Michael J. Fox y su lección para sobrevivir en Hollywood con un trastorno neurodegenerativo
En sus memorias, ‘No hay mejor momento que el futuro’, el actor hace balance de sus últimos años en activo, explica cómo siguió trabajando e incluyendo la enfermedad en sus personajes y por qué decidió retirarse definitivamente en 2020
En 1991, Michael J. Fox (Alberta, Canadá, 60 años) recibió una noticia que trastocó su vida. En la cúspide de su carrera, meses después de que la tercera entrega de Regreso al futuro recaudara 244 millones de dólares (220 millones de euros) en taquilla, un neurólogo al que había visitado por notar dolores musculares y un ligero temblor en un dedo le dio su diagnóstico: ...
En 1991, Michael J. Fox (Alberta, Canadá, 60 años) recibió una noticia que trastocó su vida. En la cúspide de su carrera, meses después de que la tercera entrega de Regreso al futuro recaudara 244 millones de dólares (220 millones de euros) en taquilla, un neurólogo al que había visitado por notar dolores musculares y un ligero temblor en un dedo le dio su diagnóstico: párkinson. “El médico me dijo que seguramente podría seguir trabajando otros 10 años más, y yo por aquel entonces solo tenía 29”, escribe el actor en No hay mejor momento que el futuro, sus memorias editadas en español por Libros Cúpula.
Los meses siguientes no fueron fáciles ni para él ni para su esposa, la también actriz Tracy Pollan. Aterrorizado y tratando de asimilar qué le depararía el futuro, Fox empezó a beber. La situación se hizo tan insostenible que, alentado por su pareja, recurrió a ayuda psicológica para controlar sus demonios. Su hijo Sam, nacido en 1989, cuenta que entre sus primeros recuerdos figura el de ir a la nevera a buscarle cervezas. Con aquella terapia dejó de beber y fortaleció sus lazos familiares. En 1994 Tracy se quedó embarazada de gemelas, Aquinnah y Schuyler, y en 2001 dieron la bienvenida a una nueva integrante, Esmé. “La gente se sentía extrañamente cómoda preguntándonos si nos preocupaba traer más hijos al mundo teniendo que enfrentarnos a la incógnita de una enfermedad neurológica grave y al miedo de que pudiera ser hereditaria”, explica en uno de los capítulos. “Podríamos haber considerado la pregunta como inapropiada, pero la respuesta fue: ‘Nosotros no estábamos preocupados, y ellos tampoco debían estarlo”. Todavía estaba por verse si, como su doctor había augurado, más pronto que tarde debería despedirse de las cámaras.
Dramas y comedias
En vez de hacer pública su enfermedad, Fox decidió seguir trabajando hasta que su cuerpo resistiera. El temido momento llegó en la primavera de 1998, durante el rodaje de la serie Spin City: loca alcaldía, que en España emitió Telecinco. “Mi personaje no tenía párkinson, pero al final de la segunda temporada me costaba aparentar que me encontraba bien. Yo me sentía cada vez más preocupado por la posibilidad de que mis espasmos confundieran a los espectadores si estos no estaban al tanto de mi enfermedad y por la posibilidad de perderlos como público si llegaban a enterarse. ¿Seguirían pensando que soy gracioso si supieran que tengo párkinson?”.
Desde la Federación Española de Párkinson explican que un 15% de los afectados por la enfermedad en España son menores de 45 años. “La posibilidad de continuar trabajando dependerá de cada caso particular, de los síntomas que presente la persona, de su respuesta al tratamiento y del tipo de trabajo, entre otros factores”, explican en un comunicado conjunto firmado por varios profesionales y enviado a ICON. “Habrá personas que puedan continuar en activo si cuentan con los apoyos necesarios en su puesto de trabajo”, añade la nota.
En noviembre de 1998 Fox hizo pública su dolencia. Y dos años más tarde, al cumplir los cuarenta, se retiró del mundo del espectáculo porque su rostro, según él, había perdido la expresividad de antaño. A la vez creó la Fundación Michael J. Fox, una ONG que participa en la búsqueda de una cura contra el párkinson. “Siempre me ha gustado ser de esos actores que el montador puede cortar en cualquier momento para obtener la reacción adecuada, de esos cuyo rostro resulta vivo en cualquier escena”, confiesa en sus memorias. “Tuviera o no que hablar, mis personajes eran animados y participativos. Pero poco a poco, con los efectos del párkinson, mi cara empezó a contraerse en un rictus pasivo, casi pétreo”.
