La duración del coma inducido

La incógnita es saber qué parte de la renta y la riqueza se recuperarán, y cuándo

El líder del PP, Pablo Casado, interviene en la sesión de control al gobierno.Chema Moya (EFE)

Primero escribió (en Twitter): “La producción industrial ha caído en abril un 34% en tasa interanual, el mayor desplome de la serie histórica. La automovilística cayó un 92%, lo nunca visto. Y el textil, el 77%. Otra vez la mala gestión de la izquierda lleva a España a más paro, más crisis y recesión” (las negritas son nuestras). Después convocó la junta directiva de su partido, el Popular, el máximo órgano entre congresos, y allí dijo: “Ser moderado es ajustar las palabras a la realidad”; añadió que...

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Primero escribió (en Twitter): “La producción industrial ha caído en abril un 34% en tasa interanual, el mayor desplome de la serie histórica. La automovilística cayó un 92%, lo nunca visto. Y el textil, el 77%. Otra vez la mala gestión de la izquierda lleva a España a más paro, más crisis y recesión” (las negritas son nuestras). Después convocó la junta directiva de su partido, el Popular, el máximo órgano entre congresos, y allí dijo: “Ser moderado es ajustar las palabras a la realidad”; añadió que no existe un PP duro y un PP blando, y negó que la oposición que practica sea “bronca, desagradable y crispadora”.

La bipolaridad política de que hace gala Pablo Casado, presidente del PP, es similar a la que tendría, por ejemplo, Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia de EE UU, si culpase a Donald Trump —y no a la pandemia del coronavirus— de ser el culpable de que su país haya entrado en recesión y haber roto los 128 meses seguidos de crecimiento.

Ha sido la Oficina Nacional de Investigación Económica, el organismo encargado de seguir la evolución de los ciclos económicos, la que ha definido la situación: la magnitud sin precedentes de la disminución del empleo y la producción, y su amplio alcance en toda la economía justifica la designación de este periodo como una recesión.

Según esta oficina, la pandemia y la crisis de salud pública han desembocado en una recesión, con características y dinámicas diferentes a las recesiones anteriores.

Para atajar la etapa más mortífera de la covid-19, hubo que sumir a la economía en una especie de coma inducido. En términos médicos un coma inducido se produce cuando se seda a un paciente para reducir su consumo de oxígeno y energía, y se pone su cerebro “a dormir”. Mientras tanto se monitorea su actividad y el médico decide cuando devolverle a la normalidad.

Si se cierran las fábricas, los comercios, los bancos, los bares y restaurantes, los espectáculos de masas, etcétera, si como consecuencia de ello aumenta exponencialmente el paro, que la economía se derrumbe y el Producto Interior Bruto de un país se reduzca un 10%, un 15%, un 20% es casi una tautología: no es debido a la política económica cotidiana. Cae la economía de la España de Sánchez y la de los EE UU de Trump. Lo significativo, lo que tiene que ver con la política económica que se aplica es el tiempo que tiene que pasar para volver a la normalidad (“nueva normalidad”), y qué parte de la renta y la riqueza perdida se recuperan.

Esta es la parte más significativa de los informes de coyuntura que publican todos los días los organismos multilaterales y los servicios de estudio públicos y privados. Que la OCDE indique que España será el país desarrollado que más sufrirá si hay un rebrote del coronavirus es importante, pero más lo es su previsión de que la velocidad del crecimiento económico será lenta y desigual; que el año que viene la economía global volverá a cifras positivas pero la recuperación será lenta y “la crisis tendrá efectos de larga duración que afectarán de manera desproporcionada a las personas más vulnerables”.

En muchas economías avanzadas se habrá perdido para finales de 2021 el equivalente a cinco años o más del crecimiento de la renta real per cápita. En ese momento, la pérdida de ingresos excederá a cualquier otra recesión de los últimos cien años fuera de los periodos de guerra, con consecuencias nefastas para las personas, las empresas y los gobiernos.

La economista senior para España y Bélgica de la OCDE, Müge Adalet, ha ido más lejos y ha declarado (EL PAÍS de 11 de junio) que la recuperación del PIB anterior a la crisis sólo se conseguirá en 2022, y fía buena parte de la remontada al regreso del consumo y al gasto del ahorro forzoso acumulado durante los meses del confinamiento. Y concreta: “Habrá una pausa hasta que se vuelva a consumir normalmente de nuevo”.

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