los programas de la UE, el equivalente a tres planes Marshall. Y ahora ha de enfrentarse al proyecto de rearme para defender Ucrania y Europa
La opinión de los españoles sobre la Unión Europea ha ido variando, sobre todo a raíz de la crisis financiera de 2008, aunque nunca ha dejado de ser positiva, por encima incluso de la media de los otros países miembros, probablemente porque, desde hace muchas décadas, los españoles vinculan los cambios democráticos y económicos a la pertenencia a la UE. Y con razón, porque si se atiende a los cálculos realizados por los economistas José Luis González Vallvé y Miguel Ángel Benedicto S...
La opinión de los españoles sobre la Unión Europea ha ido variando, sobre todo a raíz de la crisis financiera de 2008, aunque nunca ha dejado de ser positiva, por encima incluso de la media de los otros países miembros, probablemente porque, desde hace muchas décadas, los españoles vinculan los cambios democráticos y económicos a la pertenencia a la UE. Y con razón, porque si se atiende a los cálculos realizados por los economistas José Luis González Vallvé y Miguel Ángel Benedicto Solsona, España ha recibido, a través de los distintos programas de solidaridad de la UE, el equivalente a tres planes Marshall, es decir, tres veces más de la ayuda que prestó Estados Unidos a Europa al fin de la II Guerra Mundial y que tan importante fue para su recuperación.
La mayor prueba que pasó la confianza de los españoles en la UE tuvo lugar cuando la crisis financiera de 2008, que provocó enormes recortes en el gasto social para garantizar el pago de la deuda a los bancos europeos (un artículo que se introdujo en la Constitución sin debate y casi a hurtadillas bajo el Gobierno de Rodríguez Zapatero). La crisis de la covid y los fondos Next Generation permitieron, sin embargo, recobrar parte de esa confianza, que se sitúa hoy en el 70%.
Ahora, los europeístas españoles van a tener que pasar por otra importante prueba, si, como está previsto, se pone en marcha un gran proyecto de rearme, cara a la defensa de Ucrania y la seguridad de toda Europa. De momento, existe una gran indefinición sobre la manera en la que se supone que se va a financiar esa enorme inversión: ¿se permitirá la emisión de más deuda en cada país? ¿Se emitirá más deuda europea? ¿Se aumentarán los impuestos? ¿A quiénes? ¿Se recortarán gastos? ¿Cuáles? Lo lógico sería pensar que la posición en Bruselas de cada país en estos extremos debería ser respaldada previamente por los respectivos Parlamentos. Muy difícil parece en España, donde ni siquiera se ha producido un debate específico en el Congreso de los Diputados sobre la crisis de Ucrania y la posibilidad de que las mayores garantías para su defensa no sean asumidas por el conjunto de la Unión sino por un grupo de países miembros. ¿Hasta dónde puede llegar la implicación de España en esa defensa? ¿Formará parte del grupo más comprometido, incluso con el envío de tropas para el mantenimiento del posible acuerdo de paz (o de alto el fuego), o se limitará a los aspectos financieros y de abastecimiento de material?
En teoría, el debate en el Congreso de los Diputados no debería ser bronco, dado que los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, mantienen posiciones parecidas, como se observa cotidianamente en el Parlamento Europeo, donde los grupos Popular y Socialdemócrata coinciden ampliamente. Es muy posible que la Democracia Cristiana del futuro canciller alemán, Friedrich Merz, acepte implicarse con el envío de tropas de interposición. Alberto Núñez Feijóo no está en posición de discrepar de Merz, con quien necesita imperiosamente anudar buenos lazos. El debate parlamentario español no se desarrolla, sin embargo, ni mucho menos, por los mismos cauces que en Bruselas. Por un lado, Feijóo podría aprovechar para atraer a votantes de Vox, desconcertados por el apoyo a Putin y el abandono a los ucranios, en su mayoría cristianos devotos de la Virgen y de Jesucristo. Por otro, el líder del PP no parece dispuesto a dejar pasar ninguna ocasión, ningún debate, ningún momento para pedir la dimisión de Sánchez y colmarle de todo tipo de críticas, por más que ya esté convencido de que el presidente va a acabar la legislatura. Por su parte, Sánchez acaba de convocar en la Moncloa al líder de la oposición, junto a los demás grupos parlamentarios (excepto Vox) para explicarles la situación, pero este tardío gesto no implica el menor “acercamiento estratégico”. “Ni va a pasar ni tiene sentido que pase”, asegura un antiguo ministro del PP: “Ni Feijóo va a hacer un gesto de buena voluntad ni Sánchez se puede olvidar de la mayoría que le sustenta en el Gobierno, es decir, de los votos de Sumar y Podemos”.
Según el Eurobarómetro publicado en la primavera de 2024, el 68% de los españoles pensaba que la Unión Europea es “un espacio de tranquilidad en medio de un mundo agitado” y apoyaba políticas comunes de seguridad y defensa (84%), emigración (84%) y energía (81%). Será muy interesante observar qué cambios registra la próxima encuesta.