“Íbamos a sonar en Los 40, pero Fabio lo tiró a la basura”: la magia y la locura tras ‘Rockstation’, uno de los discos de culto del siglo XXI
McNamara, el grupo formado por Luis Miguélez y Fabio McNamara, publicaron hace 20 años una joya del pop español que pudo ser un éxito pero se quedó en disco de culto. Miguélez y el director Nicolás Méndez, hoy en el colectivo Canadá, recuerdan cómo se gestó aquel proyecto que en 2021 sería impensable
Si hubiera que hacer una lista de los mejores discos de la década de los 2000 resultaría difícil no incluir Rockstation (aunque pocas publicaciones especializadas, entre ellas la web musical Jenesaispop, lo hicieron). El álbum de McNamara, grupo formado por Fabio McNamara (o de Miguel) y Luis Miguélez, sorprendió hace veinte años al combinar b...
Si hubiera que hacer una lista de los mejores discos de la década de los 2000 resultaría difícil no incluir Rockstation (aunque pocas publicaciones especializadas, entre ellas la web musical Jenesaispop, lo hicieron). El álbum de McNamara, grupo formado por Fabio McNamara (o de Miguel) y Luis Miguélez, sorprendió hace veinte años al combinar bases de baile con potentes guitarras y unas letras casi dadaístas, algunos de cuyos versos forman ya parte del pop español underground. Por ejemplo: “Se buscan: / dos maricas muertas / congeladas vivas / en París”. O: “Eres Farrah / eres Majors / eres Farrah Fawcett Majors”. O: “Pan, circo y bugui bugui”. De él, Diego Manrigue sentenció en EL PAÍS que era “un álbum de resplandeciente sonido que oscila entre el rock guitarrero de los años setenta y los actuales ritmos de baile”.
Sin embargo, dos décadas después de su aparición, Rockstation no está en ninguna plataforma musical de streaming. En Youtube apenas se pueden encontrar algunas canciones sueltas y, mientras que se suceden ediciones de lujo en vinilo de títulos menos relevantes, Rockstation no se ha vuelto a reeditar. En el vigésimo aniversario de su publicación, ICON ha hablado con uno de sus artífices, el músico, compositor y productor Luis Miguélez, que afirma que él tampoco tiene ni una copia del disco porque las fue “regalando”. Miguélez traza los detalles de la historia de un disco que sobrevive como un hito del underground pero que, pese a sus letras descacharrantes y enormemente incorrectas, llegó a emitir su videoclip en 40TV, vio como uno de sus temas era incluido en un recopilatorio editado por Movistar y en cuyo nacimiento estuvieron envueltos nombres como Miguel Bosé o Nacho Cano.
“Si la memoria no me falla, que en esto no me falla –recuerda Luis Miguélez– estaba grabando en los estudios de Nacho Cano un disco con Baccara y luego otro con Las Chamorro cuando recibí la llamada de Boozo Music, que era la discográfica de Miguel Bosé, contándonos que nos querían fichar. Ahí me dije: “¿Cómo? ¿Estoy oyendo bien? ¿Que hay alguien que quiere sacar nuestro disco, de Fabio y mío?”. Eso era el año 2000 porque, después de esos dos discos, continué con Rockstation y lo acabamos en septiembre. De hecho, en el mismo estudio hicimos una entrevista con Diego Manrique que fue un poco el despegue del disco”.
“Creo que el disco llegó en el momento oportuno y contó con la gente adecuada”, continúa Miguélez. “No solo lo promocionó, sino que nos animaron y nos dieron cancha para grabar y publicar esa burrada. En el año 1995 ya habíamos hecho el disco A Tutti Plein y, a través de [el productor] Miguel Ángel Arenas, Capi, tuvimos negociaciones con discográficas, pero no cuajó nada. No voy a decir ahora que me han marginado, pero, ¿adónde van dos maricas como nosotras? No es que haya una reticencia de la industria discográfica hacia esos productos, pero el disco A Tutti Plein, que me parece buenísimo y tiene más canciones radiables que Rockstation, en ese momento no interesó”.
