De la reconversión industrial (el conflicto más doloroso de la democracia) a la reindustrialización

Tras la experiencia de desabastecimiento de la pandemia, numerosos países europeos recuperan industrias desmanteladas. El objetivo, además, es competir con EE UU y China

Huelga de trabajadores en 1983 debido al cierre de Altos Hornos del Mediterráneo, Sagunto (Valencia).EFE

La semana que viene se cumplirán 40 años del cierre de la instalación de cabecera de Altos Hornos del Mediterráneo en Sagunto (Valencia), que supuso el momento más icónico de la reconversión industrial que habían iniciado los socialistas al Gobierno. Lograrlo costó 430 días de batalla campal con sus trabajadores, uno de los conflictos laborales más largos y dolorosos de la transición, si no el que más.

La reconversión industrial era la pieza...

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La semana que viene se cumplirán 40 años del cierre de la instalación de cabecera de Altos Hornos del Mediterráneo en Sagunto (Valencia), que supuso el momento más icónico de la reconversión industrial que habían iniciado los socialistas al Gobierno. Lograrlo costó 430 días de batalla campal con sus trabajadores, uno de los conflictos laborales más largos y dolorosos de la transición, si no el que más.

1984, año de la reconversión

La reconversión industrial era la pieza fundamental de aquella política industrial de choque que básicamente consistía en que convergieran la oferta y la demanda en un mercado de sectores en crisis (siderurgia, astilleros…). En una España en la que no había ni rastro de teléfonos móviles ni de ordenadores portátiles, que todavía no había entrado en la Unión Europea (la reconversión era una exigencia para hacerlo), dentro de un mundo en el que nadie sospechaba de la posibilidad de internet y de una revolución digital como la que llegó años después, ni de la inteligencia artificial. En aquel momento solo había un líder indiscutible, Felipe González, y el partido hegemónico era el PSOE, que en 1982 había obtenido mayoría absoluta en el Parlamento con más de 10 millones de votos y había constituido el primer Gobierno socialista químicamente puro de la historia de España (en la Segunda República había gobernado en coalición con otros partidos). La reconversión industrial conllevaba despidos de trabajadores (más de 80.000), cierre de fábricas, recortes de plantillas, nuevos sistemas de organización y de gestión, etcétera, y supuso el primer choque de los socialistas con el núcleo duro de sus votantes, militantes y simpatizantes. Y entre ellos, con los sindicatos de clase.

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La habían comenzado de modo muy tímido los gobiernos de Adolfo Suárez en sectores como el de los electrodomésticos y los aceros especiales, pero la parte más dolorosa les tocó a los socialistas. La derecha, aunque muy débil parlamentaria y orgánicamente, se opuso a la reconversión —¡siempre ayudando! — bajo el argumento meramente teórico de que era mejor poner el dinero de los contribuyentes en el desarrollo de sectores de futuro que en el ajuste de sectores obsoletos y en protección a los trabajadores sacrificados.

A pesar de los dramáticos encontronazos de la reconversión industrial en ciudades como Sagunto, Vigo, Cádiz, Gijón, etcétera (incluidos heridos y muertos en las calles entre los protestatarios y las fuerzas de orden público), el desgaste del Gobierno no se produjo hasta más tarde. El acontecimiento más traumático en el interior de la familia socialista en los 14 años y medio que gobernaron entonces (y quizá hasta ahora) fue la huelga general del 14 de diciembre de 1988, con un seguimiento absoluto en la sociedad española. Se ha convertido en un mito de la movilización en este país, una especie de reprimenda moral que la ciudadanía quiso dar a sus orgullosos gobernantes.

2024, la reindustrialización

El socialdemócrata alemán Olaf Scholz se dispone estos días a rescatar con dinero público un astillero histórico. La reconversión no afectó solo a países como España. Ese concepto ha pasado de moda y ha sido sustituido por el de reindustrialización. Ha habido un antes y un después de la pandemia de covid, en la que muchos países europeos se vieron en riesgo de desabastecimiento, ya que los productos industriales se fabricaban lejos y se habían interrumpido las cadenas de suministro. Además, la debilidad de la industria europea, en relación a grandes competidores como EE UU o China, aboca al continente a una recuperación anémica de la economía.

La entrega a las autoridades europeas de dos informes elaborados por Enrico Letta y Mario Draghi, respectivamente, indican que el camino para mejorar la posición económica de la UE en el planeta pasa por conceptos como la innovación, la relocalización y la reindustrialización, y la creación de campeones nacionales capaces de competir a escala global. Este es otro cambio de paradigma en la economía política.

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