En realidad, aquel hiato no fue tan largo como cabía esperar: “Tenía la sensación de que pasaba demasiado tiempo siendo yo y quería ser alguna otra persona, al menos durante unas horas”. En 2004, tras recibir una llamada de Bill Lawrence (cocreador de Spin City), accedió a aparecer en dos episodios de la comedia Scrubs. El papel del doctor Kevin Casey, un excéntrico neurocirujano con un trastorno obsesivo-compulsivo, le hizo contemplar su futuro profesional desde una nueva perspectiva.
“Descubrí que podía centrarme menos en lo exterior y dejar de intentar ocultar mis síntomas. Eso fue un gran contraste con mi época de Spin City, cuando hacía esperar al público que asistía en directo mientras yo daba vueltas por el camerino dándome puñetazos en el brazo para aplacar mis temblores”, asegura. “Con Scrubs, en lugar de intentar acabar con él, invité a mi párkinson al plató conmigo. Me sentía libre para concentrarme en la tarea que cualquier actor, discapacitado o no, debe cumplir: desvelar la vida interior de un personaje. Al poner el énfasis en los aspectos vulnerables de mi personaje y no en los míos, el párkinson podía desaparecer”.
Si bien ya no figuraba en calidad de estrella como en sus éxitos de los ochenta o noventa (si exceptuamos su labor de doblaje del protagonista de Stuart Little), la pequeña pantalla le brindó una vía de escape. Sus personajes secundarios en Boston Legal (2004-2008) o Curb Your Enthusiasm (2000) —donde se atrevió a hacer humor con su enfermedad— fueron una salvación para él. Equipo de Rescate le hizo ganar en 2009 un Emmy en la categoría de mejor actor invitado.
El papel que recuerda con mayor cariño de esta etapa es el del abogado Louis Canning en The Good Wife (2009-2016), que interpretó durante veintiséis episodios repartidos a lo largo de cuatro temporadas: “Los guionistas crearon un personaje que se aprovecha sin remordimientos de su desgracia y la convierte en un arma para ganarse la simpatía y los votos del jurado. [...] Los personajes con discapacidades siempre son vistos bajo una luz favorable mientras suena de fondo una música suave de piano. Mi personaje era diferente. Sufría una discapacidad, pero de música suave de piano, nada. Era un capullo”.
2018, aquel año horrible
“El mío no es un trastorno mental ni emocional, es un trastorno neurológico que se manifiesta como una alteración negativa del movimiento”, asevera Fox en No hay mejor momento que el futuro. “Hay quien solo ve la leve parálisis o los temblores de las manos y las extremidades. Obviamente, forman parte del problema. Pero, al menos en mi experiencia, son síntomas que se vuelven tolerables con el tiempo. Mucho más complicado es aceptar la disminución de la capacidad de moverse”. El caso de Fox es especial por ser el de un hombre con una fortuna importante que le ayuda a hacer frente a la enfermedad y sus consecuencias, pero desde la Federación Española de Párkinson recuerdan que, más allá de Hollywood, “es importante que las empresas promuevan medidas positivas y adaptaciones laborales para que las personas con párkinson que lo deseen puedan seguir en activo el mayor tiempo posible. Y en los casos en los que no puedan mantener el empleo, que cuenten con una protección social que se ajuste a sus necesidades y posibilite el acceso a la incapacidad”.
El estado de salud de Fox empeoró considerablemente a finales de 2017. Alarmado por una repentina propensión a desplomarse en el suelo, en enero de 2018 se sometió a una resonancia magnética. Un antiguo tumor en la médula espinal, que durante años habían controlado, había empezado a crecer.