Fabio y Miguélez se conocen “desde 1983 o 1984″. “Cuando me instalé en Madrid definitivamente y tocaba con Dinarama, nos hicimos amigos inmediatamente. La diversión era quedar, ponernos finas y hacer canciones. Además, para nosotros, todo lo que hacíamos era arte: o pintabas, o decías tonterías tomando un té, o tomando una botella de sidra o metiéndote lo que fuera. Como siempre he tenido grabadoras, primero de cuatro pistas en casete y más tarde un Mac, las íbamos registrando, aunque no siempre nos surgían las canciones cuando teníamos grabadoras a mano. Se nos ocurrían, por ejemplo, saliendo de un after o de cualquier sitio. Las ‘dos maricas muertas’ [de la canción Ultraceñidas] éramos en realidad Fabio y yo, saliendo de un after con un frío que te cagas. Nos metimos en un bar a tomar un chocolate con churros, con unas porras y con un sol y sombra, que supongo que la gente de ahora no sabrá lo que es”.
¿Cree que el público más joven conoce el disco o entiende estas referencias? Antes de la pandemia hice un concierto con Putilatex, Samantha Hudson y Ladilla Rusa y fue muy bonito que, en los camerinos, el chico de Putilatex dijera: “Aquí la verdadera superestrella y al que le debemos muchas cosas es Luis Miguélez”. Creo que la gente que lo tiene que conocer, lo conoce. Pero si no lo conociesen, a mí me daría igual. La música la hago para mi disfrute y la voy colgando en mis redes sociales. Antiguamente, en el otro siglo, se hacía negocio con la música, pero ahora hay mucho show y poco business. Ahora ves a la gente que se produce muy bien en las redes sociales, pero luego los ves en directo y tampoco me alucina tanto. Por eso, cuando sale un artista que canta que baila y que hace de todo, como pasó hace unos años con Rosalía, la gente se vuelve loca.
¿Cree que es un disco que funcionó mejor en el ambiente gay? Nosotros no éramos un producto gay. Yo puedo ser gay, pero Rockstation traspasó esa barrera. Es un disco que no tiene sexo porque nosotros, o yo por lo menos, no he sido activista. Quizá he visibilizado la homosexualidad pero eso ya lo hacía en mis tiempos de Alaska y Dinarama, cuando salía con lycra y un pelucón en televisión. Para mí el arte es arte y me da igual cuál sea la sexualidad del artista. Otra cosa es que un cantante quiera ser activista o salir del armario porque así puede ayudar a mucha otra gente pero es que nosotras nunca estuvimos en el armario.
¿Llegaron a presentar el disco en directo? Hicimos varias actuaciones. Las que pudimos. Este disco para mí significa dos cosas: alegría y tristeza. Es un trabajo que consiguió que esa música que Fabio y yo hacíamos porque nos daba la gana fuera reconocida. De repente, cuando nadie daba un duro por nosotras, hicimos bailar a media España diciendo “maricón punto com” o “la coca, la coca, me vuelve medio loca”. Por un lado estaba toda esa alegría, pero luego, a nivel personal, Fabio se cerró y se posicionó en otro punto bastante jodido.
