Cómo repartir la recuperación

Tras estos 15 meses dramáticos se impone un balance de los beneficiarios y de las víctimas

Oficina de empleo en Alcorcón, Madrid, el pasado mes de mayo.Angel Navarrete (Bloomberg)

La recuperación económica se asienta a velocidad de crucero, al menos en el mundo desarrollado, siguiendo la estela de las dos grandes economías del mundo, EE UU y China. En esta tendencia está incluido nuestro país. Una de las representantes empresariales más significativas del mismo, Ana Botín, auguró hace unos días que “España se va a salir del mapa” (del crecimiento) y todos los organismos que miden la evolución de la economía, públi...

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La recuperación económica se asienta a velocidad de crucero, al menos en el mundo desarrollado, siguiendo la estela de las dos grandes economías del mundo, EE UU y China. En esta tendencia está incluido nuestro país. Una de las representantes empresariales más significativas del mismo, Ana Botín, auguró hace unos días que “España se va a salir del mapa” (del crecimiento) y todos los organismos que miden la evolución de la economía, públicos y privados, acentúan al alza sus previsiones. Llega el momento de analizar cómo se va a repartir ese crecimiento y, en general, la recuperación. No sea que ocurra como en la Gran Recesión de 2008, de la que salió una sociedad más pobre, más desigual, más precaria, menos protegida socialmente, más desconfiada y menos demócrata. El economista americano Mark Blyth definió aquellos años como “la mayor operación de engaño con señuelo de la historia moderna”, con una gigantesca redistribución a la inversa. ¿Sucederá ahora algo parecido?

Hay elementos que inducen a pensar que no será idéntico: no se está aplicando aquella suicida “austeridad expansiva” (el austericidio para los países del sur de Europa), sino políticas monetarias y presupuestarias expansivas (de las cuales los EE UU de Biden son el ejemplo más avanzado) y, en muchos casos, escudos sociales más o menos perfeccionados con el fin de evitar que quede desprotegido un sector importante de ciudadanos y hogares. Jóvenes, mujeres y trabajadores no cualificados son, como antaño, las principales víctimas de estos últimos 15 meses dramáticos de nuestras vidas, causados por lo que los economistas denominan “un shock externo” (la pandemia asesina).

Algunos líderes y científicos sociales están llamando la atención para que no se desaprovechen estas condiciones expansivas (a las que en el caso de Europa hay que añadir las ayudas y créditos que llegarán de Bruselas). En un acto de homenaje a Alfredo Pérez Rubalcaba, Felipe González llamó a extrapolar la reactivación de la economía a las próximas generaciones porque, si no es así, millones de jóvenes se perderán: “Si nos equivocamos, perderemos generaciones enteras”.

De la Gran Recesión se salió con incrementos extraordinarios de desigualdad económica. Se entró en el Gran Confinamiento con ese brutal desequilibrio, que cada vez cuenta más para la eficacia de la economía. Según la Organización Internacional del Trabajo, en este periodo más de 100 millones de personas se han incorporado al ejército de pobres que viven con menos de 3,20 dólares al día, lo que ha hecho perder al menos un lustro en la lucha contra esta lacra. Y las conclusiones del tradicional estudio Global Wealth Report de Credit Suisse, recientemente hecho público, son igualmente impactantes: en la parte alta de la sociedad, el número de ultrarricos (que cuentan con una riqueza superior a los 100 millones de dólares) se expandió durante el año del confinamiento un 24%: 40.000 ciudadanos entraron a formar parte de esa élite. En la parte baja, la mitad de los adultos en el mundo tan solo disponen de una riqueza inferior a los 10.000 dólares, y el 89% de los que poseen una cantidad superior tienen como mucho 100.000 dólares para recurrir a ellos en caso de necesidad. Por último, se estima que el 3% de la población española es millonaria, un porcentaje similar al de Italia.

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Todos los indicadores auguran ahora —pendientes de las incógnitas en la evolución de la covid— que la recuperación económica está siendo intensa y que, conforme se regresa a la situación anterior y al fin de las restricciones, va acompañada de una recuperación de la confianza en forma de consumo, lo que conduce a un crecimiento superior al pronosticado apenas hace unas semanas. Pero aún no se dispone de datos actualizados sobre la distribución de la renta y de la riqueza y su coexistencia con la propia reactivación. Tampoco se conoce si en el momento en que se eliminen los estímulos monetarios y presupuestarios se volverá a la mediocre realidad del “estancamiento secular” o se entrará en una etapa diferente en la que se incorpore lo que se ha aprendido.

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