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Humor, asesinatos y personajes no binarios: las mil vidas de ‘Muñeco diabólico’, la saga de terror que se adelantó a todo

El documental ‘Viviendo con Chucky’ analiza la evolución de una de las franquicias de terror más longevas. Tras seis secuelas, un ‘remake’ y una serie de televisión, se prepara su regreso al cine 

Cuando solo tenía 8 años, Kyra Elise Gardner vio rodar la cabeza de su padre en la gran pantalla. La película donde le decapitaban era La semilla de Chucky (2004), la quinta y más estrafalaria entrega de Muñeco diabólico (1988). En ella, Tony Gardner, padre de Kyra, entró a trabajar como marionetista y diseñador de los efectos especiales, un puesto que ha conservado en las siguientes secuelas y la reciente serie de televisión. Pero, dado el carácter metacinematográfico de esa película, además aparecía tomando parte en el rodaje ficticio de una producción sobre los crímenes de Chucky, donde su alter ego era degollado por el muñeco y su novia cuando irrumpían en el plató. Aquella visión quedó lejos de traumatizar a la niña. “Para mí, Chucky era tan normal como una mascota o un familiar durante la infancia”, declara Kyra Elisa Gardner a ICON.

La hija del reconocido artesano, con más de 40 años de carrera en el cine fantástico y de terror, ha dirigido Viviendo con Chucky, documental que acaba de estrenarse en Filmin y que aborda el legado de una de las franquicias más longevas del género. Desde el éxito original de los ochenta, que contaba cómo un asesino en serie acechaba a un niño y su madre tras lograr, mediante vudú, transferir su alma a un juguete, Muñeco diabólico ha tenido seis secuelas, un remake y una serie de tres temporadas, cancelada el pasado año. Su creador, Don Mancini, ha confirmado que está preparando otra película. No han trascendido detalles, pero la franquicia, a lo largo del tiempo, ha exhibido una salud de hierro a la hora de retorcer su premisa, apuntar a horizontes nuevos y no repetirse. “No hay dos películas de Chucky iguales”, dice a ICON Dustin McNeill, autor del libro Reign of Chucky (2022, inédito en España). “Claramente, no solo Chucky y sus objetivos cambian, también el mundo que le rodea”.

El documental, que repasa la saga película a película, ilustra cómo las puñaladas de Chucky se han ido volviendo, temáticamente, más incisivas. Su primera entrega funcionaba como una sencilla historia en torno a los miedos de la maternidad, con una madre soltera sobrepasada por la ola de asesinatos que tenía a su hijo en el centro y, sobre todo, por la inquietud porque su vástago fuese un psicópata en potencia: no es fácil creer a un menor que dice que su muñeco ha matado a la niñera. Después, bajo capas de humor y autoconsciencia, los sucesivos episodios han acumulado sátira política, comentarios sociales y un fuerte trasfondo sexual.

Godzilla no follaba, Frankenstein no se hacía pajas, los monstruos no tenían vida sexual. Pero Chucky sí, cuando La novia de Chucky [1998, la cuarta] introdujo el sexo”, celebra en el documental John Waters, director que también obtuvo su cameo –con muerte incluida– en La semilla de Chucky. Waters, autor de clásicos transgresores y LGTBIQ+ como Pink Flamingos (1972), no moría asesinado por el villano en la película de 2004, sino por su hije, Glen/Glenda, un muñeco de género fluido. “Fue le primer niñe trans, aunque fuese un muñeco, en representarse en el cine”, reivindica a cámara la actriz Jennifer Tilly (intérprete de Tiffany, la novia de Chucky y madre de Glen/Glenda), que destaca cómo Mancini, cineasta homosexual, ha introducido paulatinamente personajes queer en la narración. “En el marco de mi misión por hacer la saga cada vez más gay, abordamos este tema en una película para la que quizás el público no estaba preparado”, admite Mancini en el documental.