¿Qué sucedió? El productor artístico ejecutivo, el que daba la cara ante la discográfica, ponía la mano en el fuego y hacía las cosas, siempre fui yo. Y muchas veces me sentí frustrado. Tuvimos oportunidad de firmar con buenos promotores, gente importante a la que tuvimos que dejar pasar porque Fabio no quería. Finalmente conseguimos un acuerdo con un mánager que nos consiguió muchas cosas: presentación en Madrid y Barcelona con todo vendido, concierto en el festival Socarrat, concierto en las fiestas de Bilbao en el que pusimos a cinco mil personas a cantar “la coca, la coca, me vuelve medio loca”... Pero justo en ese momento en el que podíamos estar ganando dinero, todo se frustró. Llegué a hacer las entrevistas solo porque Fabio no aparecía y, luego, en las que sí acudía, a mí se me ve con cara de circunstancias cuando, por ejemplo, se pone a hablar cosas de Franco…
Cuando se graba el disco, Fabio ya había declarado que estaba en “gracia de Dios”. ¿Afectaba eso al repertorio? ¿Se negaba a cantar alguna canción por el contenido? Fabio ya estaba con Dios desde hacía mucho tiempo. En los ochenta, cogíamos el coche, nos íbamos a ver a las Costus [Juan Carrero y Enrique Naya, la pareja de pintores de la Movida Madrileña] a Cádiz y luego subíamos por Portugal para hacer una parada en Fátima. Llegábamos allí con una lycra de serpiente y metíamos la cabeza en el agua bendita de la fuente para no volvernos locas y, mira, a mí me ha venido muy bien. Lo de Fabio no es de ahora y, como amigo, lo digo desde el máximo respeto. Siempre ha sido así, lo que sucede es que antes hacía gracia, pero ahora ya no, porque el mundo ha cambiado.
¿Cómo hubiera sido la trayectoria del disco si la actitud de Fabio hubiera sido otra? El siguiente single iba a ser Gritando amor. Se iba a hacer un vídeo, íbamos a entrar en Los 40 Principales, hacer una presentación de lujo en la Joy Eslava y más cosas que Fabio tiró a la basura. A consecuencia de ese circo, la discográfica nos comunicó que no seguíamos y, en lugar de empezar a preparar un segundo disco, que hubiera sido lo bonito, se acabó el chollo. Por eso, cuando me dicen: “Ay, qué bien, el Rockstation”, ryo espondo: “Mira, déjame, ahí te quedas”.
¿Tiene idea de cuántos discos se pudieron llegar a vender? Calculo que serían entre diez mil y quince mil copias, pero la discográfica dijo: “Aquí no hay futuro y, como sigamos por aquí, nos hunden a todas”. Yo, como empresario, hubiera hecho lo mismo. Además, había un enfado grande con Fabio, lo suficiente como para estudiar incluso la posibilidad de demandarle por incumplimiento de contrato. Luego la discográfica desapareció y Rockstation se quedó en un disco alternativo, que no llegó a traspasar la línea para convertirse en mayoritario.
¿Le hubiera gustado que, con motivo de los veinte años, se hubiera recordado el disco de alguna manera? Quise hacer alguna cosa, alguna remezcla, pero empezó la pandemia y lo dejé. Además, ¿tiene sentido hacer algo con Fabio? Prefiero dejar las cosas como están, recordar el mito como fue, porque ahora mismo él está en un polo y yo estoy en otro. Hace poco Carlos Galán de Subterfuge me llamó para decirme que querían reeditar el disco en vinilo y que ya tenían las autorizaciones. Me comentó que había hablado con Fabio y que estaba dispuesto a hacer conciertos. Le respondí que muy bien, que los haga. Lo que sí le he pedido es que, en la reedición, debajo de McNamara, ponga Luis Miguélez o Fabio McNamara y Luis Miguélez.
¿Fue mala idea que se llamasen simplemente McNamara? El nombre McNamara se adoptó como grupo. En su momento, no me importó. Lo que pasa es que, con el paso del tiempo, ves que en redes la gente habla de la canción de Fabio McNamara o del disco de Fabio McNamara. Eso es un ninguneo que no me molesta cuando viene del público, porque el público no tiene por qué saber eso, pero sí cuando viene de otra gente.
Al final, ¿qué pasó entre ustedes dos? A mí todo eso me afectó personalmente y profesionalmente pero, al final, a un amigo le perdono todo porque prefiero valorar las cosas buenas. De hecho, después grabé otro disco con Fabio: Fabio & Glitter Klinik. En todo caso, la vida evoluciona y, gracias a ese circo que se montó con Rockstation, decidí venirme a Berlín y estoy muy feliz. Era una ciudad en la que no valía nada decir que venías de la Movida o la removida porque no sabían de qué les hablabas. Aquí monté Glamour to Kill y he acabado tocando en Moscú, en Londres, en Bielorrusia, Dinamarca, París, Nueva York… No tengo ningún reproche. Habla con Fabio con él y que te cuente su versión.