“Teniendo en cuenta el tamaño y dónde está, justo en la unión cérvico-torácica, es una intervención arriesgada. No sé si me entiende, pero nadie quiere ser el médico que dejó paralítico a Michael J. Fox”. Estas palabras del doctor Nicholas Theodore, director del Neurosurgical and Spine Center del hospital Johns Hopkins, en Baltimore, no le perturbaron lo más mínimo. Al contrario: “Suelo confiar en los tipos que saben hacerme reír cuando las cosas se ponen feas”.
A pesar de que en abril de 2018 se lo extirparon con éxito, en los meses posteriores tuvo que enfrentarse a duras sesiones de rehabilitación para recuperar la movilidad y el control de sus movimientos: “La operación me ha convertido en alguien dependiente hasta niveles insoportables, y me reboto cada vez que veo una mano acudir a sostenerme, sobre todo cuando me parece que no la necesito. Cada vez que voy al aseo me siento vigilado como un recién nacido en su hora del baño, y lo que empieza siendo un simple mascullar no tarda en convertirse en una queja airada”.
El 13 de agosto de ese mismo año una caída puso en peligro su posoperatorio. Spike Lee le había propuesto hacer un breve cameo en See You Yesterday, una película sobre viajes en el tiempo —con guiño incluido a Regreso al futuro— que estaba produciendo. Aquella mañana Fox se sentía pletórico por volver a un set de rodaje, pero tuvo que cancelar su presencia porque literalmente besó el suelo de su apartamento neoyorquino. “Mi familia ha cargado con toda mi mierda y solo me ha pedido a cambio que tuviera cuidado; pero yo me he reído de ellos. Han pasado cuatro meses desde la operación y me acabo de jugar la salud y la seguridad de mi familia comportándome como un gilipollas”, escribe sobre este inesperado accidente que le hizo trizas el húmero.
Después de pasar otra vez por quirófano, su característico optimismo se desvaneció. Al ver los 19 tornillos que tuvieron que ponerle, sufrió una crisis existencial con tintes de depresión. “Aunque parezca contradictorio, me resulta más fácil aceptar el párkinson y mis problemas de médula que mi fractura de húmero. Los dos primeros llevan años conmigo y se han ido apoderando de mí, letal e insidiosamente. En cambio, lo del brazo, ha sido repentino, como una explosión. Un cataclismo. No estoy preparado para las consecuencias. Mi ánimo se ensombrece”, relata en el libro. “Estoy viviendo la vida de una persona jubilada, solo que 10 años antes de lo previsto. Mi mundo se contrae, no se expande. En términos del continuo espacio-tiempo, estoy más cerca de mi punto de salida que de mi punto de entrada”.
El tercer acto
En 2019 su suerte cambió. Spike Lee le brindó la posibilidad de poder grabar aquella escena pendiente de See You Yesterday. Y por si aquello fuese poco, en la cuarta temporada de The Good Fight (2017), la secuela de The Good Wife, volvió a meterse en la piel de Louis Canning. La sensación de pisar terreno conocido, en cierta manera, era un alivio. Pero pronto se dio cuenta de que la producción contaba con un presupuesto menos generoso y unos horarios de trabajo más apretados. Asimismo, a diferencia de antes, tenía grandes dificultades para pronunciar determinadas palabras del guion.
“No sé si alguna vez lo hizo, pero en la actualidad mi trabajo como actor no me define como persona”, reflexiona al respecto. “Mi creciente dificultad para memorizar y verbalizar las palabras es solamente una gota entre tantas que van llenando el vaso. Mis lapsus de memoria obedecen a un motivo, sea la edad, los problemas cognitivos derivados de mi enfermedad, la distracción que provoca el alud de sensaciones del párkinson o la falta de ellas provocada por el tumor de mi médula, pero me conformo con interpretarlos como un indicador. Todo tiene su momento, y mi tiempo de trabajar 12 horas diarias y memorizar siete páginas de diálogos ha quedado atrás. Al menos por ahora”. Desde la federación recuerdan que otras grandes figuras conviven o han convivido con el párkinson, como Helen Mirren, Muhammad Ali, el músico Ozzy Osbourne o Dalí. Michael J. Fox anunció en noviembre de 2020 su retirada definitiva. Lo hizo con 59 años, 20 más de los que pronosticó su neurólogo en 1991. Ese ha sido, probablemente, el mayor éxito de su carrera.
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