“Se pueden encontrar subtextos significativos en la forma en que Chucky y Tiffany reaccionan y aceptan (o no) la situación de Glen/Glenda”, opina el escritor Dustin McNeill. “A pesar de todo el humor y la exageración, creo que La semilla de Chucky conseguía tejer un drama familiar interesante a partir de una situación que probablemente no se diferencie mucho de la vida real. Al fin y al cabo, la transformación es uno de los temas más importantes de la franquicia, ya sea de humano a muñeco o de muñeco masculino a muñeco femenino”. Bautizado en homenaje al director de serie B Ed Wood, que se travestía (confesó haber luchado en la Segunda Guerra Mundial con ropa interior femenina bajo su uniforme militar) y que exploró de forma pionera las dudas sobre su identidad de género en la película Glen o Glenda (1953), el personaje encapsula como pocos la evolución y naturaleza cambiante de Muñeco diabólico.

La gran familia del terror

Desde pequeña, Kyra Elise Gardner tuvo que asumir que su padre desapareciera periódicamente durante varias semanas, cada vez que le surgía un proyecto. El marionetista y diseñador de efectos especiales expresa en el documental, de hecho, su preocupación durante esos rodajes por estar perdiéndose la infancia de su hija. Chucky era su peculiar nexo de unión. Uno de los aspectos más llamativos de Viviendo con Chucky es, justamente, el retrato que hace del equipo de la saga como trabajadores con vidas similares a las de los artistas de circo clásicos, familias alternativas que conviven más que con sus familias biológicas, cuando no, directamente, se entremezclan.

Al seguir todas las secuelas una misma línea argumental, se ha consolidado un personal creativo sólido a lo largo de los años, con Don Mancini y el intérprete Brad Dourif, voz del muñeco, como cabezas visibles (unidas, felizmente, al torso). Desde la sexta película, La maldición de Chucky (2013), Fiona Dourif, hija de Brad, forma parte del elenco e incluso ha interpretado a Chucky, que posee a su personaje en la séptima entrega y la serie. Alex Vincent y Christine Elise, los niños de los dos primeros largometrajes, se han reincorporado de adultos al reparto décadas después. Las muertes tampoco implican que actores de los que el equipo se haya encariñado desaparezcan, caso de Devon Sawa, que ha encarnado a cinco personajes distintos en Chucky (2021-24), o Michael Therriault, que lleva tres.

Para Gardner, la producción del documental y las entrevistas con los miembros de la saga fueron un modo de entrar en esa vida paralela de su padre, pero también de hablar de la comunidad alrededor de Muñeco diabólico, trabajadores, familias y, por supuesto, seguidores, con todo el romanticismo que envuelve este género en concreto. “Los equipos de rodaje de terror no solo comparten la experiencia de crear películas juntos, también están unidos a un público que aprecia más profundamente lo que supone hacer cine”, dice la directora a ICON. “Son aficionados que apoyan los soportes físicos y, por tanto, ven más los making-offs de las películas, en comparación con los seguidores de otros géneros”.

En este sentido, el documental homenajea el oficio de Tony Gardner y a los artífices de los efectos especiales artesanales. Aunque algunos nombres invitados a dar su testimonio resultan, a priori, extraños, como el del creador de la serie de dibujos de Disney Phineas y Ferb (2007), la película refleja el proceso de dar vida a Chucky como una forma de animación en directo, con operarios coordinándose para efectuar sus gestos y movimientos. Una interpretación colectiva en toda regla. “Brad Dourif hace un trabajo fenomenal como la voz del personaje, pero Chucky está compuesto por hasta ocho personas diferentes haciendo cosas diferentes. Todos tienen que estar en sintonía o se rompe la ilusión, y Chucky entonces no parece un muñeco que ha cobrado vida y puedes tocar”, detalla Gardner. “En la serie, los marionetistas pudieron pasar más tiempo en el estudio con Brad y observar meticulosamente cómo interpretaba las escenas, para imitar sus movimientos en la actuación física de Chucky. Es una gran colaboración que creo que no se valora lo suficiente”.