Desde ICON hemos intentado contactar con Fabio de Miguel para que nos contase sus recuerdos relacionados con ‘Rockstation’, pero no hemos obtenido ninguna respuesta por su parte. En sus memorias, Fabiografía, recopiladas por Mario Vaquerizo y publicadas por Planeta en 2014, McNamara ya habló con detalle de este episodio de su carrera y su versión coincide con la de Miguélez. Añade, además, curiosos detalles como que “un día Luis dio las maquetas que teníamos a Alejandro Sanz. Las escuchó y le gustaron muchos de los temas. Luis me contó que estando en una fiesta de Miguel Bosé, de estas flamenquirris, Alejandro dijo: ‘Callaos todos, que ahora voy a poner unas canciones que son arte’. Parece ser que a la gente, a la Rosario, a las Ketama… les gustó”.
En un momento de las memorias, tras explicar que en el momento del lanzamiento acababa de superar un ingreso hospitalario de un mes que casi le cuesta la vida, recuerda: “Querían lanzarnos y hacernos superventas; se había hablado con Los 40 Principales y ese rollo del que yo pasaba tanto y en ese momento más. Aun así, dimos los conciertos de presentación en Madrid y en Barcelona con todo agotado; eso sí, cuando llegaba el momento de cantar eso de ‘la coca, la coca me vuelve medio loca y pastillas para las tías’, salía del escenario y la cantaba solo Luis. La prensa escribió: ‘McNamara ya no esunderground”. Unas páginas más adelante, remata: “Decidí acabar con el grupo y Luis no se lo tomó nada bien. Ahora le entiendo, en el sentido que todo prometía mucho y mi cambio como que no lo entendía, pero yo tenía que mirar por lo que sentía en ese momento. A Luis le tengo mucho cariño, hemos pasado por muchas cosas, buenas y malas, y la amistad es lo que queda por encima de todo”.
De McNamara a Rosalía
En el año 2008, Nicolás Méndez fundó, junto a Lope Serrano y Luis Cerveró, Canada, productora que está detrás de videoclips como 'Up All Night' de Beck, 'Malamente' de Rosalía o 'Physical' de Dua Lipa. Unos años antes, al principio de su carrera como realizador, Méndez rodó el videoclip del único single extraído de 'Rockstation': 'Mi correo electronic… oh!'. “Era la canción que más me gustaba de ese disco”, recuerda Méndez, que entró en contacto con la discográfica a través de su hermano, Aitor Méndez, responsable de 451, el estudio encargado de hacer el diseño gráfico del disco. “Me presentó a uno de los responsables del sello, Roberto Román, un tipo amable que se portó siempre muy bien conmigo y que me ofreció hacer el video”.
Nicolás, que ya tenía experiencia en este tipo de proyectos después de haber rodado para el sello Siesta algunos vídeos para el grupo donostiarra La Buena Vida, también se encargó del guión, cuya historia —más pretecnológica que ciberespacial— giraba en torno a Luis Miguélez y Fabio McNamara construyendo un mueble. “No se de dónde me salieron las ganas de rodar algo así de 'chorra'. Sí que me recuerdo durante una época viendo briconsejos [en el programa `Bricomanía`] hipnotizado. Por ahí tengo un 'storyboard' y en las primeras viñetas se ve supercurrado pero que, a medida que avanza, se va volviendo sintético, hasta que desaparece. Las últimas secuencias no están ni dibujadas”. En el vídeo, McNamara acaba cortándose el dedo índice y McNamara se lo vuelve a pegar con pegamento. Después, recogiendo su sangre rosa del suelo, la usa para pintarle las uñas.
Méndez volvió a trabajar con la pareja de artistas poco tiempo después. “Hice un vídeo de un directo que dieron Fabio y Luis en el Apolo de Barcelona. O sea, fui a grabar la actuación y monté un vídeo de 'Boogie Movie'. Fabio salió al escenario y dijo, ‘Bona tarda, petarda’. Desde ese día saludo así a todo el mundo”.
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