Un taco de ‘post-its’ por 400 euros: ¿llegará a España el coleccionismo de recuerdos de la crisis bancaria?
Simples objetos de propaganda de las empresas que protagonizaron la debacle financiera cotizan al alza en mercados de segunda mano. Exploramos qué hay detrás de esta obsesión a medio camino entre el morbo y la historia contemporánea
De haberlo sabido, el juego de sartenes no sería lo único que te habrías llevado de aquella caja de ahorros que luego quebró. Poseído de espíritu previsor, habrías arramplado con cualquier objeto insulso de los que adornaban las mesas de la sucursal: un cenicero con el nombre de la moribunda entidad, un feo pisapapeles con su logo o un simple boli corporativo. Trece años después de que estallara la crisis financiera que tantas penurias provocó, las sartenes estarán hechas una pena (habrán perdido del baño de teflón), pe...
De haberlo sabido, el juego de sartenes no sería lo único que te habrías llevado de aquella caja de ahorros que luego quebró. Poseído de espíritu previsor, habrías arramplado con cualquier objeto insulso de los que adornaban las mesas de la sucursal: un cenicero con el nombre de la moribunda entidad, un feo pisapapeles con su logo o un simple boli corporativo. Trece años después de que estallara la crisis financiera que tantas penurias provocó, las sartenes estarán hechas una pena (habrán perdido del baño de teflón), pero el cenicero, el pisapapeles y el bolígrafo podrían ver aumentado notablemente su valor.
En Estados Unidos está ocurriendo: los restos de la ruina de 2008 han entrado con insólita fuerza en el mercado del coleccionismo. La gente se pirra por un llavero de Lehman Brothers, el gigante financiero estadounidense que colapsó estrepitosamente aquel septiembre. A finales del pasado enero, The New York Times describía el “bullicioso mercado de souvenirs de Lehman Brothers, Enron y otras víctimas del sistema”. En eBay, por un paquete de post-its de Lehman pedían 412 euros; 64 euros por un kit de evacuación del funesto banco de inversión. Existe incluso una web llamada Wall Street Treasures (Tesoros de Wall Street), consagrada a la venta de este tipo de artículos, en la que piden 1.234 euros por una lámina enmarcada que celebra el premio a Enron —la empresa energética que arrastró en su caída a Arthur Andersen— como la “compañía más innovadora” y 123 euros por un pisapapeles de Lehman. De entrada, suena a locura estadounidense, pero, bien pensado, son artículos que dentro de 50 años podrían valer mucho más.
A los expertos en coleccionismo este macabro furor les parece coherente. “La gente atesora objetos de lo más variado”, dice Josep María Camps, director de la feria Desembalaje, salón de antigüedades y enseres vintage que se celebra en varias ciudades españolas a lo largo del año. “Tiene cierta lógica por lo que implica de rareza. Son artículos de empresas que han desaparecido y se refieren a un periodo histórico que se estudiará en los libros de texto. Es normal”.
Alicia Blanco-González, profesora de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos, dedicó su tesis doctoral a analizar el comportamiento de los coleccionistas. “No me llama la atención esta tendencia”, sostiene. “Uno de los factores que más influyen a la hora de coleccionar es que te sientas identificado con el bien que coleccionas. En este caso quizá está poniendo de relieve que has vivido esa época y lo enlazas con tu propia identidad. Hay un paralelismo con la memoriabilia de objetos de personas famosas que han fallecido: tiene ese componente de morbo de tener algo de alguien que ya no está. Igual que se hicieron películas y series de la crisis, tú tienes objetos de ese periodo histórico que viviste, de empresas que desaparecieron, y por lo tanto son únicos”.
Solemos pensar que el coleccionista es fan de lo que colecciona; así, el acaparador de discos suele destacar por melómano, y el de obras de arte, por amante de la pintura. Pero ¿de verdad existen fanáticos de la Gran Recesión; devotos de la crisis que en España elevó la tasa de paro del 8% (2007) al 27% (2013)? ¿Puede admirarse un periodo histórico tan trágico?
“El coleccionista tiene curiosidad, interés por recabar todos los detalles de una historia”, dice Josep María Camps. “Lo vemos en los aficionados a la memorabilia de la Guerra Civil española: recopilan objetos de los dos bandos, sin problema. El coleccionismo no entiende de política, sino de hechos concretos”. Alicia Blanco-González cree que no es importante que sea “un periodo negativo”, sino que lo que prima es que “sean objetos únicos. También hay gente que colecciona objetos de la Unión Soviética. Ellos lo entienden como periodos históricos”.
Aunque algunos de estos objetos de deseo podrían colgar en museos (como un certificado de acciones de Lehman Brothers, que se vende a 408 euros), la mayoría son aburridos artículos de merchandising (toalla de playa de Lehman, usada, 370 euros; chubasquero, 310 euros; billetera y caja de clips de Enron, 185 euros; gorra de Enron, 123 euros; llavero de Nasdaq: 20 euros), algunos de los cuales cabe suponer que en su día se repartieron gratuitamente entre clientes. Sorprende que haya gente que afloje la pasta por anodinos bártulos de producción en cadena.
“El coleccionista se asemeja a veces a ese cazador que busca algo con más ahínco cuanto más escaso y complicado de conseguir es”, explica Alicia Blanco-González. “Una colección gana valor cuantas menos unidades haya. En este caso, al estar ceñida a un momento histórico concreto, la oferta es limitada y eso hace que los productos sean más deseados. El proceso de búsqueda en esos mercados secundarios es lo que divierte al coleccionista. Si luego lo van a rentabilizar o no ya es otra cosa”.
De momento, el fenómeno no tiene reflejo en España. Por el precio al que se venden, los objetos similares que pueden encontrarse en webs de coleccionismo y compraventa de segunda mano parecen puestos ahí por alguien que solo quiere deshacerse de ellos. Un lote de diez llaveros de extintos bancos y cajas de ahorro está disponible en Todo Colección por 30 euros. Dos ceniceros “recuerdo de Banesto”, por 10 euros, y una camiseta de Caja Madrid, por 8, se despachan en Wallapop. En este mismo portal, el vendedor de un llavero de Caja Madrid (12 euros) sí que ha tenido el olfato de describirlo como “pieza única ideal coleccionistas”. Hace diez años se ofertaban por precios simbólicos: en 2011 un pin de Construcciones y Contratas se adquirió en TodoColección por 0,99 euros.
“Hay países en los que el coleccionismo está más desarrollado”, dice la experta. “España es un mercado un poco más secundario. Es difícil augurar si se reproducirá aquí (de momento no hay mucha revalorización), pero seguro que hay gente que colecciona camisetas de Caja Madrid igual que hay quien colecciona camisetas antiguas del Real Madrid o merchandising de partidos políticos”.
Cuestión aparte es dilucidar si los obsesionados por el pelotazo lo son por simple disfrute o por la esperanza de sacar tajada en el futuro. “Si le preguntas a un coleccionista, no suele confesar que compra con fines inversores. Pero hay muchos que sí”, apunta la profesora. “El mercado del coleccionismo es oferta y demanda. Si buscar es fácil, no se genera una revalorización llamativa. De momento, hay tantos productos que no genera un mercado atractivo. La clave reside en tener objetos únicos y esperar a ver la evolución”.