Cuerpo a cuerpo

La identidad secreta del muñeco Chucky, como todo seguidor sabe, es la del asesino Charles Lee Ray. El nombre es el resultado de la fusión de los tres criminales que más miedo daban de niño a David Kirshner, productor de la saga: Charles Manson, Lee Harvey Oswald (acusado de disparar al presidente Kennedy) y James Earl Ray (supremacista culpable del asesinato de Martin Luther King). En el remake de 2019, la idea de la posesión se desestimó para convertir al muñeco en un robot, cuyos protocolos de seguridad eran eliminados por un manufacturero explotado, en venganza contra su empresa. “Personalmente, el rediseño me pareció bastante horrible, ya que no conseguía captar nada de lo que hacía a los muñecos originales memorables o aterradores”, dice a ICON el escritor Dustin McNeill. Aquella versión no contó con la aprobación de Don Mancini, aunque sí de Tom Holland, director de la película de 1988, que alabó públicamente la elección de Mark Hamill como voz de Chucky. Mancini y Holland han sostenido durante décadas un enfrentamiento por la autoría de la saga.

“Mancini merece gran reconocimiento por la creación de Chucky y su perdurabilidad, pero no podemos pasar por alto las enormes contribuciones de Tom Holland”, explica McNeill. “Mancini escribió sobre un muñeco asesino llamado Buddy, una extensión de la oscura psique de un niño pequeño que cobraba vida mientras dormía. Holland cambió a Buddy por Chucky y reescribió la idea de Mancini, para convertirlo en un asesino moribundo que encierra su alma en un muñeco. Es algo tan crucial para nuestra concepción de Chucky que es dudoso que se hubiera generado una franquicia sin su participación”. ¿De dónde vienen las rencillas, entonces? “Holland nunca ha tenido reparos en atribuirse el mérito del éxito de Muñeco diabólico, algo que ha molestado a Mancini y [al coguionista] John Lafia a lo largo de los años. También intentó borrar sus nombres de los créditos, lo que provocó más rencor”.

La serie Chucky ignora el remake y continúa la historia donde la dejó El culto de Chucky (2017), última secuela de Mancini. Lejos de tratarse de una variante suavizada para televisión, tiene las muertes más gráficas de la saga y tramas aún más radicales. El joven en cuyas manos cae ahora el muñeco es un adolescente gay que sufre acoso escolar. Además, vuelven los personajes y se respetan hasta los aspectos más excéntricos del canon: por ejemplo, Jennifer Tilly, que en la metaficcional quinta parte se interpretaba a sí misma siendo secuestrada y poseída por la muñeca Tiffany (misma a la que ponía voz), sigue siendo en la serie “la actriz Jennifer Tilly” poseída por Tiffany. En una elaborada broma solo para el núcleo duro de fans, incluso se dedica un capítulo especial a la reunión del reparto de la película más famosa de Tilly, Lazos ardientes (1996), el tótem lésbico de las hermanas Wachowski.

Su tercera temporada, que transcurría en la Casa Blanca, contenía una pulla de Chucky a sus imitadores, con una escena en la que aparecía burlándose de otras películas con muñecos malvados, como M3GAN (2022) o Silencio desde el mal (2007). El único juguete que ha demostrado capacidad para hacerle sombra es Annabelle, de vuelta a las salas en el enorme éxito de taquilla Expediente Warren: El último rito y, también, de actualidad por la muerte súbita este verano, a los 54 años, del hombre que custodiaba el ejemplar auténtico. Para ser justos, el antecedente del que todo juguete encantado bebe es un muñeco vestido de marinero llamado Robert, de principios del siglo XX, el primero del que se dijo que estaba poseído. Aunque no se le atribuyen muertes directas, el museo propietario, en Florida (EE UU), lo vincula a rupturas de pareja e infidelidades. El famoso poder de seducción de todo buen mito.

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